Tag de la filosofía – la muerte

Una breve reflexión sobre la muerte, apoyada en parte en Hannah Arendt y Milan Kundera.

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Guión

Mi padre tiene 81 años de edad, y aunque se encuentra bien de salud y espero siga muchos años más, a estas alturas del partido el final puede llegar en cualquier momento. Entonces, últimamente me encuentro pensando en su muerte, en que lo voy a perder y la tristeza que me dará. Pero también me encuentro pensando en lo que voy a decir en su funeral, el discurso que voy a dar, pues me va a tocar siendo el primogénito. Quiero hablar de él como hombre y como padre, la vida que tuvo y el tipo de persona que era, y cómo impactó en mi vida. Una amorosa remembranza, pues. Pero también creo que voy a tener que decir algo sobre Dios y que papá está en un mejor lugar y cosas así, pues toda mi familia es creyente. Quisiera no hablar de Dios, por dos razones. Primero, simplemente no creo en el cuento de un cielo y una vida más allá de ésta, una existencia posterior que fuera una recompensa para la que se vivió. Es un paliativo que sólo sirve para apaciguar el miedo de los que quedan y que de alguna forma hace menos el valor y dignidad con la que uno vivió esta vida. Bueno, ésa es mi opinión. La segunda razón es que mi familia sabe que soy ateo, entonces si hablo de Dios va a sonar falso. En fin, a ver qué hago.
Siendo filósofo, lo que me gustaría hacer sería hablar de su muerte de forma filosófica. Pero siendo honesto, la filosofía no es mucho mejor. Podría presentar a mis familiares los argumentos que usa Epicuro para decir que la muerte no es algo que deberíamos temer. Entre otras cosas, dice que cuando estoy yo, no está la muerte, y cuando está la muerte, no estoy yo. Admiro su racionalidad y ecuanimidad, y la forma en que él y los helenísticos como Lucrecio y otros tratan la muerte de frente, sin tapujos y cuentos. Sin embargo, cuando cierro el libro donde leo estas hermosas palabras, vuelvo a sentir la extraña presencia de la muerte, como si me acechara. La argumentación lógica no lo quita. Es como los número sordos de las matemáticas, lo que en inglés se llama un “surd”. La raíz cuadrada de 2 no tiene una solución finita, sino que su expansión decimal va al infinito. Eso es un “surd”, palabra que está obviamente a la base de “absurdo”, algo que no se computa o que no se oye, un remanente irracional, como es la muerte. Albert Camus decía que la vida era absurdo. Yo digo que, en este sentido, la muerte lo es.
Bueno, volviendo a mis familiares, creo que dejaré fuera a Epicuro, y también a Heidegger. Me fascina lo que dice sobre la muerte en el Ser y el tiempo, la cuestión de la finitud, cómo el ser-para-la-muerte posibilita la proyección de una vida propia, etc. La muerte en Heidegger es algo que hace que esta vida tenga su forma y sentido en vez de ser el preludio de algo posterior. Eso me gusta. Sin embargo, las palabras de Heidegger no quita nuestro temor ante la muerte. Y aun cuando pudieran hacerlo, sería contraproducente, ya que es el valor que se requiere para enfrentarse con algo tan contundente y definitivo y por tanto aterrador lo que da el carácter propio de la vida de uno. Si la muerte fuera X suceso que no nos angustiara, no podría fungir ese papel que Heidegger le ve.
En todo caso, mejor no hablo de Heidegger con mis familiares. Lo que sí les sonaría muy ameno serían las palabras del mismo Sócrates. Si hablamos de la filosofía de la muerte, hay que reconocer que la filosofía, al menos en Occidente, nació en una experiencia de la muerte, la de Sócrates. Los primeros diálogos de Platón tratan del juicio y la muerte de Sócrates, este último tratándose más adelante en el Fedón. En este diálogo, Sócrates dice que el alma está atado al cuerpo como si estuviera en una prisión. La realidad que logra percibir está obstaculizada por las barras de la celda de su cuerpo. Por tanto, el filósofo practica una ascética en la que se niega los placeres sensuales del cuerpo para que la visión de su alma se haga más aguda. El alma o la psique se fija en objetos no visibles, sino inteligibles, en las famosas Ideas más allá del mundo terrenal y corporal. Es curioso que, en la medida en que logre esta forma de vivir, ya es, dice Sócrates, medio muerto. Está preparándose para la muerte y anhelándola, ya que el alma se liberará del cuerpo y tendrá una vista directa de las Ideas. Dado todo esto, no extraña nada que su últimas palabras fueran: “Critón, debemos un gallo a Asclepio. No te olvides de pagar esta deuda”. Asclepio es el dios de la medicina y la curación. Con su muerte, le curó a Sócrates.
Pues no extraña que San Agustín y otros cristianos tradujeron todo esto en la teología cristiana. La idea del bien junto con las demás ideas corresponden, formalmente, casi punto por punto, a Dios y sus ángeles. A mi familia le gustaría escuchar esto. ¡Pero a mi no! Por mucho que me guste Sócrates, me gusta más la forma tradicional en que los antiguos griegos entendían la relación entre lo divino y lo mortal. En su libro La condición humana, Hannah Arendt lo explica muy bien. Hace una distinción entre la inmortalidad y la eternidad. Los dioses del panteón griego eran inmortales, es decir, vivían en este mundo pero sin morir. Existían de momento a momento, pero sin que esos momentos se acabaran. En este vida sin morir de los dioses y de la naturaleza con sus ciclos siempre recurrentes, se encontraba el ser humano, el único mortal en un universo inmortal. Los animales, aun cuando sean individuales, no tienen una historia propia. Ellos participan en la vida inmortal a través de la procreación de la especie. Dice Arendt que la vida del hombre se distingue de las demás cosas por el curso rectilíneo de su movimiento, lo cual atraviesa por un ángulo recto el movimiento cíclico de la vida biológica. Ésta es la mortalidad, moverse en una linea recta en un universo donde todo lo demás se mueve en un orden cíclico.
Pero no por eso vive el hombre un tiempo y luego se extingue sin más. Su grandeza consiste en trascender su finitud y mortalidad a través de “obras, hazañas y palabras”, cosas que sobrevivirán al hombre y serán en alguna medida inmortales. Dice Arendt: “Por su capacidad en realizar actos inmortales, por su habilidad en dejar huellas imborrables, los hombres, a pesar de su mortalidad individual, alcanzan su propia inmortalidad y demuestran ser de naturaleza «divina»”.
Esta dimensión de los hombres mortales y sus actos y palabras Arendt la describe como la vita activa. Luego llegó Sócrates e introdujo la vita contemplativa, una forma de vida que llamaba filosófica que se centraba no en el mundo visible y sensual, sino en el inteligible, en las Ideas. Platón retrató este escenario muy bien en su alegoría de la caverna. El mundo de la acción, los sucesos y el cambio está que dentro de la caverna. Ahí habitan igual los hombres mortales y los dioses inmortales. La única diferencia entre los dos es una cuestión de tiempo. Fuera de la caverna es la dimensión de las Ideas, objetos cuya pura inteligibilidad les distingue de las cosas mundanas e incluso olímpicas. Cuando uno muere, el alma se libera del cuerpo pero no permanece en ese estado, sino que en el inframundo llega al río Lete, bebe de su agua, olvida su vida anterior y en seguido se reencarna en una nueva forma. Como propuesta metafísica está bien, pero como respuesta al miedo psicológico que la muerte provoca, no le veo mucho sentido. Si la identidad de uno se apaga en la muerte y no hay continuidad con la siguiente vida, entonces psicológicamente es igual a la aniquilación.
Lo que dice el cristianismo sobre el cielo y la vida después de la muerte me suena más razonable, psicológicamente hablando. Parece combinar tanto la inmortalidad como la eternidad. El dios cristiano es transcendente y perfecto y por tanto eterno. Pero los creyentes, al morir e ir al cielo, continuan su vida pero ya sin morir más, inmortales como los dioses griegos.
Ojalá fuera cierto ¿verdad? No. El cristianismo sí tiene una respuesta que alivia el miedo que sentimos ante la muerte, pero la solución resulta ser peor que el problema que resuelve. Una vida continuada indefinidamente llegaría a caer en un aburrimiento total, en un tedio e indiferencia insoportables. En la medida en que uno esté consciente en este vida celestial y que sepa que todo lo que experimenta va a ser placentero, no veo cómo el interés y el deseo que acompaña a la conciencia no se degeneran en una completa indiferencia.
Lo insoportable de semejante situación me recuerda de la famosa novela de Milan Kundera: La insoportable levedad del ser. El protagonista principal, Tomás, toma la vida de forma leve, sin compromisos, nada que le ate; y su amante y luego pareja Tereza, la toma con mucha pesadez, es decir, seriedad y compromiso. La historia de la novela sigue el baile dialéctico entre los dos, terminando . . . bueno si no lo has leído no te cuento el final, pero el título lo dice todo. Nuestro ser en esta vida requiere de cierto peso. De lo contrario, la vida es insoportable.
Pues, una vida inmortal sería para mi la levedad llevada a su extremo, y la muerte precisamente el peso que requiere la vida humana, ese límite que permite que nuestras relaciones y proyectos tengan solidez y sentido, aquello que permite que lo que hacemos no sea simplemente una serie de sucesos, sino posiblemente hazañas – actos y palabras que cobren aquella inmortalidad que a los mortales les es permitido, a saber, ser recordados en la memoria cultural de las generaciones que nos suceden.
Termino mencionando una sola ventaja que veo de ser inmortal. Es que así tendría el tiempo de hacer vídeos sobre todos los filósofos y sus ideas. Al ritmo que voy creo que sólo voy a rascar la superficie. Como dice la frase latina: ¡Ars longa, vita brevis!

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50 Comments

  1. David · 09/07/2018 Responder

    Buen día Darin!

    Acabo de ver tu último video. Me encanta el contenido. Hasta ahora estoy empezando a ver la página.
    ¿Podrías aconsejarnos un orden o un camino a seguir para ir abordando cada una de las categorías?
    Esto, para no incurrir en saltos muy abruptos en el tiempo, y así poder entender un poco más el paso de la filosofía por las distintas épocas y pensadores.

    Mil gracias por lo que hacés!

    • Darin · 11/07/2018 Responder

      Hola David. Los vídeos no tienen ningún orden, pero sí veo que muchos quisieran saber cómo formarse o al menos estudiar de forma más ordenada las ideas de la filosofía. Estoy empezando otro proyecto en el que proporcionar esas bases. Ahí le llevo!

  2. clau · 09/07/2018 Responder

    hermoso todo <3

  3. Paris A. Román Gutiérrez · 10/07/2018 Responder

    Hola Darin,

    Una disculpa de antemano por lo que te voy a decir pues seguramente me tacharás de metiche pero espero que sirva de algo.

    No sé si ya sucedió la partida de tu padre, sino es así, ve a visitarlo y pásate una semana con él. Avísale que quieres verlo y deseas pasarte ese tiempo con él. Cuando estés con él déjalo que hable y no discutas. Invítalo a comer y si quiere ir a la iglesia acompáñalo. Después de esa semana sabrás que decir en tu discurso.Te lo dice un ateo que como tú, tampoco cree en el cielo, el infierno y una vida mas allá de esta y que a veces logra alejar el temor a la muerte con las palabras de Epicuro.

    Mi padre ya falleció y nuestra relación durante casi toda nuestras vidas fue de alejamiento e indiferencia. Pero ese alejamiento e indiferencia era sólo una estrategia de mi parte para evitar sufrir. Le temía a mi padre. Lo amaba de niño pero en la adolecencia todo cambió y después le temí el resto de la vida.

    Falleció mi padre, estuve en su sepelio y recibí el apoyo de toda mi familia. Unas semanas despues recibí un video de parte de un primo hermano que había ido a visitarlo junto con su esposa poco antes de su muerte y donde aparece él. Cuando ví el video y ví a mi padre viejo, delgado, débilitado por la edad, -él era un hombre muy fuerte- mi temor desapareció y sentí un profundo afecto por él, aquel profundo amor que le tuve de niño y que ocultaba tras mi indiferencia y mi alejamiento; pero ya era tarde y me arrepentí de no haber ido a verlo con vida.

    No sé latín, así que investigué que significa “Ars longa, vita brevis” y descubrí que Hipócrates uso estas palabras y continuó (supongo que en griego y que luego fue llevado al latín):

    …occasio praeceps,
    experimentum periculosum,
    iudicium difficile.

    “Life is short,
    [the] art long,
    opportunity fleeting,
    experiment dangerous,
    judgment difficult.”

    Me llamaron la atención las palabras…”occasio praeceps”: (oppotunity fleeting), la oportunidad es momentánea.

    No pierdas la oportunidad de pasar un tiempo con tu padre, que seguramente el querrá ver a su hijo, aquel niño que un día lo necesitó.

    Recibe un fraternal abrazo de mi parte Darin,

    Paris

    • Darin · 11/07/2018 Responder

      Muchas gracias por tu lindo comentario París. Aún vive mi padre, está bien de salud. Tenemos un relación muy cercana y hemos hablado mucho. Tengo muchas cosas que diré en ese discurso. Sólo usé el caso de mi padre para entrar en la discusión de la muerte. Y gracias por la cita de Hipócrates. Básicamente, esa frase significa que las cosas que hay que hacer en la vida son interminables (como hacer vídeos para la Fonda, jaja) pero la vida limitada. Nunca uno puede hacerlo todo!

      • Paris A. Román Gutiérrez · 12/07/2018 Responder

        Hola Darin,

        Me da mucho gusto saber que tu papá aún vive y está bien de salud y que además tienes una muy buena relación con él.

        De acuerdo contigo en que las cosas que hay que hacer en la vida son interminables pero contamos con una vida limitada.

        Espero que sigas haciendo muchos más videos para la Fonda Filosófica. Realmente son muy interesantes. No me canso de verlos.

        Saludos,

        Paris

  4. sergio · 10/07/2018 Responder

    hola, muy interesante el video, cuando hablaste de los ciclos de la naturaleza y la vida rectilinea del hombre me vino a la mente el que la muerte no es más que estar inmersos en esos ciclos naturales. El universo , la naturaleza son ciclos interminables, lo que hoy nace ya se está destruyendo en un interminable ciclo que nos incluye. Muerte parece estar incluida en vida que retorna infinitamente

  5. Joan Lluis Rabassó · 10/07/2018 Responder

    Si uno analiza con detalle la vida de los seres humanos se percata con asombro de la siguiente cuestión. Todos nacemos de forma igual, pero somos completamente distintos. Por el contrario, nuestras formas de morir son completamente distintas, pero todos llegamos a la muerte igual. Si uno observa el acto de nacer de cualquier persona se dará cuenta que en lo esencial es igual para todo ser humano. Nos engendra una pareja de progenitores, permanecemos resguardados alimentándonos y creciendo en un espacio protegido y adaptado a tal propósito y, al final, al cabo de un periodo aproximado de nueves meses nos asomamos al mundo exterior totalmente desprotegidos, pero con la energía vital suficiente para que esa primera toma de contacto se transforme en un poderoso y sonoro llanto. Nadie se acuerda de este instante tan determinante de su vida, pero todos somos conscientes de que nuestra irrupción en este mundo y el inicio de nuestras vidas se ha producido de una forma parecida a la que acabo de describir. Es decir, todos nacemos e iniciamos nuestra vida de igual forma. Sin embargo, nuestra esencia, aquello que acabará configurando de forma decisiva y concreta nuestro ser y devenir, es completamente distinta. No existen dos seres humanos iguales. Somos irrepetibles. Tenemos un proyecto vital único.

    En el otro extremo de nuestro viaje vital tenemos el momento de la muerte. A él todos llegamos de forma totalmente distinta. Unos lo hacen a una edad avanzada, otros lo hacen a una edad temprana o inusualmente prematura de acuerdo a la esperanza de vida propia de la época considerada. Para unos el momento de abandonar la vida se alarga de manera lenta y exasperante y para otros se produce de forma rápida y fugaz. En unos casos el tránsito es doloroso y amargo, en otros es sereno y tranquilo. En fin, se podría decir que no hay dos muertes iguales de igual modo que no hay dos vidas iguales, pero en todos los casos el desenlace es el mismo. La vida termina y con ella la trayectoria vital de la persona llega a su fin. Todos nuestros actos se acaban y nuestra esencia desaparece. Aquello que éramos en potencia ya se ha desplegado y hasta donde haya podido llegar es lo que habremos dejado como legado en este mundo. Nuestro cuerpo se transformará, pero ya no volverá a ser lo que en su momento fue. Nuestra alma, libre ya de su relación con nuestro cuerpo inerte, tendrá un destino que nuestra limitada razón no alcanza a vislumbrar. De nuevo nadie se acuerda de este instante tan determinante de su vida, pero todos somos conscientes de que la marcha de este mundo y el fin de nuestras vidas se producirá de una forma análoga a la que acabo de explicar.

    De ambos eventos -nacimiento y muerte- no tenemos ni una imagen u otra sensación que nos permita recordarlos, pero sabemos con certeza de su existencia ya que sin ellos nuestra vida y la del resto de la humanidad no sería posible. El nacimiento evoca un tiempo y un espacio de nuestra vida positivo y alegre, lleno de optimismo y expectativas ante un futuro que promete grandes posibilidades y proyectos. Es el momento de empezar a desplegar nuestras potencias como personas. Por otro lado, la muerte proyecta un tiempo y un espacio de cierre y conclusión, lleno de recuerdos y vivencias fruto de un pasado que recoge hechos y decisiones. Es el momento de finalizar la recolección de lo que hemos sembrado como personas. Cuando nacemos nos sólo empieza nuestra vida, sino que también da comienzo nuestra muerte. Del mismo modo cuando morimos no sólo termina nuestra vida, sino que nuestra muerte llega a su fin.

    Entre estos dos puntos vitales en que se desarrolla la vida de todo ser humano se producen una serie de cambios que nos llevan de un punto a otro. La percepción que tenemos de la existencia y el desarrollo de estos cambios es lo que llamamos tiempo. Al nacer se activan dos contadores de tiempo. El primero marca la distancia que existe entre el momento presente y el instante de inicio de nuestra existencia. Es, por tanto, un contador del tiempo transcurrido y vivido. El segundo, por el contrario, indica cuánto nos queda desde el instante actual hasta el momento de nuestra muerte. Es, por tanto, un descontador del tiempo que falta hasta el momento de nuestra muerte. La suma de ambos constituye la duración total de nuestra vida con lo que el presente no es más que la visión momentánea que tenemos de contemplar las dos medidas anteriores.

    Al ser el tiempo una visión subjetiva de los cambios que experimenta la realidad que envuelve nuestra vida su noción resulta relativa. Sólo los dos contadores que tenemos activados poseen una medida absoluta de nuestro tiempo vital. Dicha medida puede parecer a simple vista duplicada o quizás repetida, pero no es en absoluto así. Se trata de dos medidas complementarias que dan cuenta desde dos perspectivas de una misma realidad contemplándola desde ópticas distintas. Una, la que nos da cuenta de nuestro tiempo vivido, nos dota de proximidad a nuestra existencia y nos permite tomar consciencia de lo hecho, de lo vivido, de lo que pasó y de lo que no volverá a ocurrir. La otra, la que nos desvela lo que nos falta por vivir, nos dota de perspectiva sobre nuestra existencia y nos permite, soñar, vislumbrar y anhelar lo que puede o no llegar a ocurrir o ser parte de nuestra existencia.

    En este contexto a lo largo de nuestro tránsito entre nuestros dos puntos vitales se produce un diálogo entre nuestro instante presente y nuestro nacimiento versus el instante presente y nuestro futuro. Es un diálogo curioso ya que las dos partes nunca son las mismas, ya que nuestra dinámica existencial marca un sentido temporal que nos lleva inevitablemente de un inicio a un final. Podemos imaginar nuestra vida como el cruzar con un bote el ancho de un río en el que una orilla representa nuestro punto de partida y la orilla opuesta nuestro punto de destino. En todo momento si vamos vislumbrando a medida que remamos cuánto trecho hemos avanzado y lo comparamos con el trecho que nos queda por recorrer obtenemos una razón o proporción. Esta relación siempre será dinámica y variará con el tiempo, ya que a medida que avanzamos en una de las partes inexorablemente reducimos la otra en la misma medida.

    Lo curioso de esta visión es que al igual que establecíamos una analogía entre el instante inicial asociado al nacimiento y el instante final asociado a la muerte podemos comprobar, de forma casi inmediata, que todos nuestros puntos vitales tienen un punto análogo vital y que no sólo existe un par como los que habíamos señalado inicialmente, sino que estos pares análogos que aparecen en nuestra existencia son en número infinitos. Es decir, es como si cada instante de nuestra vida tuviera su homólogo esperándolo en algún momento de nuestra existencia.

    Bajo esta perspectiva para mí las etapas de la vida se pueden entender más que como un movimiento como un diálogo entre infinitos instantes que son estáticos y atemporales. De esta forma la dinámica vital no es un proceso de moverse de una etapa o estado a otro sino más bien de comprender e interiorizar que los instantes vitales, una vez vividos se tornan fijos e inmóviles, pero que, al tener una dinámica dialéctica con todos los restantes generados y por generar, se produce un movimiento vital fruto de la hermenéutica recogida en ese diálogo.
    De esta forma uno va encontrando su territorio, su lugar, su imán y ser capaz de responder a la llamada vital, su vocación, a aquello que la existencia lo ha llamado a ser por el hecho de haber nacido. Este encuentro se produce no tanto como fruto de una búsqueda o camino sino como la transformación sufrida entre el silencio previo al llanto de nacer y el que se produce tras exhalar el último suspiro que anuncia nuestra muerte.

    Es por esta razón que la vida es un misterio. Todos lo misterioso atrae. Esa es la gracia que tienen. Como nunca los llegas a conocer del todo, siempre quieres estar más cerca y más profundamente conectado para explorar más sus interioridades. Y todo buen misterio que se precie debe no desvelarse nunca, ya que sólo de esa forma es capaz de mantener esta dinámica eternamente. Eso es lo que los hace tan bellos. Pero, entonces estás atrapado. No puedes escapar, ya que no sabes cómo salir. Y tampoco puedes avanzar, porque no sabes cómo llegar a sus entrañas. Si lo abandonas lo pierdes y si te quedas nunca lo consigues del todo. Eso genera una gran frustración. Pero, se puede preguntar uno, ¿Qué es mejor, estar atrapado por algo bello y disfrutarlo mientras lo vives y exploras o quejarte porque no entiendes cómo funciona y perderte la experiencia mientras intentas descubrir cuáles son sus reglas? Yo elijo lo primero.

    La vida no es perfecta. Esa es una regla del juego conocida por todos. Es algo inherente a ella, ya que sin su imperfección no sería real. Siempre aparecen obstáculos y complicaciones sin los cuales no existiría y dejaría de tener sentido. Su objetivo es vivirla bien en coherencia con sus reglas y, al terminar, tienes el beneficio de haber vivido con alegría y gozo. Cuando te enfrentas a grandes adversidades, su atractivo radica en superarlas gracias al conocimiento y experiencia que se va adquiriendo al vivir. Si lo logras, entonces consigues encontrar el sentido de la vida y, con ello, puedes llevar una vida más plena y dichosa, ya que eres capaz de vivirla mejor. En definitiva, nuestro tiempo vital, la duración de nuestra vida es un secreto que no está a nuestro alcance, imposible de conocer y creo que nunca lo llegaremos a saber. Es un valor finito y, por ello, confiere a cada instante el poder especial de ser único e irrepetible. En eso radica la belleza de la vida y su misterio empieza cuando uno se percata que la vida sólo es significativa cuando uno la vive maravillado.

    • Marcelo · 18/11/2023 Responder

      Otros pensaran que la muerte cercana y la desaparición absoluta le quitan toda pesantes y seriedad a la vida, yo sinceramente no creo que logre nada que se recuerde de aqui a 200 años, Borges dijo que no le importaba que es lo que pensarian de él en el futuro, soy de la misma opinión: qué más me da lo que piensen, en el futuro las personas de mí, no me afectara de ninguna manera.

  6. tito · 10/07/2018 Responder

    Caro Mestre,
    Deja para preocuparte con la muerte despues que estes muerto, tendras bastante tiempo.
    Preocupate con tu existencia y con experienciar con placer los momentos de bien estar (evita la ansiedad permanente provocada por la ilogica mania de querer ser feliz). El asunto de dejar de existir, es el como; de esa forma, la esperanza en una enfermedad poco desconfortable.

  7. Ana Basave · 10/07/2018 Responder

    Siempre he pensado en la muerte,” la posibilidad de posibilidades”. No le temo, solo me intriga y me hace preguntarme mil cosas; no en vano soy humana. Mi padre era filósofo católico y escribió, entre otros muchos, un libro que se llama “Metafísica de la muerte”. En alguna librería, incluso en internet, lo he encontrado clasificado como “libro esotérico”. Pienso qué mi papá se volvería a morir si viera eso y también si supiera que yo soy atea.
    Este video me gustó muchísimo. Gracias por compartirlo.

  8. LUIS CUBILLAN -fONSECA · 10/07/2018 Responder

    DARIN, MI AMIGO TIEMPO SIN VERTE, UN ABRAZO!!

  9. Jorge Isaac · 10/07/2018 Responder

    Buen video, deberías hacer una mención de que no te dejen comentarios tan largos.

    • Darin · 11/07/2018 Responder

      Jaja, pues voy dedicando cada vez más tiempo respondiendo los comentarios. Ha resultado ser todo un trabajo, pero me gusta si logro ayudar de alguna forma a alguien. Saludos 🙂

  10. claudia · 10/07/2018 Responder

    Hermoso todx

  11. Gonzalo · 10/07/2018 Responder

    Darin

    Nuestra experiencia con lo desconocido, el no ser, la llevamos a cuesta desde antes de nacer. Y esa experiencia, si así la podemos llamar, la llevamos a cuesta. El momento de la muerte, es enfrentarse una vez más al cambio, entonces, ¿Qué nos pasa?
    Yo pienso que es el miedo a la ” perdida”, a abandonar lo construido a dejar de lado la vida, nuestra vida.

    • Darin · 10/07/2018 Responder

      Sí, abandonar lo construido, si lo dejáramos a medias quizá. Uno siempre tiene la sensación de que le faltan unos pinceles al cuadro de su vida. Gracias Gonzalo.

  12. Maria Elena · 10/07/2018 Responder

    Gracias!

  13. Aelexander Vernon Scott · 10/07/2018 Responder

    DARÍN :Tengo casi la edad de tu Padre. Y me sorprendo, a veces, pensando en mi muerte. Siento, entonces, algo de temor ( no mucho ) quizá por creer haber disfrutado ( discretamente ) de mi Vida.
    Vivo agradecido ( no sé bien a quien, dado mi ateísmo ) por todo lo que se me ha brindado, sin aparente mérito ( de mi parte ) porque creo no haber hecho lo sufidiente para recibir tanto.
    Y esa gratitud, junto al saberse VIVO, conocedor que todo lo biológico es un muy inestable equilibrio . . .
    esa gratitud, decía, me hace sentirme bien.

    • Darin · 10/07/2018 Responder

      Muchas gracias por su comentario Aelexander. Iba a decir en el vídeo que más que grandes filósofos, a quien más me gustaría escuchar es a una persona atea de la edad como de mi padre, quien está más cerca al final que al inicio, para saber que siente ante ese momento porvenir. Sus palabras me reconfortan y su agradecimiento ante la vida que ha tenido y que está aún delante, me parece hermoso. Gracias nuevamente por sus palabras. Un fuerte abrazo!

    • Yolanda · 11/07/2018 Responder

      Que bonitas palabras .

    • Yolanda · 11/07/2018 Responder

      Precioso comentario

  14. Susana De La Peña · 12/07/2018 Responder

    No importa que tan breve sea nuestra vida, si aunque sea haz dejado una gotita de sabiduría a los que te seguimos.
    Gracias Darin por tus enseñanzas.

  15. Alma · 16/07/2018 Responder

    Siempre agradecida por el trabajo que realiza como maestro, me aclara y me confunde, me lleva a lugares donde mi pensamiento hace conexión con algo que yo intuyo cómo el todo, solo son minúsculos momentos, pero que son invaluables, gracias por eso y más

  16. Camilo David Moreira · 24/07/2018 Responder

    Muchas gracias por el vídeo, me has dejado pensando. Hay un razonamiento que tengo para aislar el miedo a la muerte, como bien mencionas parece que el Cristianismo es el que más cerca está de apartar ese miedo. Así que según parece se debe trabajar sobre esa base. Yo creo que lo mejor es vivir para la posibilidad. Es relajante tener certezas pero las certezas nos vuelven muy cómodos y perezosos. Desde mi punto de vista esta claro que eventualmente falleceremos. Sin embargo no está claro si la consciencia que tendremos del mundo terminara. Quizá sea como dice el Cristianismo, el Hinduismo o el Pitagorismo, hay una especie de metempsicosis, que hace que de alguna manera la consciencia sobreviva después del fallecimiento. No hay manera de demostrar la posibilidad o imposibilidad de ese hecho. Estructuramos nuestros conocimientos de acuerdo con los fenómenos que percibimos en común, sin embargo la muerte es una experiencia siempre personal. Prefiero vivir para la posibilidad. En el caso de como será la vida después de la muerte si es que esta exista, soy más pesimista. La naturaleza siempre ha sido anarquica caótica y cruel, y lo más probable es que si hay una vida después de la muerte, esta sea aún más anarquica, caótica y cruel. Yo funciono partiendo desde ese principio, esperando lo peor trato de esforzarme cada vez más en la vida para ser más resistente a la crueldad. Al fin y al cabo no pierdo nada pensando así. Ya que si fallecer y morir es lo mismo entonces al final no tiene importancia la manera en que vivamos. Te agradezco nuevamente por tu trabajo.

  17. Carmen Socorro Ariza-Olarte · 02/08/2018 Responder

    Hola Darin,
    Verano intenso y caliente, delicioso para sentarme en el sitio más fresco de mi casa
    a leer, pensar y oír tus videos. Una de estas tardes dejé una cita de José Saramago en YouTube a propósito de la frase de Nietzsche “Dios ha muerto”, y como sigo enrollada con la novela ”Todos los Nombres de Saramago, ahora escuchando tu tag sobre la muerte vuelve a repicar en mi cerebro: “Solo los dioses muertos son dioses para siempre”.
    Es mi manera de aportar algo a este interesante foro, que Gracias a ti se ha abierto!
    Feliz Verano para ti y para todos, a disfrutarlo porque negar la muerte es negar la vida y nuestra divinidad!

  18. Betuco · 04/09/2018 Responder

    Hola Darin, Gracias por tu tiempo.

    Para mi, ser ateo o creyente es cuestion de buscar un refugio por el temor a lo que no se sabe o no se entiende, el ateo quiere afirmarse a traves de su YO, y el creyente se afirma a traves de los demas, pero lo que parece ser esta relacion circular, es que sobre lo que es la vida y la muerte no se sabe nada, ojo! no siquiera sabemos mejor que antes lo que es la vida ( asi que pretender saber lo que es la muerte, ufff que arrogancia ), a cada teoria aparece otra de igual rigor que la primera y estamos avanzando en circulo, me parece lo mas sensato tratar la vida con cierta levedad, ya que nada esta cerrado ni estara y por otro lado esperar la muerte con cierta espectativa…….la filosofia sirve para no aferrarte a nada para no decir estoy seguro de esto para no tener ningun dogma y solo tratar de dejar transcurrir algo que llamamos tiempo tratando de afectar lo menos posible nuestro entorno

    • Darin · 06/09/2018 Responder

      Hola Betuco. Gracias por tus palabras. Pronto empezaré unos vídeos sobre Kierkegaard, quien trata precisamente este tema.

  19. Fco. Manuel Espinosa · 13/09/2018 Responder

    .
    Gracias, Darin, por todo lo que nos das y gracias también a los “Fondistas” por sus comentarios con los que tanto aprendo.

    Creo que nadie describió mejor el infortunio de la inmortalidad que J. L. Borges en su cuento “El inmortal”. Me parece un relato de obligada lectura.

    Un saludo.

    🙂

  20. liliana Ruth Abinal · 29/09/2018 Responder

    UNA DE LAS COSAS QUE LEÍ ES ESTO: CADA VEZ QUE MEDITO EN LA ABSOLUTO, SÓLO PUEDO SENTIR LA CONTINUIDAD DE LA VIDA, SIN MI PARTICIPACIÓN EN ACORDAR CON LO QUE VEO NADA EXISTE, Y TODO TIENE EL VALOR QUE LE ASIGNE, POR TAL RAZÓN, LA VERDAD, ES LA QUE MÁS SE PARECE, A UNA INTERPRETACIÓN DE LO QUE CREO VER……. ME PARECE INTERESANTE REFLEXIÓN. YO CREO QUE LA VIDA CONTINUA NO SÉ EN QUE ESTADO PERO SOMO ENERGÍA… Y COMO DICE LA FAMOSA LEY … NADA SE PIERDE TODO SE TRANSFORMA….

  21. Lisandro · 23/12/2018 Responder

    Muchos entienden la muerte como un nada, o algo aburrido. Si nos libramos de las penas y ataduras del mundo, porque no podemos ampliar nuestra existencia encontrando nuestra real función en el universo, de este modo no iríamos a la nada y para nada sería aburrido. Todo en el mundo tienen su función, y nosotros solo la sensación de que no encajamos, si en muchos modos buscamos no sabemos que, porque no ser esta la certeza que debemos encontrar este que al otro lado. Yo comparo la muerte mas bien con la situación de cuando estamos haciendo algo que nos agrada y perdemos la noción del tiempo y del espacio. Estamos haciendo o siendo lo que realmente fuimos creados para hacer.

  22. Mario · 30/12/2019 Responder

    Hola Darin, decirte que creo que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. Por momentos puedo llegar a sentir que no soy “yo”, sino que es el Señor el que es en mí. Que no es “mi” voluntad sino la suya que obra en mí. No es chiste. Es una experiencia díficil de lograr pero se aprende cómo se aprende a jugar al golf o a tocar la guitarra, es decir, a través de la práctica. Yo comencé cuestionandome la idea de que soy uno separado del resto del universo, hasta que pude darme cuenta de que esa idea es profundamente irracional. Y dejé de sentir la sensación de estar separado. Mira Darin, en mi tradición cristiana ese “otro” es el Señor, pero sé que es mi hermano aquel que se siente parte del Cosmos, o de la Naturaleza o de la Humanidad misma. Por que, en última instancia, la revelación existencial de sentirse uno en el UNO es la misma para todos nosotros. La muerte se revela como una ilusión del ego que desaparece en el caudal de la vida. Dios no es un barbudo recostado en una nube ni la vida eterna es el cuentito que nos contaron nuestras catequistas. Nos trascendemos. Vivamos esa maravilla. Abrazo fuerte

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