En este vídeo analizamos el contexto socio-político en el que Maquiavelo escribió su célebre libro para desmentir interpretaciones que lo asemejan con dictadores que buscan el poder al costo del pueblo.
Son pocos los filósofos cuyo nombre se convierte en adjetivo usado en la cultura popular. Se me ocurren “relaciones platónicas” y “coordenadas cartesianas” pero el más común y conocido ha de ser “maquiavélico”. Esta palabra tiene una carga semántica muy clara. Alguien que sea maquiavélico es inmoral, mañoso, sin escrúpulos. Busca el poder sin importar las consecuencias. De hecho, Bertrand Russell llamó el famoso libro de Maquiavelo, El príncipe, un manual para mafiosos. En la imaginación popular Maquiavelo tiene, sin duda, una muy mala reputación. Pero Francis Bacon dijo, “Estamos endeudados a gente como Maquiavelo quienes escriben lo que los hombres hacen y no lo que deberían hacer.” En este vídeo quiero desmentir en cierto grado estas opiniones al ver de cerca el contenido de su libro, el contexto en que fue escrito y lo que esperaba lograr. En una segunda parte de este vídeo quiero hablar de otro libro suyo que casi nadie conoce que se llama Los discursos sobre Livio en el que plantea una visión política muy distinta y llamativa.
Antes de llegar al argumento del libro quiero hablar un poco acerca del contexto social y político en el que Maquiavelo se encontraba. Nació en 1469 en la ciudad de Florencia. En aquel entonces Italia como nación todavía no existía. Florencia, junto con otras ciudades como Milán y Venecia eran políticamente soberanos, al estilo de Atenas antiguo, por lo que Florencia en ese tiempo puede considerarse una “ciudad-estado”.
En la época de Maquiavelo, Florencia estaba en su auge. Económicamente era muy poderosa. Su moneda, el florín, era respetada en todas partes. En Florencia vivía la famosa familia de los Medici, tan influyente en la política, el papado, y las artes. Culturalmente, se trata de la época del Renacimiento. Miguel Ángel, Donatelo, Raphael, Alberti, Brunelleschi, Piero della Francesca, Boticelli, y da Vinci trabajaban aquí forjando la maravilla que es el arte renacentista. Además, Cristóbal Colón estaba expandiendo los horizontes del mundo y muchos, al examinar de cerca el hombre y el mundo natural, estaban cuestionando la síntesis aristolélico-cristiana.
En fin, Maquiavelo nació en un mundo de fascinantes cambios, pero una amenaza acechaba esta atmósfera emocionante. El desarrollo de las estado-naciones de España y Francia y las ambiciones del Sagrado Imperio Romano (ocupando lo que es hoy en día Alemania y Austria) representaba una creciente amenaza a la vida y existencia de Florencia. Florencia había sobrevivido ataques e invasiones en su historia pero a finales del siglo quince se encontraba con la necesidad de tomar medidas más severas para asegurar su integridad. Fue en el seno de estas preocupaciones que Maquiavelo escribió El príncipe, básicamente una colección de consejos para un príncipe que pudiera unificar las ciudades de Italia y protegerla contra posibles invasores.
Los consejos se basan en observaciones psicológicas. Los primeros científicos modernos, a través de sus observaciones de la naturaleza, estaban dando cuenta del orden regular del mundo. Maquiavelo pretendía hacer lo mismo con los seres humanos. Lo que buscaba eran leyes que regían la conducta humana, leyes que serían de suma valor para un príncipe tratando de controlar el estado y navegarlo en un momento de crisis.
El príncipe hoy en día es considerado una obra filosófica pero eso no fue la intención de Maquiavelo. Él quería escribir algo más concreto y práctico. Si quieres aprender a programar computadoras no vas a leer un tomo sobre teorías de la computación sino algo así, pragmático y que va al grano. Así está pensado El príncipe de Maquiavelo.
Anterior a Maquiavelo, los intelectuales que hablaban del hombre partían de la moralidad, de teorías éticas. Maquiavelo no, y una buena parte del fama del libro proviene de esta ruptura que efectúa con la tradición. Él fue en efecto el primero en desenredar la política de la teología, de ver el fenómeno de lo humano en términos de hechos naturales, no sobrenaturales. Es muy parecido al efecto que logró Alfred Kinsey en los años 40 y 50 en los EU. El fundó el campo de la sexología al estudiar el sexo de forma sistemática y científica en vez de forma moralista como su antecesores.
Bueno, con este esbozo del contexto político-cultural pasemos ahora al libro mismo. En la primera mitad del libro habla Maquiavelo de los diferentes tipos de principados y ejércitos. No vamos a revisar esto aquí ya que la segunda mitad es la más famosa, tratándose de la naturaleza humana y las cualidades que deberían tener un príncipe.
En general, lo que aconseja es que el príncipe sea cruel en vez de clemente, tacaño en vez de generoso, engañoso en vez de honesto. ¿Por qué? No porque sea sádico sino como consecuencia de la propia naturaleza humana. Nuevamente, hay que tener claro que los consejos que da aquí son para aplicarse en un tiempo de crisis, cuando el estado enfrenta una amenaza importante. Para que un mecánico mantenga en buena estado el motor de un coche, tiene que saber cómo operan sus partes. De igual modo el príncipe tiene que saber cómo operan los elementos del estado, que son los seres humanos. Sobre su conocimiento de ellos basará la política del estado. Entonces, ¿cómo son?
Cualquiera que observa la conducta humana dirá que es muy variada, a diferencia de la de los animales que es mucho más predecible. A pesar de esta variedad, ha de haber algo en el fondo que sea más consistente. Una posibilidad es el amor. ¿No es que todos buscan ser amados o admirados? Ciertamente, un príncipe amado por su pueblo es el ideal pero como base para manejar la política resulta deficiente ya que el amor es muy quisquilloso. Todos hemos tenido el corazón roto por alguien. Sabemos que el amor puede cambiar rápidamente y si eso le sucediera al príncipe su mando quedaría sin una base para ejercerse.
El amor entonces falla, pero el miedo nunca. Dice Maquiavelo que es mejor ser temido y odiado que sólo amado. Es posible que la gran mayoría de los que el príncipe trata sean buenos pero falta uno solo de malas intenciones para echar para abajo los planes. Por tanto, el príncipe debe tratar todos como si fueran asesinos. No todos lo son, pero es la única suposición segura que puede hacer. Si trata a todos como buenos y se equivoca, las consecuencias son malas; pero si trata a todos como asesinos y se equivoca, no pierde nada.
Esta forma de conducirse no es de ninguna manera ética, sino más bien política. Los preceptos de la ética son abstracciones que no reflejan la realidad práctica que el príncipe tiene que manejar. Los consejos de Maquiavelo, en cambio, son prácticos. Obedecen una relación de causa y efecto que le es muy útil al príncipe. El cielo y el infierno son abstracciones, pero la tierra, su querida Florencia, no. Florencia es su religión y todo lo que conduzca a su supervivencia y bienestar es bueno. En eso consiste su moralidad.
Entonces, todos estos actos que se consideran éticamente malos, como la crueldad, mentiras, etc., el príncipe puede hacer siempre y cuando sea para el bien del estado, para que no pierda su autonomía. Muchos piensan que Maquiavelo da estos consejos de manera suelta para quien quisiera tener poder, pero es importante saber que lo que le importa es Florencia. Maquiavelo no ve al príncipe ideal como un tirano sino más bien como una especie de déspota ilustrado. La principal diferencia entre los dos es que el tirano es egoísta y el príncipe de verdad no. El tirano puede tener muy buena imagen pública, saber manejar los medios y verse como un santo, pero realmente es vicio disfrazado de virtud. El príncipe, en cambio, puede tener muy mala reputación pero no le importa porque lo que hace lo hace por el bien del pueblo. Aquí tenemos la virtud disfrazada de vicio.
Para lograr este bien para el pueblo no basta simplemente un conocimiento de la naturaleza humana ya que, según Maquiavelo, la mitad de todo lo que hacemos está determinado por la fortuna, por el azar. Nadie es capaz de controlar todos los aspectos del futuro, pero un príncipe virtuoso puede lidiar con él de forma eficaz. La virtud que requiere el príncipe no tiene nada que ver con nuestra concepción derivada de la tradición cristiana. En ésta uno actúa de forma virtuosa al actuar siempre de forma honorable y moral. A veces esto puede ser la respuesta indicada, pero muchas veces la circunstancias dicen que no, que hay que ser cruel o mentir o algo parecido. En general, el consejo que da Maquiavelo es que el príncipe sea audaz e intrépido en vez de tímido.
Las cualidades virtuosas que caracterizan al príncipe son fuerza, valor, talento, habilidad, inteligencia, pero más que nada la habilidad de actuar con rapidez y decisión en vez de titubearse. Con estas cualidades piensa Maquiavelo que el príncipe puede hacer frente con la fortuna. Ésta en su época se visualizaba en términos de una rueda. Un día podrías encontrarte hasta arriba, feliz y poderoso, pero dado que las ruedas giran, mañana hasta abajo, pobre y desdichado. Los Estoicos aconsejan permanecerse en medio, lo cual refleja el intento de ligar tu bienestar a un estado mental constante y equilibrado ante los cambios del mundo. Pero esto es demasiado pasivo para Maquiavelo. El príncipe más bien debería ser activo. Debe discernir los problemas cuando sean pequeños y manejables. Compara la fortuna con un río. Cuando pasa el agua torrencialmente nadie lo puede controlar pero antes de llegar a ese punto los hombres pueden construir presas o puentes o poner costales de arena en las orillas para que sea más manejable. De igual manera el príncipe virtuoso puede predecir las posibilidades por venir y preparar para ellas, estando siempre listo para adaptarse a nuevas circunstancias. Ningún príncipe es totalmente afortunado, pero con su virtud puede controlar en cierta medida sus efectos negativos.
Para terminar, todos hemos oído la afirmación de que “el fin justifica los medios” y lo asociaríamos sin duda con el príncipe maquiavélico, y no estaríamos equivocados siempre y cuando tengamos claro que para Maquiavelo ese fin no puede ser egoísta. El príncipe vela por el bien del estado. Para Maquiavelo, ése es el único fin que puede justificar los medios.
Obviamente, el estado que Maquiavelo describe en El príncipe es un estado monárquico. En los Discursos sobre Livio que vamos a ver en el siguiente vídeo Maquiavelo plantea un estado republicano muy distinto a éste que hemos visto aquí.
su página es increíble. Gracias
Gracias a ti Daniel!
Su comentario podría ser enriquecido con alguna bibliografía. Le recomiendo el libro de Maurizio Viroli. Un saludo cordial
Francisco Paoli
Gracias Francisco, otros me han dicho lo mismo y tienen toda la razón. Ya voy a empezar a incorporar bibliografía. Gracias
Su comentario podría ser enriquecido con alguna bibliografía. Le recomiendo el libro de Maurizio Viroli, La sonrisa de Maquiavelo. Un saludo cordial
Francisco Paoli
SUS EXPLICACIONES ME AYUDARON MUCHO EN LA UNIVERSIDAD, MUCHISIMAS GRACIAS.
AHORA ME SIRVEN PARA ENSEÑAR Y EDUCAR A MIS HIJOS. SE LO AGRADESCO MUCHO.
Hola Luis. Es un gran elogio lo que me das, no de haber ayudado con tus clases sino lo de educar a tus hijos. Suerte con ellos y con tu camino en la vida. Un abrazo!
El fin justifica los medios de maquiavelo relieva al Estado pero algunas veces sacrificando la vida humana. Hoy todas las constituciones del mundo señalan que la persona humana es el fin supremo del Estado y de la sociedad.
excelente, preciso analitico y practico
Y tú: conciso y al grano, jaja. ¡Gracias José!
Darin, excelente, te propongo que nos expliques el pensamiento republicano, quizás tomando a Pocock de El Momento Maquiavélico y otros autores de la Escuela de Cambridge, creo que es un excelente contrapunto en los momentos actuales de la política mexicana y latinoamericana, Saludos desde Tokio.
Gracias por la sugerencia Jesús, saludos 🙂