Locke y el contrato social, pt. 2/2

John Locke es considerado el padre del liberalismo y de las democracias actuales. En este vídeo analizamos su versión del contrato social y la naturaleza del Estado que implica.

Guión

Vamos a revisar las conclusiones del último vídeo.  La conclusión principal es que el estado de naturaleza ya es social.  Para Locke, el estado de naturaleza no es un caos cuya única salvación es la creación de un estado civil y político.  Ya existe en ese estado una esfera social que no depende de leyes y autoridades para su funcionamiento.  Para Hobbes, derribar un gobierno y volver al estado de naturaleza era impensable, pero para Locke no tanto.  Por consiguiente, no es necesario tolerar el gobierno que sea con tal de que mantenga la paz.

Locke distingue lo social y lo político en términos de natural/artificial.  Las sociedades, como los idiomas, son naturales, surgen de forma espontánea.  Los Estados no.  Estos últimos son como mecanismos que el hombre crea para facilitar la vida social.  Como cualquier mecanismo, puede mejorarse o desecharse para hacer uno nuevo, aunque no por razones frívolas.  El punto es que se crea el Estado para aprovechar mejor nuestros derechos naturales, los del derecho a la vida, la libertad, y la propiedad.  Creamos el mecanismo del estado para disfrutarlos de forma más plena.  En Hobbes, los hombres renuncian sus derechos al soberano a cambio de paz y seguridad.  Para Locke, eso es excesivo.  El gobierno existe para fortalecer esos derecho, no enajenarlos.

Esta separación entre sociedad y Estado es el fundamento del liberalismo y Locke es el primero en explicitarla filosóficamente.  Hoy en día oímos las palabras “liberal” y “neoliberal”.  La primera en general se refiere a una posición de izquierda y la segunda de una posición derechista que favorece la desregulación de los mercados y la disminución del estado de bienestar.  Estos tienen poco que ver con la noción de liberalismo en Locke, al menos en su sentido estrictamente filosófico.  Para él, liberalismo significa principalmente esta distinción entre sociedad y gobierno y el hecho de que la legitimidad del gobierno descansa en el consentimiento de los gobernados.

Volvamos a la relación entre Hobbes y Locke.  Para Hobbes, el ejercicio de nuestros derechos en el estado de naturaleza es lo que propicia la guerra de todos contra todos, de modo que, en el momento de hacer el contrato social hay que renunciar esos derechos.  Para Locke, esos derechos no constituyen una desventaja sino un bien.  Tiene más sentido conservarlos que renunciarlos.  Podemos visualizar su idea de derechos naturales como una especie de “efectivo moral”, o el “domingo” que los padres dan a sus hijos.  Dios nos da esos derechos, o dinerito, para que vayamos mejor en el mundo.  Siendo consumidores inteligentes, queremos gastar lo menos posible por el mayor número de bienes posible.  El bien que compramos en el momento de hacer el contrato social (que por cierto en Locke sería el contrato político, porque los hombres ya son sociales) es la protección por parte del gobierno de los derechos naturales de la vida, la libertad, y la propiedad.  Nosotros nos quedamos con esos derechos.  Pero lo pagamos con nuestro derecho de juzgar y castigar.  O sea, esos son los derechos que renunciamos al soberano.

Para Hobbes, el estado civil con el poder del soberano es la salvación de los hombres.  Cuestionar o derribar el gobierno existente es impensable porque implica volver al estado de guerra de todos contra todos.  Para Locke, no es para tanto, pero eso no quiere decir que los ciudadanos pueden ir cambiando los gobiernos de forma caprichosa.  Es, en efecto, un asunto grave.  Pero si el gobierno llega al punto de estar violando nuestros derechos naturales, el contrato social ya no vale la pena y hay que hacer algo.  Nuevamente, el Estado es como un mecanismo regulador para la sociedad.  De hecho, es como el carburador del motor de un coche.  Debido a los avances tecnológicos, los carburadores ya no son tan comunes, pero básicamente lo que hace es mezclar el aire y el combustible y lo suministra al motor para óptimo rendimiento.  El carburador no es la pieza más importante del motor.  Si no existiera, el motor no dejaría de funcionar sino simplemente sería menos eficiente.  El Estado, entonces, es como el carburador.  Es bueno tener uno pero si se descompone, puede reemplazarse.

Esta concepción del Estado que plantea Locke es lo que da inicio a la tradición del liberalismo en filosofía política.  Para distinguirlo de sus diversas acepciones actuales podemos llamarlo el liberalismo clásico y puede caracterizarse por las siguientes cinco ideas: el individualismo, el consentimiento, el estado de derecho, la importancia de la propiedad, y la tolerancia religiosa.

La palabra “liberal” proviene del latín “liber” que significa “libre” y el referente fundamental de esa libertad es el individuo.  Hasta ahora hemos hablado de cómo los hombres viven en sociedad de forma natural, pero Locke no entiende la sociedad como un ente en sí mismo sino como un agregado de individuos.  Una sociedad de individuos, en el sentido lockeano, es una donde los hombres compiten entre sí para la adquisición de propiedad.  Así es cómo entiende la sociabilidad humana.  Para que esta actividad se dé de la forma más libre posible se requiere la creación de un Estado.  Lo que legitima su creación es, como hemos comentado, el libre consentimiento de los gobernados.  El Estado ya no es absolutista sino un estado de derecho creado en beneficio de los derecho naturales de los hombres.

Filosóficamente, la doctrina del liberalismo nace de estas consideraciones de Locke, pero más prácticamente, nació de la experiencia europea de las guerras de la religión.  La historia de Europa está llena de guerras donde Protestantes y Católicos tratan de imponer su fe sobre los demás.  Quizá por agotamiento, se dieron cuenta de que es absurdo que el Estado trate de hacer eso y que era mejor simplemente separar Estado y Iglesia.  Así que tenemos también la idea de la tolerancia religiosa.

La religión no era el único beneficiario del liberalismo sino todas aquellas esferas donde había distintas creencias acerca del sentido de la vida, de cómo vivir.  Para Locke, el Estado no debería tratar de resolver estos conflictos sino sólo proporcionar una marco en el que cada quien puede perseguir su propia concepción siempre y cuando no viole los derechos de los demás.  Visto así, parecería que el liberalismo es la única respuesta viable al pluralismo de las sociedades modernas.

Aun así, Locke no carece de críticos.  El liberalismo no es sólo un planteamiento político sino, inevitablemente, económico también.  La insistencia en el derecho a la propiedad en el liberalismo puede verse como una justificación ideológica de la subida del capitalismo.  Por un lado, la libertad del individuo es un bien que casi nadie quisiera cuestionar, pero tal como se plantea en el liberalismo puede verse como poco más que una glorificación de la búsqueda por el auto-interes en el mercado.  El problema es que el liberalismo puede prestarse a una dinámica en el que ciudadanos se convierten en consumidores y el absolutismo, que antes lo detentaban reyes, vuelve, detentado ahora por banqueros y grandes empresarios.  En los siglos venideros, filósofos como Rousseau y Marx, y en el siglo veinte Alasdair MacIntyre y Charles Taylor hablarán de cómo el liberalismo transformó el individuo de ser una persona arraigada en una comunidad con lazos étnicos o religiosos a encontrarse en una sociedad atomizada basada en la competencia.  Pero la historia del liberalismo después de Locke es todo otro tema.

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4 Comments

  1. carlos serna · 10/01/2016 Responder

    Todos los videos me parecen extraordinarios, pero los he mirado de forma aleatoria y me he dado cuenta que si se vieran en determinado orden serían mucho más provechosos. Por ejemplo, el concepto del contrato social y en general la filosofia politican deberian verse en un orden especifico, etc. Es por eso que le pido el favor de darme un orden de sus videos (ya los vi todos) para volverlos a ver.
    Gracias

    • Darin · 10/01/2016 Responder

      Hola Carlos. Se me ocurren dos posibilidades de orden. Uno sería cronológico, desde La república de Platón hasta Rawls y Nozick, y el otro sería los vídeos sobre el contrato social como dices, empezando con el vídeo general sobre el tema y luego viendo a Hobbes, Locke y Rousseau, en ese orden. Luego Rawls en el siglo XX vuelve a tocar el tema. De ahí en fuera no creo que habría cierto orden más provechoso que el otro, no sé.

  2. carlos Pacheco · 21/11/2017 Responder

    Muchas gracias Darin. Cuando hablaste sobre las guerras de religión en la historia de Europa, me gustaría saber tu opinión, sobre la repercusión de los conceptos cristianos en la esfera de lo político. Sobre todo, tu opinión sobre la postura de San Agustín, cuando habla de las dos ciudades, en su obra: “la Ciudad de Dios”. Gracias.

  3. ANONIMO_SPAIN · 06/11/2020 Responder

    He leído el libro, se que Locke es considerado el filosofo de la Burguesía, pero para mi lo más interesante es la división de poderes, como argumenta que un solo hombre es presa fácil de aduladores y de su propia naturaleza que lo convertirá en un déspota y como da legitimidad al pueblo para revelarse e incluso llegar a la violencia.

    Para Locke el único propósito de un gobierno es el bien de su pueblo y nada justifica otra cosa. Marco Aurelio llego a la conclusión que el gobierno es un deber y lo hizo bien, pero estaba armado con unos profundos principios estoicos que lo salvaron de los aduladores y de si mismo, no paso lo mismo con su hijo Comodo.

    Me atrevo a decir que no estoy de acuerdo con Locke en que el legislativo es el poder supremo, los 3 son iguales, solo así podrán vigilarse entre si, en igualdad tal y como dijo Montesquieu.

    Un saludo, Maestro.

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