Leibniz recargado: el poder del concepto, pt. 2/3

Hoy revisamos cómo Leibniz transforma la extensión e intensión del concepto y dejamos la esfera lógica del concepto para verlo desde la esfera metafísica del la substancia o la mónada.

Guión

 Lo que el motor es para un coche, el concepto lo es para el filósofo. Todo filósofo maneja conceptos, pero la mayoría lo hacen como si manejaran un vocho. Comparativamente, Leibniz anda en un Ferrari. Lo que en primera instancia explica la gran potencia del concepto en Leibniz es un detalle que vimos en el primer vídeo, a saber, el hecho de que lleva el concepto hasta el individuo. Podemos apreciar la novedad de lo que hace al considerar los dos parámetros de los conceptos. Todo concepto tiene una extensión y una intensión. La intensión es el contenido interno del concepto, es decir, las propiedades o cualidades que lo definen. Y la extensión es el número de individuos en el mundo a los que el concepto con esa intensión se aplica. La intensión del concepto de “árbol” sería la definición que se encuentra en el diccionario: una planta alta hecha de madera, con un tronco, ramas y hojas. La extensión del concepto de “árbol” sería todos los objetos en el mundo que coinciden con esta descripción, es decir, todos los árboles que hay. Si agregamos propiedades a la intensión, por ejemplo, hojas largas y estrechas, estamos definiendo los pinos, y la extensión se reduce a todo los árboles que sean pinos. La dinámica básica es: entre mayor la intensión, o sea, entre más específica la definición, menor la extensión, es decir, menos individuos a los que el concepto se aplica. Y la inversa, entre mayor la extensión, menor o más escueta la intensión. Seguramente, el caso más extremo sería el concepto del ser. Su extensión sería infinita, porque todo individuo en el mundo es, tiene ser. Y su intensión sería de lo más general y reducido posible.
Ahora bien, lo que Leibniz hizo con el concepto que fue tan novedoso es que lo llevo al otro extremo por completo. Recuerda que para Leibniz el mundo es un lugar razonable. Todo lo que es verdadero ha de tener una razón de por qué es así y no de otra forma. Esto es su Principio de la Razón Suficiente. Dejamos en el último vídeo con Julio César cruzando el Rubicón. Aquí el sujeto de la proposición, es decir, el concepto al que predicamos algo, es Julio César, un individuo. Si queremos entender la naturaleza verídica de esta proposición, tenemos que hacer dos cosas: 1) llevar el concepto a un individuo, Julio César, y 2) dar la razón suficiente para la que el predicado (cruzar el Rubicón) se le atribuye. Como vimos la vez pasada, esta razón suficiente es toda la cadena de causa y efecto extendiéndose hacia el pasado. La intención de César de cruzar el río se debe a varios factores previos, los cuales a su vez se deben a muchísimos más, esas razones bifurcándose hasta los últimos detalles para englobar la totalidad del mundo. Lo que dice Leibniz es que todos los predicados que describen el estado completo del mundo desde su inicio hasta que César cruzó el Rubicón están contenidos en el concepto de Julio César de la misma manera que “no casado” está contenido en el concepto de “soltero”. Pero no sólo eso, sino que también todos los predicados que serán verdaderos del mundo hacia el futuro están en el concepto de César, porque todo lo que hace César, incluyendo cruzar el Rubicón, tendrán consecuencias hacia el futuro, constituirán parte de la razón suficiente de todo porvenir. Volviendo a nuestro gráfico de la extensión e intensión del concepto de “ser”, vemos que Leibniz lo lleva al otro extremo. La extensión ahora es un solo individuo, Julio César, y su intensión, o sea, todos los predicados que contiene, se vuelve al infinito a englobar la totalidad del mundo.
Más adelante voy a usar un fenómeno de la ciencia para ilustrar cómo es que un concepto puede reflejar el mundo. Pero primero, debe quedar claro que no cualquier concepto refleja esta totalidad. Conceptos abstractos como “libertad”, “blanco” o “alto” no son suficientes. Tiene que ser el concepto de un individuo, como Julio César. Para explicar por qué, sería conveniente cambiar el enfoque de nuestro examen. En el primer vídeo y hasta ahora en éste, nos hemos adentrado en el pensamiento de Leibniz por una vía lógica: sujeto y predicado, el concepto, proposiciones y su verdad. Cambiemos de registro y acerquémonos al mismo tema por una vía ontológica o metafísica. Es decir, dejemos la idea lógica del concepto (que está en la cabeza) y pasemos a la idea metafísica de sustancia (la realidad a la que el concepto se refiere).
La realidad en la que se interesa un botánico no es la misma que la del filósofo. El catalogo de la realidad que hace el botánico es una taxonomía. El catalogo de la realidad que hace un filósofo es una ontología. No es un mero inventario de cosas, sino una pregunta por los elementos básicos que componen la realidad. Al hablar sobre la sustancia en su Discurso sobre la metafísica Leibniz está preguntando por esos elementos básicos. Para que lo tengas claro, el sujeto que hemos tratado hasta ahora en el contexto lógico corresponde a la sustancia que veremos ahora en el contexto ontológico. Para Leibniz, la sustancia, el componente básico de la realidad, son las mónadas. ¿Qué es una mónada y cómo llega Leibniz a su conclusión? Para responder, tenemos que considerar primero cuáles son las características que una sustancia tiene que tener.
La primera característica es que sea independiente; que no dependa de otras cosas. Apoyándose en Aristóteles, Leibniz dice en la sección 8 de su discurso: “Cuando varios predicados se atribuyen a un mismo sujeto, y este sujeto no se atribuye a ningún otro, se le llama sustancia individual”. Tomemos el ejemplo de “María es inteligente”, “o casada”, “o alta”. Aquí tenemos un sujeto, María, con varios predicados atribuidos. ¿Es María una sustancia? Hasta ahora cumple con la primera parte de la definición (tener varios predicados). Pero dice además, ese sujeto no puede predicarse de ningún otro. ¿Puede ser María un predicado? ¿Tiene sentido la proposición “Juan es María” o “La inteligencia es Maria”? No. Entonces María es una sustancia. ¿Y la cualidad de la inteligencia; puede ser una sustancia? La inteligencia puede ser un sujeto que recibe predicados, por ejemplo: “La inteligencia es imprescindible”. Cumple con la primera parte de la definición pero no con la segunda porque la inteligencia puede atribuirse a otras cosas (como a María por ejemplo).
La segunda característica es la permanencia. María puede ser soltera y analfabeta, pero con el tiempo puede casarse y aprender a leer. Sus cualidades han cambiado pero se trata de la misma persona. Si María perdura sobre el tiempo, es una sustancia.
Como final, las sustancias para Leibniz tienen unidad, es decir, son simples y carecen de partes. Ésta es quizá la característica más importante. De hecho, Leibniz acuña la palabra “mónada” del griego monas que significa “uno”. Si una sustancia es una unidad, esto significa que no puede ser un agregado. Leibniz ilustra esto con el ejemplo de un ejercito. Hablamos de un ejercito como si fuera una cosa, un sustantivo, pero no es más que un agregado de sus partes. Cualquier propiedad que tenga el ejercito, como su poder, se deriva de la suma de las propiedades de las personas que lo componen. Si algo no es más que la suma de sus partes, entonces no es una sustancia. Consideremos entonces estas partes, los soldados individuales. ¿Son ellos sustancias? Dijimos que María es una sustancia, y también Julio César. Sin embargo, al afirmar esto Leibniz no se refiere al cuerpo de César o del soldado ya que el propio cuerpo está compuesto de partes: órganos y huesos, etc. Sin las personas, el ejercito no existiría (por lo que es un agregado), y sin los huesos y órganos las personas no existirían, entonces las personas también son agregados. Y los huesos y órganos también son agregados porque se componen de partes más básicas: las moléculas, etc. etc. ad infinitum. Si no llegamos en algún momento a algo que sea una unidad simple sin partes, entonces todos los agregados que hemos mencionado hasta ahora serían en algún sentido irreales, como el ejercito.
En este momento, la mayoría de la gente diría que esa cosa simple que compone las moléculas, los huesos, las personas y los ejércitos son átomos. La palabra “átomo” viene del griego “a” = no, y “temnein” = cortar: aquello que no se puede cortar; indivisible. Pues Leibniz no está de acuerdo. Su argumento es que si un átomo es físico, si ocupa espacio, entonces puede dividirse, al menos en principio, por lo cual no es una unidad, sino un agregado. Los científicos en este colisionador de hadrones lo han comprobado. Y su trabajo no termina; continúan encontrando partículas nuevas más chiquitas. Si Leibniz estuviera aquí con nosotros diría quizá: “¿Por qué gastar tanto dinero para llegar algún día a una conclusión que la lógica nos puede decir ahora mismo?” En el fondo, los componentes de la realidad tienen que ser inmateriales, sustancias mentales que Leibniz llama mónadas. Hay una infinidad de mónadas, cada una eterna e indivisible.
Por contundente que sea su argumentación lógica, sin duda es un planteamiento extraño. Ya sé que tienes muchas preguntas sobre las mónadas. Para conocer más a detalle su naturaleza, volvamos a lo que dice sobre la relación entre sujeto y predicado. Una de las frases más citadas de su Discurso sobre la metafísica es: “Toda predicación verdadera tiene algún fundamento en la naturaleza de las cosas”. Recuerda que Leibniz no entiende la verdad como correspondencia con el mundo, sino como la inclusión del predicado en el sujeto. Entonces, podemos predicar de Julio César que cruzó el Rubicón porque ese predicado está encerrado o tiene su fundamento en la naturaleza de César como sujeto. Continúa diciendo: “Así, es preciso que el término del sujeto encierre siempre el del predicado, de suerte que el que entendiese perfectamente la noción del sujeto, juzgaría también que el predicado le pertenece. Sentado esto, podemos decir que la naturaleza de una sustancia individual o de un ser completo es tener una noción tan completa que sea suficiente para comprender y hacer deducir de ella todos los predicados del sujeto a quien esta noción se atribuye”.
Al hablar de la “sustancia individual” aquí se refiere a una mónada y lo equivale con un “ser completo” por lo que se entiende un concepto completo de ese ser que es un individuo. Con esto podemos decir que una mónada es aquella realidad que es representada por un concepto completo de un individuo. El concepto del individuo Julio César es semejante mónada o sustancia. Pero el concepto de algo abstracto como “honestidad” o “inteligencia” o incluso “ los solteros” o “los árboles” en general no se refiere a una sustancia debido a la naturaleza de sus predicados. Tienen un número finito de predicados que se encierran en su definición y cada uno de los cuales puede averiguarse con el principio de no-contradicción como vimos en el primer vídeo. Una sustancia o mónada, en cambio, representada por un concepto individual completo, encierra un número infinito de predicados, de acuerdo con el Principio de la Razón Suficiente. Aunque ningún soltero jamás existiera, sería siempre verdadero que no son casados, sea como sea el mundo concreto que haya. Pero la verdad de Julio César cruzando el Rubicón es distinta. La inclusión de ese predicado en el concepto de César implica una serie infinita de predicados que sean su razón suficiente, los cuales implican, ni nada más ni nada menos, el mundo entero. La conclusión extraordinaria es que toda substancia contiene envueltas en su concepto las huellas del universo entero. Ésta es la idea que realmente me fascina y que quiero tratar con más detalle, pero primero hay que resolver dos cuestionas sobre las mónadas. Primero, cómo interactúan entre sí, y dos, si constituyen la sustancias básica de la realidad, ¿cómo dan paso al mundo físico que percibimos? Pasemos primero con esta segunda cuestión.
Entendemos cómo los átomos constituyen las bases del mundo material de nuestra experiencia. ¿Y las mónadas? Si son inmateriales, ¿cómo puede su combinación producir cosas materiales? Puedes sumar cero cuantas veces quieras, nunca va a llegar a un número entero. Pareciera que todo aquello que no sea una sustancia, como los cuerpos extendidos que son agregados, no sería más que una ilusión. En cierto sentido, ésta es la posición de Leibniz, sin embargo, es una ilusión o más bien un fenómeno “bien fundamento” como dice. Compara nuestra percepción de cuerpos con la de un arco iris. Un arco iris no es sustancial, pero tampoco es una mera alucinación, ya que es una manifestación o producto de algo real, las millones de gotas de agua en el aire. De la misma manera, el mundo extendido y material es un efecto de la percepción de mónadas. Se podría decir que las cosas materiales son para el sentido del tacto lo que los arco irises son para el sentido de la vista.
Entonces, el mundo material es un mundo fenoménico; es la manifestación de la percepción de las mónadas en vez de su combinación como átomos. Si es así, entonces ¿cómo es que las mónadas que son seres humanos experimentan el mismo mundo? Recuerda que una de las características de la sustancia es que es independiente, lo cual implica que los cambios en la experiencia de la sustancia o mónada se deben a factores internos al concepto de la sustancia, no de relaciones de causa y efecto en el mundo, precisamente porque ese mundo es fenoménico, no sustancial. Sé que todo esto suena muy complicado, pero a fin de cuentas Leibniz dice que las mónadas no interactúan con otras mónadas. Carecen, dice, de “ventanas” a través de las cuales pudiese haber algún contacto. Entonces, ¿a qué se debe la aparente coordinación de las mónadas entre sí como si percibieran en términos de causa y efecto uno y el mismo mundo? La respuesta de Leibniz es sencilla. Dado que un concepto individual completo contiene todos los predicados verdaderos del mundo entero, es como si tuviera una serie de percepciones pre-programadas por Dios envuelta en su concepto. El desenvolvimiento de estas percepciones se da en perfecta armonía con las percepciones de todas las demás sustancias o mónadas.
Ésta es la célebre doctrina de la armonía pre-establecida. Leibniz la ilustra con el ejemplo de un par de relojes, uno en cada lado de un cuarto. Al observar que los dos dicen la misma hora, uno que no supiera cómo funcionan los relojes podría pensar que uno causaba que el otro diera la misma hora que el primero. Una relación de causa y efecto, que es cómo interpretamos muchos fenómenos coordinados en el mundo físico. Pero no. Alguien puso los relojes en su hora y su maquinaria interna hace que muestren la misma hora sobre el tiempo. Las mónadas, para Leibniz, son como relojes. Cada una actúa independiente de las demás desenvolviendo los predicados verdaderos de ella armónicamente pre-establecidos con las demás mónadas.
Hace rato dije que iba a ilustrar su metafísica de las mónadas y la manera en que expresan la totalidad del mundo con un fenómeno muy interesante de la ciencia actual, pero supongo que Leibniz te ha espantado lo suficiente con todo lo que hemos tratado hoy. Así que, cálmate, tómate un tiempo para digerir estas cosas, y volveremos con el papel de Dios en todo esto, cómo escoge el mejor de los mundos posibles, un par de principios más, y esa maravillosa idea de que cada mónada expresa la totalidad del mundo, para lo cual hablaremos un poco de la idea tras el cálculo que Leibniz inventó.

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17 Comments

  1. Patricia King · 13/02/2016 Responder

    Wow!!

  2. Sara · 14/02/2016 Responder

    Excelente .. Gracias

  3. Adriana · 14/02/2016 Responder

    Se que la idea de los adivinos o de las personas que leen el futuro es una farsa, de hecho no creo en eso, pero si me he encontrado con predicciones que de algún modo están en sintonía con la propuesta que medianamente he entendido de lo que ha explicado de Leibniz. Por ejemplo, cuando alguien dice: “Fulanito no llegará nunca a ser un doctor”. Muchos pensarían que Fulanito le cae mal y por eso dice eso de él. Pero pasa el tiempo y verdaderamente no llega a serlo. Será que ¿de algún modo esa persona tuvo una mínima visión de la sustancia o el concepto (mónada) de Fulanito y de todos sus predicados posibles? No creo que nadie sea capaz de tal cosa en sus totalidad… ¿Es entonces cuando surge un concepto de Dios? Bueno quizá estoy entendiendo todo mal pero la verdad que si me ha dejado pasmada, pues he vivido y sentido que todos, de alguna forma, hemos experimentado es predicción o revelación de una verdad así. Esta súper interesante Darin, muchas gracias!

    • Darin · 14/02/2016 Responder

      Hola Adriana. No creo que el clarividente esté en plan leibniziano, jaja. Hay varios trucos psicológicos que utilizan para adivinar cosas sencillas. De hecho he armado un curso sobre este tipo de tema que pronto ofreceré en línea. Haré un anuncio en la Fonda!

      • Adriana · 15/06/2017 Responder

        Hola Darin, pues nunca supe habías armado el curso que me dijiste en este mensaje. ¿Lo hiciste? Últimamente he tenido muchos planteamientos respecto a eso… Saludos!

  4. WALTER · 14/02/2016 Responder

    Muy agradecido amigo por compartir y hacerlo tan ameno y digerible la filosofía

    Que Dios le bendiga

  5. tavo · 15/02/2016 Responder

    Excelente también, ahora entiendo un poco el término monada, saludos maestro.

  6. Ricardo García B. · 16/02/2016 Responder

    Hola Darin: Felicidades por hacer llegar a los no instruidos en filosofía , como quien te escribe, todos estos contenidos. Además haces un buen uso de los recursos , te conocí por audio (ivoox), y por eso, llegué aquí. Sigue adelante, tienes en mi un seguidor que te respeta por la razón mas sencilla, te apasiona lo que haces.
    En hora buena.

    • Darin · 16/02/2016 Responder

      Hola Ricardo. Que bien que te hayan gustado los vídeos. Creo que Ivoox jala mi canal de iTunes. Voy a investigarlo más. Un abrazo!

  7. Javier · 12/03/2016 Responder

    Muy buenos vídeos y explicaciones tb te escucho por audio a través de ivoox. Espero q sigas siempre q puedas acercándonos la filosofía de forma tan clara y sencilla . Me gustaría q nos adelantases sobre q van a versar los próximos vídeos y pedirte para cuando puedas videos sobre spinoza me parece un grandísimo pensador. Gracias y un saludo

    • Darin · 12/03/2016 Responder

      Gracias Javier. Spinoza es uno de mis favoritos. Quiero hacer una serie sobre la Ética, pero va a ser duro y largo. Lo estoy preprando poco a poco. Un saludo.

  8. Fco. Manuel Espinosa · 10/10/2018 Responder

    .
    En otras palabras, que yo estoy aquí, viendo los vídeos del Maestro Darin, gracias a que a Julio César se le ocurrió cruzar el Rubicón… Y lo contrario: de no haber cruzado Julio el Rubicón, yo no existiría. Pero, ¡ojo!, tampoco su famosa frase “Alea jacta est”.

    😀

    Muchas gracias por tu generosidad, profesor.

    Un saludo desde España.

  9. Juan · 18/10/2019 Responder

    Hola Darin. Gracias. ¿Cuándo hablarás de Descartes? Saludos.

    • Darin · 21/10/2019 Responder

      No sé, la vdd. Ahora ando de año sabático, recargando pilas. Tendré muy en cuenta tu sugerencia 🙂

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