Veremos el episteme de la época moderna y el análisis de los dobles empírico-transcendental en este último vídeo sobre Las palabras y las cosas de Michel Foucault.
El episteme de la época clásica era la representación, esa ciencia del orden que clasificaba todo en tablas de identidades y diferencias. En la época moderna esto no desaparece, los científicos siguen clasificando las cosas, pero lo epsitémicamente relevante ahora no es tanto el orden como un factor temporal e histórico, que se introduce en el discurso. ¿Cómo se nota eso en nuestras ciencias?
Recuerda que en la época clásica el estudio sobre la vida se llamaba “historia natural”. La representación clasificatoria es lo que permitía conocimiento sobre los seres vivos. En la época moderna es la biología. Cómo ya sabrás, la biología para Foucault no es el producto de un simple desarrollo científico que partía de la época anterior. La condición de posibilidad de la biología no fue microscopios y mejores experimentos sino un cambio espistémico. La transición se da cuando se trata de teorizar la vida misma. La estructura física o mecánica de los seres es susceptible a la clasificación debido a la visibilidad de sus diferencias, pero la fuente misma de la vida no. En vez de estructura mecánica se trata de estructura orgánica, algo interno al organismo mismo y no reducible a lo visible. Si no es visible, no es representable. Como dice Foucault, “Lo que para el ojo clásico eran meramente diferencias yuxtapuestas con identidades ahora tenían que ordenarse y concebirse sobre la base de una homogeneidad funcional que es su fundamento oculto.” Este fundamento oculto es la vida misma, y así se pasa de estructura a función, cosa que no puede percibirse ni, por tanto, representarse.
Pasamos ahora al estudio del trabajo. Antes se llamaba el análisis de riqueza; ahora, economía política. ¿Qué hay de nuevo aquí? Pues recuerda que el énfasis sobre la temporalidad en la época moderna permitió que la vida orgánica apareciera como fenómeno, y por tanto tenemos la ciencia biológica. En la época clásica, la vida en este sentido no podía plantearse debido a su episteme. De la misma manera, algo nuevo, que no podía plantearse en la época anterior, aparece ahora en la economía política, a saber, el fenómeno de la producción, específicamente, el trabajo como proceso temporal. El episteme de la época clásica permitía que el valor se indicara, que se representara, pero no podía dar cuenta de su génesis, de por qué algo valía tanto y no más. La economía política de Marx es un ejemplo perfecto. Su teoría del valor como trabajo sí explica su origen, a saber, en un proceso de trabajo, pero ese proceso no tiene una estructura visible que puede representarse en una tabla. En vez de ser un signo de riqueza, el valor es entendido como un producto de trabajo, por lo que su aparición como tema de investigación tenía que esperar un cambio de episteme.
Y como último, la gramática general de la época anterior cambia a la filología en la moderna. Recuerda que en la época clásica el lenguaje era una secuencia de signos transparentes que funcionaban para representar el orden de cosas en el mundo. En la época moderna el lenguaje no deja de ser representativo en este sentido pero sí se vuelve mucho más complejo. Anteriormente, la gramática del lenguaje, el orden de sus elementos, simplemente reflejaba el orden de cosas en el mundo. Ese orden era su base. Pero en la modernidad, esa base, lo que determina tanto el sintaxis como el significado del lenguaje, es la inflexión. Esto se trata de cambios que se hacen a las palabras, como conjugaciones o declinaciones, para indicar tiempo, cantidad, género, etc. Esta característica es interna al lenguaje y debido a su desarrollo histórico hace que la gramática que lo estructura sea una totalidad que no puede representarse en una sencilla tabla de diferencias.
Bueno, es muy interesante ver estas diferencias entre la época clásica y la moderna, pero seguramente te has preguntado, “¿Por qué de repente la gente empieza a pensar así? ¿Qué explica el cambio de una época a otra?” Foucault no da ninguna respuesta ya que semejante respuesta sería “vertical”, tendría que hacerse desde un marco teórico o episteme específico, cosa que la mentalidad arqueológica no permite. Foucault simplemente describe lo que a nivel epistémico une el conocimiento de una época dada.
Pero lo que sí está claro es que con el colapso del episteme clásico el hombre emerge como objeto de estudio. Aparecen lo que podemos llamar las ciencias humanas. El hombre como ser físico, un ser entre los demás seres, sí aparecía en las tablas de la época clásica. Era un objeto capaz de manejar representaciones, pero el orden de lo que representaba ya era dado por Dios. Una vez puesto en tela de juicio ese orden y su origen, el hombre, que antes era un objeto entre objetos, se convierte en un sujeto entre objetos, incluso con respecto a su propia existencia física. En la época moderna, lo que el sujeto trata de entender no es el orden de los objetos sino la naturaleza de sí mismo como ordenador. El hombre se convierte tanto en el sujeto como en el objeto de su propia comprensión.
Ahora, esto no quiere decir que el lenguaje deje de representar, es sólo que el problema al que se dirige el conocimiento es distinto. En la época moderna, el problema del conocimiento no es la naturaleza de las cosas sino la condición de que haya cosas para el conocimiento. Es que antes, la existencia de las cosas era natural, dada por Dios. Ahora el hombre es la fuente, no ontológicamente sino epistemológicamente. Por tanto, aunque la representación de objetos sigue haciéndose, lo que se analiza no son los objetos sino el fundamento de su representación, en qué medida son posibles y legítimas. Esta preocupación nace de manera profunda y sostenida en el pensamiento de Kant. En su revolución copernicana, el hombre deja de conformarse al mundo y el mundo su conforma a su manera de saber. Lo fascinante es que en las manos de Kant el lugar de Dios se toma por el hombre, un ser finito y limitado. Sus limitaciones podrían verse como una desventaja, pero Kant encuentra la forma de hacerlas servir como fundamento para el conocimiento. En el resto de Las palabras y las cosas Foucault, en lo que llama la analítica de la finitud, analiza la forma en que el nuevo estatus epistemológico del hombre presenta tensiones irresolubles en el pensamiento moderno.
La tensión básica consiste en que el hombre en la modernidad es el fundamento del conocimiento pero finito a la vez. Esta dualidad se expresa en tres binomios concretos, o lo que Foucault llama dobles: el doble empírico-transcendental; lo impensado y el cogito; y el retroceso y el retorno al origen. Las cualidades de este lado son lo que le hace divino al hombre, capaz de servir como fundamento para el conocimiento. Los del otro lado son lo que caracterizan su finitud. Pasemos al primer doble.
Ahora, si la palabra “transcendental” te saca de onda, tranquilo, no es para tanto. Una filosofía transcendental, como la de Kant, simplemente trata de buscar las condiciones de posibilidad de algo, como por ejemplo la universalidad de los juicios científicos o morales. Eso no puede encontrarse en el campo empírico por razones que bien señaló Hume, sino en la naturaleza de la mente humana. Su estructura es lo que posibilita los juicios a priori.
Ahora, hemos dicho que el episteme de la época moderna tiene que ver con la temporalidad. El mundo ya no es una serie de objetos estáticos que pueden ordenarse sino un flujo cambiante y contingente. A pesar de eso, Kant asegura la fijeza del conocimiento al distinguir lo transcendental y lo empírico, la forma del conocer de su contenido históricamente contingente.
Como sabemos, la historia posterior a Kant cuestiona la pureza de lo transcendental. Para Kant, la forma en que la mente piensa era natural y valía para todos, pero muchos, como Hegel y Marx, sostenían que las categorías que usamos para ordenar la experiencia son históricamente determinadas. La experiencia empírica juega un papel mucho más fuerte en ellos. Y lo que llegó a ser el positivismo rechazó lo transcendental y desarrolló una teoría empírica de la percepción como base para el conocimiento. En estos ejemplos vemos que lo transcendental es reducido a planos naturalistas e históricas y el péndulo pasa más hacía lo empírico. Pero estos planteamientos produjeron problemas que ciertos fenomenólogos y existencialistas del siglo XX resolverían volviendo al lado transcendental. Merleau-Ponty por ejemplo buscaba lo que Foucault llama un “a priori concreto” en la experiencia vivida del cuerpo, en las formas fijas que tiene el cuerpo de experimentar el mundo. Así el péndulo regresa.
El chiste para Foucault es que la época moderna se caracteriza por esta oscilación entre los dos lados del doble. La relación entre los lados es inestable y nunca puede resolverse de forma definitiva hasta, dice Foucault, abandonar el discurso antropológico. La conocida “muerte del sujeto” fue anunciada por Nietzsche en el siglo XIX pero no llegó a pegar fuerte hasta los años 70 con el pensamiento pos-estructuralista y más generalmente postmoderna.
Bueno, pasamos ahora al siguiente doble, lo del cogito y el impensado. En general, el centro del pensamiento moderno es el sujeto, el cogito. Es lo que ilumina el mundo y hace posible el conocimiento. Pero el cogito no es un fantasma flotando por ahí. Existe en un cuerpo orgánico, rodeado de deseos y emplea un lenguaje. El punto es que el cogito no penetra o controla estas cosas del todo. No domina la totalidad del lenguaje que habla; la materialidad del cuerpo resiste ser penetrado por el pensamiento; y los deseos, pues no los puede controlar completamente. Estas cosas son necesarias para que haya pensamiento, forman su base digamos, pero paradójicamente, tienen que permanecer en la oscuridad, el cogito no los puede iluminar. Es como una luz en el cuarto que arroja una sombra de tu cuerpo. Quieres iluminar la sombra, entonces cambias la posición de la luz pero desde luego la sombra desvanece, cambia de posición. Esta oscilación entre el cogito y lo impensado es constante y también característico de la época moderna.
El último doble es el retroceso y el retorno al origen y es un tanto difícil de entender. Lo que hay que recordar es que el análisis de estos dobles Foucault lo llama la analítica de la finitud, y eso por lo que el episteme moderno trata de hacer, a saber, lograr que la finitud humana, las limitaciones del hombre, sirvan como fundamento para el conocimiento. En el caso de este último doble se trata de conocimiento de la historia y sus orígenes remotos, del hecho de que hubo un comienzo temporal de todo. Ahora, por lo que sabemos, los animales no tienen conciencia ni del pasado ni del futuro, sino viven, felizmente, en el presente. Es sólo con el hombre que un campo temporal se abre y la historia y sus objetos y sucesos se vuelven determinados y visibles. Las prácticas sociales del hombre son la fuente de la objetividad de la historia. El problema o tensión estriba en que no puede usar esas prácticas para identificar su origen histórico; ese origen retrocede como un espejismo en el desierto, no susceptible de una investigación empírica.
Todo esto es parecido a nuestro uso del lenguaje. El hombre usa el lenguaje pero no puede usarlo para dar una explicación objetiva del mismo. Para eso tendría que salir del lenguaje, cosa que obviamente no puede hacer. Pero semejante explicación no hace falta porque el hecho de usarlo implica que de alguna manera ya lo entiende. Uno emplea su lengua materna sin saber cómo usarlo.
Como en los otros dobles, el retroceso del origen hace que el péndulo oscile entre los dos lados interminablemente. Esta oscilación es a fin de cuentas la lógica de la analítica de la finitud. Ontológicamente, el hombre no es la fuente del mundo, su cuerpo, el lenguaje, etc., pero epistemológicamente sí, es la fuente del conocimiento de los mismos. La inestabilidad del episteme moderno no tiene que ver con objetos en el mundo sino con su extraña relación en la configuración epistemológica en que existen.
Al final del libro, Foucault habla de diferentes estrategias que se han empleado para unir los lados de estos dobles: el positivismo, la fenomenología, y la hermenéutica. El fracaso de estos movimientos de resolver las tensiones del episteme moderno llevó poco a poco al abandono de su imagen rector, el hombre como sujeto. Si lees algo sobre el así llamado “muerte del sujeto”, de eso se trata. Dice Foucault que este análisis arqueológico ha mostrado que el hombre es una invención reciente, una que se acerca quizá a su fin. En una de las imágenes más llamativas del libro, dice que el hombre pronto será borrado, como una cara dibujada en la arena en el borde del mar.
Antes de terminar quiero decir que estos tres vídeos que he hecho sobre Las palabras y las cosas es un examen muy por encima. Hemos cubierto los temas importantes pero hay muchos detalles muy interesante que he dejado fuera. Espero que lo que hemos visto que aquí les haya animado a leer el libro con detenimiento. Vale la pena.
Hola Darin. ¿Qué significa exactamente la muerte del hombre?
He leído en “Las palabras y las cosas” que el hombre es una invención que no tiene más de dos siglos, y que es una figura que aparece a partir de la época moderna, no sé si incluso con Kant, al ser el hombre el centro epistemológico, y al considerarse el hombre, como en la frase del sofista Protágoras, “la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”. Mi pregunta es: si este es el nacimiento del hombre (como centro epistemológico), ¿Cuál es su muerte?¿su muerte se ha producido ya, o sólo es algo previsible y/o deseable?
Un abrazo Darin. Gracias por tu trabajo.
Hola Tony. Sí, el ‘hombre’ en ‘la muerte del hombre’ no es el ser físico sino epistemológico. Dependiendo de tu escuela o forma de pensar, está vivo o muerto. Para alguien como Foucault, ‘matando’ al hombre resuelve más problemas que crea, para otros no. Dpeende de tu punto de vista!
dary el maestro me encargo resumen de las difernetes escuelas de la fonda filosofica cuales son porfavor ayudame es para el sabado 4 de octubre del 2014
Perdón, no entiendo la pregunta.
Hola Darin. Me gustaría saber cuál es, en el Las Palabras y las Cosas de M. Foucault, la episteme de a comprensión y cómo se diferencia con la de la ciencia moderna. Muchas gracias.
Hola. No entiendo lo que quieres decir por “comprensión”.
Hola. Es muy bueno el abordaje que haces en los videos. Aclaran mucho el panorama. Gracias!
¡Gracias Alejandra!
Saludos Darin, excelentes los tres videos, la verdad leí el libro hace ya bastante tiempo, al revisar tus videos regresé a su lectura y he encontrado cosas que antes me resultaron invisibles, haces un excelente trabajo desde la fonda filosófica, muchas felicitaciones desde Venezuela, ah, tengo amigos en Xalapa y también en la Veracruzana que es una magnifica universidad, un abrazo y sigue adelante.
Hola Jorge, que bueno que te hayan ayudado los vídeos. Te mando un fuerte abrazo desde Xalapa!
¡Muchísimas gracias, Darin! Se ha vuelto usted mi nuevo profesor favorito.
Saludos desde Granada, España.
Jaja, que linda Marta, gracias a ti.