Hoy analizamos el escrito “El nihilismo alemán” del filósofo político Leo Strauss. Su noción de la sociedad cerrada constituye una fuerte crítica al liberalismo. Sin embargo, termina defendiendo la democracia liberal con una propuesta reivindica la vida filosófica frente el belicismo de autores como Schmitt y Heidegger.
Donativos con tarjeta de crédito: https://ko-fi.com/lafondafilosofica
Donativos depósito bancario: Banorte; CLABE 072840008940049751; Darin Michael McNabb
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
En la primavera de 1941, mientras Hitler convulsionaba Europa, alumnos del New School for Social Research en Nueva York se reunieron para escuchar una conferencia con el título “El nihilismo alemán”. El conferencista fue Leo Strauss, filósofo judío nacido en Prusia en 1899. Alejándose de condiciones políticas cada vez más preocupantes, dejó Alemania por Francia, luego Inglaterra, llegando eventualmente a los EEUU en 1937 donde encontró trabajo en el New School.
Para cualquiera de precisamente ese momento histórico, la frase ‘nihilismo alemán’ no podía sino referirse a la furia nihilista y destructiva de los Nazis, pero Strauss tenía en mente un fenómeno mucho más profundo. Empieza su conferencia señalando que “el Nacional Socialismo es sólo la forma más famosa del nihilismo alemán – su forma más baja, más provincial, más inculta, y más deshonrosa”. A diferencia de Carl Schmitt, Strauss no defendía de ninguna manera el régimen Nazi. Pero tampoco lo criticaba en el tono estridente de muchos intelectuales que consideraba Hitler un gangster loco, y sus seguidores, provincianos estúpidos. Si te acuerdas, eso es lo que hizo Hillary Clinton en 2016 cuando llamó los seguidores de Trump una ‘canasta de deplorables’. Pues Strauss es mucho más sofisticado y profundo que eso. Dice: “La derrota del Nacional Socialismo no significará necesariamente el fin del nihilismo alemán, ya que ese nihilismo tienes raíces más profundas que los discursos de Hitler y de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y todo eso”. Los EEUU en ese momento aún no había entrado a la guerra. Los norteamericanos se sentían lejos del conflicto, no sólo geográficamente sino también culturalmente – sería muy extraño que Strauss presentara un discurso titulado el ‘nihilismo americano’. Sin embargo, eso es justo lo que quiere que entienda su público, que el peligro del nihilismo acecha en el seno mismo de la sociedad norteamericana.
Ahorita veremos en qué sentido, pero primero hablemos más del peligro – el nihilismo – ¿qué entiende Strauss por nihilismo? En primera instancia, se trata de una postura teórica sobre el mundo que dice que conocimiento sobre el mundo es imposible, que la vida no tiene sentido, o que valores humanos carecen de una base. Estas tesis, una vez aceptadas, pueden expresarse prácticamente en la forma pasiva de la depresión o la ansiedad o en una forma más activa – la violenta destrucción. Cuando Strauss habla del nihilismo alemán habla de ese impulso destructivo, y dice que el objeto de este impulso, aquello que se quiere destruir, es la civilización moderna, y esto en un sentido específico. Dice Strauss: “El nihilismo alemán desea la destrucción de la civilización moderna en tanto que la civilización moderna tiene un sentido moral”.
Tendemos a pensar que lo que nos distingue de, no sé, los antiguos egipcios es la tecnología, que a diferencia de ellos nosotros tenemos aviones y plantas nucleares para hacer la vida menos penosa, pero no somos por tanto simplemente egipcios antiguos volando en aviones. Ha cambiado la tecnología pero también ha cambiado el ser humano, su cultura, su moral. Simplificando las cosas, se podría decir que la tecnología responde la pregunta ¿qué? ¿Qué hay en esta civilización moderna? Aviones y plantas nucleares, etc. Pero aparte está la cuestión del por qué de esta civilización. Éste es el sentido moral al que se refiere Strauss. El sentido moral de la civilización moderna al que el nihilista alemán se objeta se expresa, como dice Strauss, en formulaciones como: “mejorar las condiciones de vida del hombre, salvaguardar los derechos del hombre, o la mayor felicidad para el mayor número”.
Lo que los nihilistas alemanes protestan es una civilización que entiende su “para qué” en este sentido. Para mucha gente, valores como los derechos humanos y la felicidad humana son buenos. ¿Qué problema tienen los nihilistas con ellos? Strauss lo explica al hacer una distinción entre la sociedad abierta y la sociedad cerrada. La protesta moral de los nihilistas, dice, “procede de la convicción de que el internacionalismo inherente en la civilización moderna o, con mayor precisión, que el establecimiento de una sociedad perfectamente abierta – la cual es la meta de la civilización moderna – que esa meta y toda aspiración dirigida hacia esa meta son irreconciliables con las demandas básicas de una vida moral. Esa protesta procede de la convicción de que la raíz de toda vida moral es esencial y eternamente la sociedad cerrada; procede de la convicción de que la sociedad abierta muy probablemente será, si no inmoral, al menos amoral: el punto de encuentro de los que buscan placer, ganancia, el poder irresponsable, en efecto cualquier clase de irresponsabilidad o falta de seriedad”.
Hay muchas cosas aquí que hay que desempacar. Primero, en vez de ver estos conceptos de sociedad abierta y sociedad cerrada como sustantivos, es decir, como cosas que podríamos señalar con el dedo y decir “Ah, ésa es una sociedad abierta, y ésa es cerrada”, sería mejor verlos como tendencias. Para explicar lo que quiero decir, consideremos la siguiente progresión: individuo, pareja, familia, clan, tribu, ciudad, estado, nación, federación . . . ¿Hasta donde puede llegar esta creciente aglomeración de personas? En el pasaje que citamos, Strauss dice que la meta de la civilización moderna es la sociedad perfectamente abierta. Semejante sociedad sería una sociedad internacional o mundial que abarcara todos los seres humanos en el planeta. Y aunque no lo mencione, podríamos caracterizar el otro extremo de esta progresión como una sociedad perfectamente cerrada, digamos la pareja. Si la pareja puede llamarse una sociedad, es una sociedad sumamente cerrada porque sólo dos personas pueden ser miembros. A lo que voy con todo esto es que cualquier sociedad actual existente se encuentra entre estos dos extremos y tienden o bien hacia mayor abertura o hacia menor abertura.
Volviendo a la noción de una sociedad perfectamente abierta, los antiguos griegos tenían una palabra para esto – cosmopolis. Un miembro de un cosmopolis sería precisamente un cosmopolita, un ciudadano del mundo. Aunque hubiera cierta conciencia panhelenista entre todos los que vivían en la península griega, los griegos no eran muy cosmopolita; uno pertenecía principalmente a cierta ciudad y se identificaba con ella, como Atenas. Para los atenienses, eras o bien ateniense o eras bárbaro, es decir, un extranjero inculto y extraño. Esta mentalidad se ve de hecho en el primer libro de La república, donde Sócrates conversa con un tal Polemarco quien define la justicia como “hacer bien a los amigos y mal a los enemigos”. Si te das cuenta, ahí vemos la famosa distinción que hace Carl Schmitt, la de amigo/enemigo. Es una mentalidad bastante común en la historia humana, una mentalidad que en la actualidad muchos llamarían cerrada precisamente. Pero nosotros no nos consideramos cerrados sino más bien ‘open mind’, ‘mente abierta’. Bueno, estoy divagando. En pocas palabras, una sociedad abierta tiende hacia una articulación de una mayor cantidad de personas y una sociedad cerrada hacia una cantidad menor.
Lo que afirma Strauss en la cita es que, para los nihilistas alemanes, sociedades que tienden hacia mayor abertura van en contra de las demandas de la vida moral. Para entender por qué, sería bueno detenernos un momento en los nihilistas alemanes. ¿Quienes son precisamente? Son los jóvenes alemanes que vivieron el colapso del Imperio Alemán en 1918 y la instauración de la República Weimar, jóvenes como el mismo Strauss quien en ese momento tenía 19 años de edad. Es que la Primera Guerra Mundial había destrozado el mundo que conocían. Las costumbres y las autoridades que habían estructurado su mundo se habían colapsado, dejándolos perdidos y desorientados, y en su lugar la erección de un estado liberal que cambió casi por completo las reglas del juego. En el ámbito sociopolítico, Alemania estaba entrando de golpe en la civilización moderna. Para muchos jóvenes que experimentaron todo eso, el cambio no fue por el bien ya que algo muy importante estaba perdiéndose, a saber, la misma posibilidad de la moral, de vivir una vida digna y virtuosa. En su texto Strauss dice que lo que motiva la protesta de estos jóvenes es “un amor por la moralidad, un sentido de responsabilidad por una moralidad amenazada”. ¿Qué significa para estos jóvenes nihilistas ser moral? Para ellos, Strauss dice, “La vida moral . . . Significa una vida seria. La seriedad, y lo ceremonial de la seriedad – la bandera y el juramento a la bandera – son los rasgos distintivos de la sociedad cerrada . . . Sólo la vida en tal atmósfera tensa, sólo una vida que se basa sobre la conciencia constante de los sacrificios a los que debe su existencia, y de la necesidad, la obligación, del sacrificio de la vida y de todos los bienes mundanos, sólo semejante vida es verdaderamente humano: lo sublime es desconocido para la sociedad abierta”.
Creo que este concepto de lo sublime sirve muy bien para distinguir lo abierto de lo cerrado. Experimentar algo como sublime es sentir la grandeza o la belleza de esa cosa. Para algunos puede ser la bandera y lo que representa, para otros puede ser Dios. Sea cual sea el objeto, el chiste es que es algo más grande e importante que tú ante el cual sientes asombro y por el que estarías dispuesto a sacrificar la vida. Según Strauss, la sociedad abierta no proporciona condiciones para suscitar esa experiencia, sino más bien su contrario, a saber, lo ordinario, lo prosaico, lo cotidiano o monótono. ¿Por qué? ¿Qué tiene la sociedad abierta que impide lo sublime? Recuerda que la sociedad abierta aglomera cada vez mayores cantidades de personas en una unidad social. Para que no sea un mero conjunto de personas sino una unidad, tiene que haber algo que los une, algo que tengan en común. En la civilización moderna, eso tiende a ser la propia humanidad de uno, ser simplemente un ser humano. Es por eso que vemos un énfasis en cosas como los derechos humanos. El punto es que para forjar esa unidad hay que tomar sociedades cerradas más pequeñas y suprimir las identidades y las costumbres provinciales que distinguen y separan a la gente. Con la creciente disolución de esas barreras, lo único que queda para articular la vida en común de tanta gente es lo económico.
La política en efecto se ha subordinado a la economía, lo cual no es de extrañar ya que era en buena medida la meta del proyecto de la Ilustración. La idea era que el ejercicio de la razón conduciría a la felicidad humana: el conocimiento eliminaría el prejuicio y la superstición, la ciencia conquistaría la naturaleza, las artes refinarían nuestras costumbres, y las pasiones egoístas de los ciudadanos conduciría a una sociedad estable. Ésa fue la idea de Adam Smith en La riqueza de las naciones, que cada quien persiguiendo sus intereses económicos individuales produciría el mayor bien para la totalidad. Por el bien de la argumentación, supongamos que ese bien, esa estabilidad, sí se tiene. Para los nihilistas alemanes, si eso es lo mejor que se puede esperar de la vida humana, pues es muy pobre y mediocre. El problema es que en el entorno económico, no hay nada sublime, nada de grandeza y belleza por el que uno se sacrificaría, nada exterior a uno al que puede pertenecer y comprometerse. La cosa que nos une, la humanidad, es demasiado abstracto para servir como base para una comunidad, así que todo se reduce al individuo y sus deseos, a un egoísmo calculador que impide posibilidades más nobles de vida. La sociedad cerrada tiene sin duda una economía pero no es su fuerza motriz. Más bien son principios políticos o religiosos o de algún otro tipo de valor lo que estructuran las posibilidades la vida humana; ponen límites y metas que guían el deseo humano, dando a la vida de uno cierta textura y forma. En la sociedad abierta la economía es lo que manda y lo que no hace de ninguna manera es poner límites al deseo, sino al revés, la ciencia de la economía se basa precisamente sobre la emancipación del deseo, el crecimiento del deseo sin límites, muy parecido a como la sociedad abierta aglomera cada vez mayores cantidades de personas sin límite.
Ahora con todo eso dicho podemos entender por qué para los nihilistas alemanes la tendencia hacia una sociedad perfectamente abierta va en contra de la posibilidad de una vida moral. Es que la esencia de la experiencia moral es la auto-superación. Sientes el impulso del apetito, la inclinación hacia algo, digamos comer un chocolate, comprar un iPhone, checar tus redes sociales, y dices “No, no me lo como, no lo compro”. Por un lado, pierdes el placer que te esperaba, el muy grato jalón de dopamina que nuestra sociedad entrega con tanta facilidad. Pero, por el otro, recibes un placer de otro tipo, no un placer físico sino uno moral o espiritual, el de haber superado a ti mismo. En la experiencia moral, uno deja de ser esclavo a sus apetitos y se convierte en dueño de sí mismo, en un ser libre. Es una experiencia de ennoblecimiento que difícilmente la sociedad abierta proporciona porque donde principios económicos rigen no se trata de limitar o moldear el deseo sino de emanciparlo y satisfacerlo, sea como sea. Si uno trata de resistir sus inclinaciones y superarse a sí mismo, la motivación no habrá venido de ninguna característica de la sociedad abierta sino de un valor asociado con las sociedades cerradas.
Este mundo moderno, liberal y permisivo, es lo que los jóvenes nihilistas rechazan. Lo que anhelan son los exigentes códigos y normas de sociedades más antiguas que suscitan cualidades como el deber y el sacrificio, el peligro y el honor. Estos son valores de guerrero. La civilización moderna ha sustituido esos valores de guerrero por valores comerciales, por las confortables normas de la sociedad comercial y la vida burguesa. Ideales heroicos que sólo algunos cuantos podían alcanzar no iban con el espíritu igualitario de las democracias modernas así que fueron rebajados para que las masas comunes y corrientes pudieran alcanzarlo. Ideales que promovían la excelencia espiritual o intelectual fueron eclipsados por los que promovían la salud y la prosperidad, ideales que exigían la abnegación y la renuncia fueron reemplazados por ideales que promovían la autorrealización.
La diferencia entre la sociedad cerrada y la abierta se reduce a fin de cuentas a una diferencia sobre la respuesta a la pregunta ¿Cual es la mejor forma de vivir? Para los jóvenes en cuestión se trata de comprometerse a una causa grande y noble, lo cual implica sacrificar la comodidad material con sus pequeños placeres y estar dispuesto en su caso a dar la vida. Lo que menos les interesa es el confort y la seguridad; para ellos, esos no son ideales sino precisamente tentaciones. Despistan a uno del camino de volverse plenamente humano, lo cual consiste no en el consumo ciego de bienes (ya que los animales hacen eso) sino en nuestra capacidad de contradecir esos bienes, de tomar una postura radical ante la vida y desdeñar la mera supervivencia.
A lo mejor te parezca algo extremo o exagerado esto, sin embargo, es muy interesante hacer notar que es justo la vida de la sociedad cerrada lo que nos gusta ver en el cine. Toma por ejemplo El señor de los anillos. Se trata de reyes y lealtad, de amigos y enemigos, de arriesgar la vida por un bien mayor. La historia se extiende a lo largo de tres películas, pero lo interesante para nuestro análisis no es tanto lo que sucede en 99% de la historia sino el inicio y el final. En el inicio, Frodo y sus compañeros tienen una vida tranquila y placentera, pero luego llega Gandalf, se descubre el anillo, se dan cuenta del gran peligro que amenaza La Tierra Media, y así de repente Frodo y sus compañeros se encuentran arrojados en una gran aventura en el que se convierten en héroes. En los últimos dos o tres minutos de la última película con el mal vencido y el mundo a salvo, el compadre de Frodo, Sam, regresa a su casa en la comarca. Sale corriendo su pequeña hija para abrazarlo, llega a la puerta de la casa donde le espera su esposa, la besa y entran a la casa y cierran la puerta. Imagínate que hubieran hecho tres películas enteras sobre la vida de Sam y su familia en la comarca, trabajando la tierra, cosechando, jugando y disfrutando de la vida. ¡Qué aburrido! No conozco ninguna película, ninguna novela, que ensalza la vida en la sociedad abierta. Claro, hay muchísimas películas que tienen lugar en la sociedad abierta pero lo que llama la atención estéticamente no es el consumo de bienes para conseguir el confort y la seguridad, sino un conflicto que irrumpe en la vida del protagonista, alguna situación que tiene que superar y que requiere de virtudes muchas veces heroicas y nada comunes. Muchas veces el conflicto brota precisamente de la sociedad abierta liberal, de su banalidad, y aquellas de sus cualidades que conducen al protagonista, como en la película Belleza americana, a echarlo todo por la borda. Lo interesante es que vemos Belleza americana o las tres películas del Señor de los Anillos y nos encantan (bueno, al menos a mí me encantan), pero luego saliendo del cine lo que manifestamos con todo lo que hacemos es que no nos gustaría pasar por todo lo que Gandalf y compañía pasaron en esas películas. Lo que buscamos es precisamente el confort y la seguridad que imaginamos que disfrutan Sam y su familia al final de la película. Me resulta muy curiosa y extraña esta escisión entre lo que nos mueve en el mundo real y lo que nos conmueve en el cine y la literatura.
En estos tiempos de mucha polarización social yo creo que convendría mucho fijarnos en lo que acabo de comentar ya que señala algo que tenemos en común, al menos una gran mayoría, a saber, cierto disgusto o insatisfacción con el estatus quo, con la sociedad abierta que parece diseñada para producir el consumo y la autocomplacencia, en pocas palabras, para producir alguien como Homero Simpson. Cuando leí este ensayo de Strauss sobre los nihilistas alemanes pasaron dos cosas. Simpaticé en cierto grado con la preocupación y motivación de esos jóvenes alemanes, con su crítica a lo que Strauss llama la sociedad abierta, y al mismo tiempo me di cuenta que algo de la misma motivación puede estar a la base de los que participan en este movimiento que he llamado de la ultraderecha. Cuando escucho a un trumpista hablar de la bandera, de Dios, de la nación y de “Make America Great Again”, mucho de lo que dice me genera un fuerte rechazo, me repugna, sin embargo, gracias a Strauss, entiendo una de sus posibles motivaciones y me identifico en alguna medida con ella. El problema, en el caso de EEUU, es que el pararrayos que canaliza toda esa energía es un payaso narcisista que está muy lejos de ser el soberano que Carl Schmitt defiende. En su escrito Strauss dice: “Los jóvenes de los que hablo tenían necesidad de maestros quienes podían explicarles de forma articulada el significado positivo, y no meramente destructivo, du sus aspiraciones. Creían haber encontrado semejantes maestros en ese grupo de profesores y escritores quienes, intencionalmente o no, abrieron el camino para Hitler (Spengler, Moeller van der Bruck, Carl Schmitt, Ernst Jünger, Heidegger). Si queremos entender el éxito singular, no de Hitler, sino de esos escritores, tenemos que echar un vistazo a sus oponentes quienes al mismo tiempo eran los oponentes de los jóvenes nihilistas”.
Con la disolución en 1918 del Imperio Alemán y el establecimiento de la República Weimar, una nueva generación de maestros tuvieron la oportunidad de formar a los jóvenes. Ellos se habían formado en nuevos métodos pedagógicos basados en el discurso del progreso de los ideales de la Ilustración. Querían que Alemania se avanzara para unirse con el resto de Europa en el mundo moderno. Cuando los jóvenes alemanes, incluyendo el mismo Strauss, empezaron a cuestionar esos ideales y el tipo de sociedad que promovían, los maestros simplemente no lo podían aceptar, no podían ver ni mucho menos aceptar la legitimidad de sus preocupaciones; las tachaba de primitivas y hasta patológicas. En fin, en vez de dialogar con los jóvenes, los callaban. No extraña entonces que buscaron maestros que si legitimaban sus inquietudes, maestros como Heidegger y Carl Schmitt. En su escrito, Strauss critica tanto a los pedagogos liberales por su falta de imaginación moral pero también a Heidegger y Schmitt y compañía por cultivar el lado más destructivo de la pasión de los jóvenes. Lo que les hacía falta, dice Strauss, eran maestros “old-fashioned”, maestros de la vieja escuela digamos que tomaran en serio las preocupaciones de sus alumnos sin darles rienda suelta.
A lo mejor Leo Strauss sea uno de esos maestros. El valora mucho la sabiduría de la tradición pero no por eso sea un enemigo del liberalismo, de hecho lo defiende. Para entender cómo y por qué, veamos la crítica que hace a Schmitt, la cual se encuentra en su ensayo “Notas sobre el concepto de los político”. Habíamos comentado que los nihilistas alemanes quieren rescatar la posibilidad de una vida moral, la cual significa, dice Strauss, un vida seria. En su ensayo sobre Schmitt hace eco de esta idea. Para Schmitt, un mundo totalmente pacificado y sin conflicto se devolvería rápidamente en mero entretenimiento y frivolidad. Dice Strauss: “[Schmitt] afirma lo político porque ve en el estatus amenazado de lo político una amenaza a la seriedad de la vida humana. A fin de cuentas, la afirmación de lo político no es más que la afirmación de lo moral”. Entonces Schmitt busca la seriedad moral, pero una moral, dice Strauss, carente de la esencia de la moralidad, a saber, la obligación. ¿Qué quiere decir? Pues, vimos que la distinción política esencial para Schmitt es aquella entre amigo/enemigo, una enemistad constitutiva que implica la posibilidad de batalla y de sacrificio la vida. En la cultura de la derecha y de la ultraderecha se ve una fuerte valorización de lo militar, del soldado que cae en el campo de batalla y el honor que hay que rendirle. Para Schmitt, lo que constituye la seriedad de la vida es la lucha misma. Lo que Strauss comenta es que para que ese sacrificio sea un ejemplo de la moralidad de la seriedad, tiene que haber muerto cumpliendo una obligación. Para Schmitt, dice Strauss, “la afirmación de lo político como tal es la afirmación de la lucha como tal, sin importar aquello por el que se lucha”. Como comenta Robert Howse: Vaciado de contenido, el ideal de la lucha es sólo una preferencia más cuyo estatus moral no es ni mayor ni menor que la preferencia liberal opuesta por la paz y el derecho, que es igualmente sincera y honesta. Las dos son convicciones genuinas: los liberales simplemente tienen ideas distintas sobre lo que merece tomarse en serio.
Strauss era un defensor crítico de la democracia liberal. Valoraba el espacio que dejaba para la libertad de pensamiento y el ejercicio de la razón, pero también veía su lado más oscuro lo cual hemos tratado en este vídeo. Lo que trató de comunicar al auditorio de alumnos en el New School ese día en 1941 era que la amenaza que enfrenta la democracia liberal, al menos la más importante, no venía de fuera, de dictadores autoritarios, sino de adentro, de los propios ideales de igualdad y libertad que tienen el efecto, o pueden tenerlo, de domesticar los anhelos más elevados del alma humana.
Había comentado que no hay ninguna sociedad completamente cerrada ni completamente abierta, sino una combinación de las dos. En vez de minimizar una y maximizar la otra, quizá el punto sea encontrar la esfera apropiada de las dos. Para explicar lo que quiero decir cito a un crítico literario y sinólogo que se llama Simon Leys. En un ensayo suyo habla del lugar de las universidades en la democracia y dice lo siguiente: “El carácter elitista de la torre de marfil es denunciado en nombre de la igualdad y la democracia. La demanda por la igualdad es noble y debe ser apoyada completamente, pero sólo dentro de su propia esfera, que es la de la justicia social. No tiene lugar en ninguna otra parte. La democracia es el único sistema político aceptable; sin embargo, concierne exclusivamente a la política y no tiene aplicación en ningún otro dominio. Si se aplica en cualquier otra parte, es la muerte – ya que la verdad no es democrática, la inteligencia y el talento no son democráticos, ni tampoco la belleza, ni el amor, ni la gracia de Dios. Una educación verdaderamente democrática es una educación que habilita intelectualmente a uno a defender y a promover la democracia dentro del mundo político; pero en su propio campo, la educación debe ser implacablemente aristócrata y elitista, orientada descaradamente hacia la excelencia”.
Uno no tiene que ir a un campo de batalla y arriesgar su vida para probar su humanidad, para vivir una vida humana virtuosa. Dentro de la sociedad abierta, donde la democracia tiene su lugar, hay muchos espacios cerrados: un monasterio, por ejemplo, un cuartel militar, y también la universidad. Incluso las universidades públicas deberían ser cerradas en el sentido de la cita que acabo de leer. Sin embargo, cada vez más los valores y criterios propios del espacio público democrático están aplicándose en el espacio académico. La verdad y la excelencia, que son valores intelectuales, tienen que competir cada vez más con valores políticos como la diversidad, la inclusión, la equidad, los derechos, y el creciente aparato burocrático, todo lo cual hace que la formación de un alumno se parezca más a un proceso político de negociación que una prueba de fuego. Si alguien me dice que fulano de tal tiene X o Y grado académico, lamentablemente eso no me dice absolutamente nada ya que he conocido y conversado con tanta gente con el grado de doctor digamos que digo a mí mismo ¿cómo es posible que se haya doctorado? – ni siquiera sabe hilar un argumento. Eso habla mal no tanto del individuo sino del sistema educativo que tanto ha bajado sus estándares. La situación de la educación superior hoy en día me genera tristeza, pero si fuera un alumno de 18 años listo para iniciar esos estudios, creo que me generaría más bien cinismo o incluso hasta nihilismo.
Menciono todo esto de la universidad porque está a la base de su defensa de la democracia liberal. Fíjate que un elemento muy reconocido sobre le pensamiento de Strauss es lo que plantea en su libro La persecución y el arte de escribir . Dice que filósofos e intelectuales en general a lo largo de los siglos y milenios escribían de forma esotérica. Por un lado, sus textos tenían un contenido exotérico, un mensaje superficial armado de opiniones convencionales para un público general, y por el otro un mensaje esotérico escondido y disfrazado para los pocos capaces de captarlo. Escribían de esta forma porque vivían precisamente en sociedades cerradas por lo que tenían que protegerse de la retribución de las autoridades políticas. Es por eso que Strauss valora la democracia liberal, por la libertad de pensamiento que proporciona a los intelectuales.
Al mismo tiempo, como hemos visto a lo largo de este vídeo, valoraba la forma en que sociedades cerradas proporcionan un marco para la experiencia moral y la cultivación de valores espirituales. El peligro para Strauss es cuando esa experiencia y esos valores se entiendan únicamente en términos bélicos, marciales. Recordemos su problema con Schmitt. Su distinción de amigo/enemigo es lo que fundamenta las virtudes marciales del guerrero. Luchar contra un enemigo en común es lo que da sentido a la vida, pero el guerrero que lucha tiene que darse cuenta de que su enemigo está en la misma situación. Es que los dos están luchando en nombre de una causa mayor – la nación, la bandera, un rey, o lo que sea – y cada uno cree que su causa es la buena, es mejor, es la verdadera. El punto es que esas diferentes causas no hacen que el heroísmo de uno con respecto al otro sea menor o mayor. Los dos luchan de forma noble, pero el guerrero que se pone a pensar en eso se da cuenta de que su causa es entonces casi algo superfluo; se relativiza. ¿Por qué luchar por este ideal si mi enemigo, luchando por otro ideal, por otro Dios o bandera, también lucha y por tanto vive de forma virtuosa y noble? Para Strauss, esta situación hace que la lucha del guerrero no sea propiamente moral ya que el objeto de la acción moral se ha relativizado; no puede constituir una verdadera obligación.
En vez de la vida del guerrero, Strauss promueve la vida del filósofo, lo cual no implica suprimir las virtudes marciales sino sólo trasponerlas a la esfera de la mente; seguir luchando pero no contra el enemigo de esta o aquella bandera sino contra el enemigo de la mente, a saber, la falsedad. De esta manera, dice Strauss, el guerrero puede realmente alcanzar lo que busca en el campo de batalla, ya que en la batalla intelectual la verdad es única y universal. Si uno se equivoca, está obligado a dar la razón al otro. No puede decir “Pues yo tengo mi verdad y tú la tuya”. Lo bueno es que el otro, en vez de ser vencido, es ennoblecido porque aprende. La visión de Schmitt es un destructivo juego de suma cero mientras que la de Strauss, aun cuando defienda el liberalismo político, proporciona un espacio en el que la sublimidad sí puede experimentarse. Ese espacio es el mundo de las ideas y la búsqueda por la verdad. Sin duda, la vida filosófica no es para todos. Como en La república de Platón, la mayoría se dedicarán a la vida productiva y comercial, lo cual está muy bien – ninguna sociedad puede sobrevivir sin esa actividad. Pero como trató de comunicar al público que escuchaba su discurso ese día en el New School en 1941, semejante sociedad abierta debería tener cuidado en proporcionar espacios cerrados, como el de la universidad, en los que el espíritu humano puede enfrentar los obstáculos y retos necesarios para la experiencia, precisamente, de lo sublime.
Este escrito de Strauss es lo que me inspiró a hacer esta serie de vídeos porque me hizo ver con nuevos ojos una posición que antes rechazaba sin más. Sigo rechazando esa posición, pero en la medida en que sus simpatizantes sean motivados por algo parecido al de los nihilistas alemanes, al menos los puedo comprender aun cuando no apruebo la solución.
En fin, hay otros pensadores de la ultraderecha que podríamos analizar: Donoso Cortés, Julius Evora, Alexander Dugin, pero creo que voy a dejar la serie aquí. Bueno, el pensamiento de Alasdair McIntyre sí me interesa revisar, pero de momento estoy cansado de este tema. A lo mejor más adelante lo retome.
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
Muy buena la serie de reflexiones sobre la filosofía de la ultraderecha y comprendo tu cansancio con el tema (hace mucho que me obseciona el asunto y también me está cansando un poco) pero… siempre hay un pero, me dejaste con la acuciante curiosidad por conocer tu análisis del tema en el pensamiento de Alasdair McIntyre!!! Saludos y mil gracias por tus invalorables aportes al pensamiento en estos tiempos fermentales.-
A ver cuando hago eso de McIntyre!
Darin, veo tus videos desde hace años y aprendo siempre algo nuevo, me inspiran a leer de los autores que abordas con tanta claridad. Mi más sincera felicitación por tu labor divulgativa y tú coherencia ante el dilema con la academia. Tienes toda mi admiración. Está serie de la ultraderecha me fue especialmente enriquecedora para comprender mejor algunas complejidades sociales que parecen no tener sentido.
Qué bueno que te gustó Lidia 😊
Muchas gracias, Darin. Jamás me pierdo un vídeo. El contenido que tienes a nivel filosófico es invaluable.
Saludos,
Enrique Pereira.
Muchas gracias Enrique 😊
i open the page, saw this post, but no HELP at all to find the first one, guess ill have to search for it
Esperé meses por esta cuarta parte, mientras repasaba las tres anteriores, incluso releer a los autores, Schmitt, Weber, Nietzsche, lo cual me ha dado un ‘renovado’ marco para saber qué es y qué no es la la ultraderecha. Muchas gracias Darin por tus clases.
Gracias a ti Daniel
Estimado maestro, siempre agradecida por compartir sus conocimientos y ayudarme a comprender mejor mi realidad
Gracias a ti Alma 😊
Gran exposición de los orígenes y derroteros de eso que viene en llamarse fascismo y que nos ayuda a entender mejor las motivaciones de otras personas. Además, aportas al final una posible salida a esa polarización actual y es lo que ya apuntaba Nietzsche y no supieron ver los Nazis, cuando se refería a la superación del hombre él siempre hablaba de superación del yo, no de la imposición sobre el otro; digamos algo así como: fascismo para nuestras inquietudes mentales y democracia liberal o socialismo (según preferencias) para nuestra relación con los demás. Tu compleja explicación está muy documentada y me ha aclarado algunas dudas que arrastraba desde adolescente. Parafraseando a Jack Nicholson en Mejor Imposible: “tú haces que seamos mejores personas”. Gracias maestro y merecido descanso.
Gracias Mariano!
Estimado Darin:
Muchas gracias por tus videos, siempre tan profundos y pedagógicos. Quisiera preguntarte por el ensayo de Simon Leys que citas en este último video, p.4, de la filosofía de la ultra derecha. ¿Cuál es el titulo de la obra de Leys que ocupas? Muchas gracias y saludos
Hola Eduardo. El libro se llama “The Hall of Uselessness: Collected Essays”. No sé si se encuentre traducido al español.
Hola. Te dejo este enlace de un artículo recién publicado que está relacionado con el tema por si es de tu interés.
https://theconversation.com/elon-musk-and-the-narratives-of-decadence-that-link-all-anti-democratic-movements-247396?utm_medium=article_clipboard_share&utm_source=theconversation.com
Gracias por tus vídeos
Muchas gracias Jorge 😊