Hoy un análisis del pensamiento de Carl Schmitt: el soberno y el estado de excepción, la homogeneidad del pueblo, y la distinción amigo-enemigo. Además su crítica de la democracia liberal.
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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
Para la elaboración de este vídeo me apoyé en los siguientes escritos:
Wolin, R., “Carl Schmitt: The Conservative Revolutionary Habitus and the Aesthetics of Horror”, Political Theory, Vol. 20, No. 3. (Aug., 1992), pp. 424-447.
The Oxford Handbook of CarlSchmitt.
Hasta ahora en la serie hemos hablado de Nietzsche, Freud y Weber y la manera en que cada uno plantea la tensa y problemática relación entre el individuo y la sociedad, todo con miras de preparar nuestro análisis de Carl Schmitt, uno de los intelectuales más importantes y rigurosos en su defensa del fascismo. Carl Schmitt fue jurista y politólogo alemán, miembro y defensor del Partido Nazi. Escribió muchísimos libros, pero los tres más importantes para nuestro análisis son: Teología política, Sobre el parlamentarismo, y El concepto de lo político. Los tres fueron escritos en los años de la existencia de la así llamada República Weimar, la cual es importante entender un poco si queremos entender a Schmitt.
Ubiquemos la República Weimar en la historia del pueblo alemán. Entre el año 800 y 1806, poco más de un milenio, existía el Sacro Imperio Romano, lo cual es conocido también como el Primer Reich. ‘Reich’ en alemán significa ‘imperio’. Esto dio paso a lo que se llamaba la Confederación germánica, que duró de 1806 – 1871. Luego el Imperio alemán, que duró de 1871 – 1918, conocido también como el Segundo Reich. Con la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, la monarquía se disolvió y se creó una república, una democracia liberal que se llama la República Weimar, la cual llegó a su fin en 1933 con la llegada de Hitler al poder. Como todos sabemos, la Alemania Nazi se conocía, o fue llamada por los Nazi, el Tercer Reich.
Con la abdicación del emperador, Guillermo II, en 1918, el Imperio Alemán se disolvió y los que apoyaban la creación de una república federal lograron hacer realidad su meta. En la ciudad de Weimar, la constitución se ratificó y por eso llegó a llamarse la República Weimar. La constitución dio a todos los ciudadanos la libertad de expresión y de religión y el derecho de votar a los hombres y las mujeres, y también todos eran iguales ante la ley. Sobre papel, todo bien, todo muy democrático y liberal. El problema es que el Tratado de Versalles que terminó la guerra estipuló condiciones bastante fuertes. Primero, tenía que pagar reparaciones lo cual, entre otros factores, condujo a una hiperinflación y mucho desempleo. El estado había perdido partes de su territorio; su ejercito y flota marítima fueron severamente reducidos; y lidiaba constantemente con diferentes grupos, tanto de derecha como de izquierda, que trataban de tomar control. En 1923, por ejemplo, Hitler lideró un intento de golpe de estado que a fin de cuentas no tuvo éxito.
Junto con todo esto fue el problem del sistema electoral. Era muy democrático, pero siendo un sistema de representación proporcional, permitía que muchos partidos ocuparan escaños en la legislatura, pero ningún partido con una mayoría, lo cual necesitaba la formación de coaliciones. Gracias a la pluralidad ideológica que constituía las coaliciones, era muy difícil llegar a acuerdos y gobernar de forma efectiva. O sea, políticamente, había mucho caos. Un contrapeso que la constitución proveía era el artículo 48 que dio al presidente la autoridad de mandar por decreto en caso de emergencia. De hecho, fue este artículo del que Hitler se aprovechó para tomar control en 1933.
Lo que a muchos les gusta del estado liberal es que lo que manda es la ley. Un estado liberal es un estado de derecho en el que la autoridad no reside en ningún monarca sino en la ley misma. ¿Tiene Carl Schmitt algún problema con eso? Por un lado, no está en contra de que haya un marco jurídico; tiene su papel legítimo en la sociedad. Lo que cuestiona es la capacidad de semejante marco de prever y lidiar con toda eventualidad, con casos extremos que amenazan disolver el estado y dejar al pueblo en un estado anárquico. En un momento dado, todo es normal; las leyes estructuran y articulan la vida social de manera ordenada. Pero luego todo se vuelve anormal; una emergencia se presenta que el marco jurídico no previó. El aparato administrativo y jurídico no puede más que responder dentro de sus parámetros normales, sin embargo, aplicado a la situación anormal y caótica sus resultados van a ser igual de caóticos e imprevisibles. No va a poder responder de forma efectiva para poner fin a la emergencia que se ha presentado. Lo que tenemos aquí para Schmitt es un estado de excepción, una excepción a la regla de la ley. Dado que la ley no puede responder, tiene que ser suspendida, y quien lo suspende es el soberano. Como dice Schmitt en la primera línea de su libro Teología política: “Soberano es quien decide sobre el estado de excepción”.
Con esta afirmación, Schmitt invierte una de las mantras del estado liberal, a saber, que nadie está por encima de la ley. No está diciendo que el soberano puede caprichosamente hacer lo que le da la gana, sino que es un comentario sobre la autoridad en el estado. En el estado de derecho, la ley es la fuente de la autoridad; autoriza que tal o cual se hace. Lo que Schmitt invierte es precisamente esta relación. La ley no es la fuente de la autoridad sino su resultado. Esto se hace manifiesto si preguntamos de dónde viene la autoridad para suspender la ley; obviamente no de la ley misma dado que en un estado de excepción la ley ya no aplica. Para que la ley sea efectiva requiere de una situación no de excepción sino de normalidad y eso es justo lo que procura el soberano.
Entonces partimos de una situación de normalidad en la que un orden constitucional y un marco jurídico mantienen el orden social. Luego hay una emergencia, una amenaza con la que ese orden no puede lidiar. En esta situación, una persona declara un estado de excepción. Esa persona no es necesariamente ninguna autoridad del gobierno existente. Puede serlo o no puede serlo; el chiste es que de facto tenga la capacidad de tomar una decisión sobre el estado de excepción y de tener el apoyo de una porción significativa de la gente. Entonces, normalidad y orden, luego la amenaza, luego un soberano decidiendo sobre el estado de excepción lo cual suspende el orden constitucional anterior. El último paso es la constitución de un nuevo orden. ¿Cómo procede el soberano a establecerlo? ¿Cuál es su criterio?
En su libro Sobre el parlamentarismo dice: “La democracia requiere, primero, homogeneidad, y segundo, si es necesario, la eliminación o erradicación de la heterogeneidad”. Esta afirmación es bastante llamativa y chocante, especialmente para la sensibilidad de uno que vive en un estado liberal. Eso de ‘homogeneidad’ nos hace pensar de inmediato en la raza aria y la ‘erradicación de la heterogeneidad’ en el genocidio de los judíos europeos. En 1933, Schmitt se unió al Partido Nazi, lo defendió intelectualmente en el campo de la jurisprudencia, se negó a pasar por la desnazificación impuesto por los aliados después de la guerra, y llegó a su muerte en 1985 sin nunca renunciar su afiliación con el partido. Si dijeras, “No, pues hasta aquí llego, no me interesa leer más de un Nazi irredento”, te entendería pero perderías, entre otras cosas, su importante e incisiva crítica a la democracia liberal. Así que te pido paciencia.
La primera cosa que hay que notar es que Schmitt no dice que la monarquía requiere de homogeneidad, o la dictadura, sino la democracia. Hemos introducido a Schmitt como fuerte crítico de la democracia liberal, un teórico de ultraderecha que quiere acabar con ella. Es importante entender que su problema no es con la democracia sino con su carácter liberal. Lo que detesta es el estado liberal. Dentro de poco veremos por qué. Otro detalle es que Schmitt habla del soberano como dictador, lo cual puede parecer incoherente, pues quién manda en una democracia es el demos, el pueblo ¿no? Sí, pero como los clásicos teóricos del contrato social – Hobbes, Locke, y Rousseau – Schmitt habla de un soberano que actúa en nombre del pueblo, que ejerce el poder constitutivo del pueblo. Habla del soberano como dictador porque en el estado de excepción no existe una norma jurídica que el soberano puede expresar o aplicar, ya que ha sido suspendida. Lo que al soberano le toca hacer es dictar precisamente una nueva norma, forjar un nuevo orden constitucional a lo cual correspondería una nueva normalidad social.
Fíjate que para forjar ese nuevo orden constitucional lo que el soberano necesita, lo que tiene que percibir, es lo que Rousseau llamaba la voluntad general. ¿Cuál es la voluntad de este pueblo, cual es su identidad? En el mismo párrafo donde habla de la homogeneidad, dice que puede haber ejemplos aislados de comunidades en las que “todos son tan similares entre sí física, psíquica, moral y económicamente que existe la homogeneidad sin la heterogeneidad, algo que era posible en democracias agrarias primitivas y durante mucho tiempo en los estados coloniales”. Pero no en la actualidad. Muchas veces, los problemas que tornan débil el orden constitucional de una sociedad son internos, o sea, una sociedad reventada por profundos conflictos ideológicos y sociales. Es justo ahí donde habrá más necesidad de la decisión de un soberano, su declaración de un estado de excepción. El problema, desde luego, es que en este escenario no hay una voluntad general, sino dos o más grupos con ideas distintas acerca de lo que haría falta para instituir una nueva situación de normalidad. A fin de cuentas, el soberano hablará en nombre de uno de esos grupos, lo cual implica una supresión de los otros puntos de vista.
La exclusión de lo heterogéneo es fundamental para Schmitt. En su libro El concepto de lo político dice: “La distinción específicamente política . . . es la distinción entre amigo y enemigo”. La identidad que define un pueblo y que lo distingue de otro, se forja en términos de esta oposición, de un otro exterior a la comunidad. Esta idea es de las más conocidas de Schmitt y también de las más controvertidas. La enemistad es constitutiva para la identidad del pueblo; sin ella deja de ser un pueblo a ser simplemente un cúmulo de personas. ¿Por qué? ¿Por qué no puede haber amistad entre todos los seres humanos, una hermandad global? ¿No es la humanidad de cada quien aquello que nos uniría, que nos haría homogéneo? Para poder responder estas preguntas y para comprender mejor la distinción amigo-enemigo, ayudaría mucho entender su crítica al estado liberal.
Para nosotros hoy end día, la frase ‘democracia liberal’ suena bastante normal, casi natural, como si fuera impensable que una democracia fuera otro que liberal. En realidad, los dos términos – democracia y liberal – encierran valores antitéticos. La democracia enfatiza la igualdad sobre la libertad, y el liberalismo al revés, la libertad sobre la igualdad. En su libro Democracia y liberalismo, el filósofo italiano Norberto Bobbio dice: “Liberalismo e igualitarismo tienen sus raíces en concepciones del hombre y de la sociedad profundamente diferentes: individualista, conflictiva y pluralista la liberal: totalizante, armónica y monista la igualitaria. Para el liberal el fin principal es el desarrollo de la personalidad individual, aunque el desarrollo de la personalidad más rica y dotada puede ir en detrimento de la expansión de la personalidad más pobre y menos dotada; para el igualitario el fin principal es el desarrollo de la comunidad en su conjunto, aun a costa de disminuir la esfera de libertad de los individuos”.
Estos valores antitéticos – la libertad y la igualdad – reflejan la tensión entre el individuo y la comunidad, entre lo privado y lo público. En las democracias liberales actuales, dice Bobbio, el énfasis se ha puesto en el lado liberal, en el individuo y su libertad de perseguir fines privados. La igualdad de la que se ocupa el lado de la democracia no es sustantiva sino sólo formal y procedimental, como dice Bobbio. Es decir, todos somos iguales ante la ley, la cual prohibe por ejemplo que uno sea discriminado por su sexo o por el color de su piel. Sin embargo, eso no impide que fácticamente haya grandes desigualdades socioeconómicas.
Es muy difícil entender el concepto de la igualdad democrática. Lo pensamos o bien como una igualdad formal (igualdad ante la ley) o una igualdad económica donde no puede haber ricos sino todos en el mismo nivel. Schmitt no entiende la igualdad de manera formal o procedimental sino como sustantiva. Un ejemplo lo puede ilustrar. Hace poco vi una serie sobre una compañía de soldados en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de más o menos veinte hombres que lucharon en la gran Batalla de Normandía. La serie se hizo en 2001 entonces los hombres de esta compañía que entrevistaron ya tenían ahí por 75 años de edad. Todos habían tenido una vida plena, estudiaron después de la guerra, trabajaban, empezaban familias, etc. Algunos tenían grados académicos, otros no, algunos eran ricos, otros no tanto, y así muchas diferencias normales que se encuentra entre cualquier grupo de personas. Pero esto no era cualquier grupo. Estos hombres habían compartido entre sí una de las experiencias más profundas de la vida, la de enfrentar la muerte en una batalla junto con compañeros. En este sentido, todos eran iguales, al margen de sus diferencias económicas, sociales, culturales, etc. Que uno era más rico que sus compañeros tenía cero relevancia para esta pequeña democracia de hombres. Es en este sentido que Schmitt habla de la igualdad democrática, algo que une de forma profunda y existencial a un grupo de personas.
Bueno, estos valores de libertad e igualdad no siempre se han entendido y articulado de la forma que lo hacemos hoy en día. Cuando daba filosofía política en la facultad me gustaba leer a Maquiavelo con los alumnos porque se sorprendían mucho enterarse de un lado de Maquiavelo poco conocido. Todos conocen los consejos que da al príncipe, quien sería un monarca con poder absoluto. Pero muy pocos han leído otro libro suyo que escribió tiempo después en el exilio. Me refiero a Los discursos sobre Livio. Su libro El príncipe da consejos para un estado seguro; Los discursos da consejos para un estado libre. Una vez que el estado esté fuera de peligro, ya no hace falta el príncipe, y debe pasar de ser una monarquía a ser una república. Sin embargo, Maquiavelo no entendía la libertad como la entendemos nosotros. No es principalmente algo que posee un individuo y del que puede disponer como si gastara dinero. La libertad a nivel individual es posible sólo en un contexto social, colectivo, de modo que el individuo es libre sólo cuando la sociedad lo es. Todo el mundo hoy en día se queja de políticos corruptos que se dejan sobornar por una compañía digamos que quiere contaminar un río. Esto favorece a unos cuantos y perjudica a la comunidad entera. Lo mismo pasaba en los tiempos de Maquiavelo. Para prevenir semejantes sucesos, Maquiavelo aconsejaba que el estado promulgara buenas leyes, incluyendo los castigos más severos, para que la gente llegara a preferir el bien común al bien privado, a ser motivada por obligaciones cívicas en vez de fines egoístas.
Esta concepción de la libertad es mucho más antigua que Maquiavelo. Se ve en la República Romana en la que Maquiavelo se inspira y también en Grecia Antigua. Lo que unía los miembros de la polis o ciudad, digamos la de Atenas, no era simplemente un territorio o la necesidad de la supervivencia, sino una identidad forjada por la historia y la cultura que los hacían únicos. Desde los padres de familia hasta la propia asamblea política reunida en el agora, los atenienses trasmitía esta identidad a los jóvenes mediante la paideia, una educación o formación que inculcaba el papel de uno en la esfera pública y que promovía las virtudes del servicio público. Cuando leía La república con mis alumnos, les sorprendía que Platón hablara tanto de la educación de los guardianes. Lo hace porque es de suma importancia que identifiquen su bien con el de la comunidad. Sin duda, los atenienses tenían su vida privada en la que gozaban de placeres íntimos, pero se consideraba patológico si colocaba esa dimensión de la vida por encima de su vida pública, de sus obligaciones cívicas. Cualquier animal goza de placeres pero no es por eso libre. La libertad del ser propiamente humano, y especialmente ateniense, nace y se desarrolla en el seno público. Para los antiguos griegos, la condición de la libertad era la integración de uno en su comunidad, participando en la discusión y toma de decisión políticas.
Hoy en día, todo eso está al revés – la libertad privada por encima de la comunidad política. Ahora, una cosa que hay que tener en cuenta es la población de los que tenían voz en voto en Atenas era más o menos 30,000. La población actual de Atenas es 3.1 millones. Así que la democracia hoy no es de participación directa sino representativa, lo cual hace que esa paideia tradicional no tenga el mismo sentido hoy en día.
Para Schmitt, el estado liberal que como consecuencia se ha desarrollado conduce a la despolitización de la comunidad, dejando simplemente un conjunto de muchos individuos en vez de un pueblo. Considera que la vida en el estado liberal es superficial, frívolo, y carente de sentido, ofreciendo al individuo ningún fin mayor que consumir y disfrutar del entretenimiento moderno. Se trata del último hombre que vimos en el pensamiento de Nietzsche, la transformación del ciudadano en un pequeño burgués y el actor político en consumidor pasivo. En el estado liberal, la política se reduce a una mera técnica para la procuración de bienes materiales. Y si hay problemas y conflictos sociales que amenazan la producción de esos bienes, no pasa nada, ya que no hay nada, para la mentalidad liberal, que la tecnología y la burocracia no puede resolver. La vez pasada vimos en el pensamiento de Max Weber el proceso de la racionalización y burocratización de la esfera social, lo que constituye la jaula de hierro. Lo que debe quedar claro es que en el estado liberal el marco jurídico con el aparato burocrático hacen superflua la deliberación o acción política de los ciudadanos, los despolitiza. Para cualquier problema hay una respuesta jurídica que la burocracia resuelve.
Eso para Schmitt es insoportable. La jaula de hierro convierte al ser humano en un ratón correteando por los pasillos del laberinto social, indigno y temeroso. El estado de excepción es justo lo que revienta esa jaula. En 1933 la República de Weimar dejó de existir al ascenderse Hitler al poder. En un escrito de ese año Schmitt escribió que en ese momento de toma de poder se podría decir que “Hegel murió”. Lo que quiere decir es que la clase de funcionarios burocráticos, la clase que en la Filosofía del derecho Hegel llamaba la clase universal, que ese sustento de la normalidad burguesa había muerto, sustituido por la decisión del soberano – Hitler. Lo que el ascenso de Hitler anunció era una reivindicación de costumbres alemanes tradicionales. En vez del constitucionalismo abstracto y cosmopolita, la homogeneidad del Volk, del pueblo; en vez de la civilización, la cultura alemana. El liberalismo para Schmitt es burgués, término que emplea de forma decididamente peyorativa. El burgués es mezquino, su vida dedicada a cálculos de utilidad y seguridad. Opuesto al burgués, al menos en la tradicional cultura alemana que Schmitt valoraba, es el héroe, el guerrero, quien busca precisamente el peligro, el riesgo y la incertidumbre.
Para Schmitt, el entorno social en el que uno se encuentra determina en buena medida el estilo de vida de sus miembros. Imagínate una persona como un foco. Para que el foco funcione necesita una fuente de energía, digamos una batería. Se conectan el foco y la batería mediante un circuito eléctrico lo cual tiene elementos de resistencia que regulan la carga que le llega al foco para que ilumine de forma pareja y constante. En el caso del ser humano, la energía que necesita viene del mundo externo y también de su propia psique, como vimos la vez pasada cuando hablamos de Freud. Con respecto a la fuente psíquica, instintos eróticos y agresivos pueden constituir impedimentos serios a la formación de grandes articulaciones sociales. La finalidad del aparato jurídico y burocrático de la sociedad, al menos en parte, es regular esas energías potencialmente explosivas. La articulación de leyes y los correspondientes castigos puede verse precisamente como el circuito eléctrico que hace que cada quien disponga de la cantidad de energía suficiente para operar de forma normal y funcional. Esa es la normalidad burguesa que Schmitt detesta porque domestica a los individuos; los aísla de la plenitud de la vida.
Continuando con la metáfora del circuito eléctrico, el soberano que decide sobre el estado de excepción, suspendiendo así la constitución y el marco jurídico, podría verse como un cortocircuito. Hace un par de semanas una rama de uno de mis arboles cayó sobre los cables de un poste eléctrico en la calle y causó un cortocircuito y empezó a incendiarse algunas ramas del árbol. Afortunadamente no pasó a mayores, se extinguió. EL punto es que la rama es como el soberano declarando un estado de excepción. Con ello deja por atrás la normalidad e incendia a la gente, la lleva a lo que Schmitt describe como una situación límite en la que la propia existencia está en juego. En esta situación uno tiene la oportunidad de probar su autenticidad como ser humano, dejando atrás la mediocre cotidianidad y así dotando la existencia de sentido.
Con toda esta discusión lo que quería yo resaltar era la tensión entre estos valores de igualdad y libertad. Schmitt está en contra del liberalismo porque acentúa la libertad individual lo cual hace de la política poco más que un mecanismo formal. Pero no está en contra de la democracia, al contrario, la capacidad de autodeterminación de un pueblo es de suma importancia. Como vimos, la democracia acentúa el valor de la igualdad y como vimos hace rato eso, para Schmitt, implica la homogeneidad, y eso a su vez implica la distinción entre amigo y enemigo. ¿Por qué? Hace rato preguntamos por qué la humanidad de todos, posiblemente de todo el planeta, no puede constituir esa homogeneidad. ¿Por qué la identidad de un pueblo requiere de un enemigo?
En su libro sobre el parlamentarismo dice: “La igualdad sólo es políticamente interesante y valiosa siempre que tenga sustancia, cuando existe, por ello, al menos la posibilidad y el peligro de una desigualdad”. Si la igualdad fuera universal y automática, sería una igualdad indiferente, sin valor, como vimos en el argumento de Nietzsche. Continua diciendo: “La igualdad de todos los hombres en cuanto personas no es democracia, sino un determinado tipo de liberalismo; no una forma de Estado, sino una moral y una concepción del mundo de corte individualista y humanitario”. Semejante igualdad no es políticamente interesante o relevante. Desde el punto de vista de la moral o del cristianismo, esa hermandad puede tener sentido, pero como principio propiamente político, no. A lo que va con estos comentarios es que sin la distinción amigo-enemigo no hay política, sino sólo administración, lo cual conduce al pueblo en última instancia a la decadencia del último hombre.
Para que una gente sea un pueblo, un demos, necesita algún medio común, un pegamento social por así decirlo. En la democracia liberal, ese medio es producido de forma artificial y extrínseca por las leyes. El cuerpo político que busca Schmitt tiene ese medio como resultado de una decisión del soberano que expresa o da forma a la experiencia del pueblo con respecto a su identidad y, crucialmente, al otro o extraño o enemigo que la constituye. ¿Cuál es ese medio común que constituye la homogeneidad y igualdad del pueblo? Puede ser varias cosas: el lenguaje, la historia, la religión, la etnicidad. Sea cual sea, la distinción tiene que hacerse con base en la percepción de una amenaza real a esa homogeneidad por el otro exterior. Como comenta en la cita anterior, tiene que haber “la posibilidad y el peligro de una desigualdad”. Lo desigual o el enemigo tiene que constituir un posible peligro existencial por el que uno estaría dispuesto a luchar y sacrificarse la vida.
Nuevamente, lo que distingue al amigo del enemigo puede ser la religión o el lenguaje, sin embargo, el grupo que conforma todos los cristianos o todos los que hablan el alemán, por ejemplo, están dispersados por todo el mundo. Resulta difícil defender existencialmente una amenaza a grupos de ese tipo. Por ello Schmitt opta por la distinción no de religión o lenguaje, sino de nación ya que la nación, como territorio definido, es físicamente defendible. Si el grupo tiene que ser territorialmente localizado, entonces optar por una distinción religiosa o lingüística sólo causaría conflictos internos conduciendo posiblemente a una guerra civil y al debilitamiento o a la destrucción del estado.
Es interesante notar que Schmitt nunca considera seriamente la posibilidad de clase económica como aquello distingue amigo de enemigo. Si lo hiciera, entonces como en el caso de conflictos religiosos dentro del cuerpo político, habría conflictos de clases, ricos contra los pobres, lo cual también conduciría posiblemente a una guerra civil. La respuesta de Marx sería que sí, efectivamente habría conflicto, pero ese conflicto terminaría, según su filosofía de la historia, en la victoria del proletariado el cual constituiría la clase universal y homogéneo. ¿No es eso lo que busca Schmitt – la homogeneidad? En este caso, no, ya que la clase sería precisamente universal, no habría un exterior, un enemigo. Para Schmitt, el conflicto que forma la identidad política de un pueblo no puede ser históricamente contingente, como son para Marx las contradicciones del capitalismo, sino que ese conflicto es lógicamente constitutivo – nunca puede superarse. La paz perpetua que defiende Kant sería para Schmitt el fin de la política.
Bueno, el pensamiento de Schmitt es mucho más detallado de lo que he expuesto aquí, pero aun así hemos visto los lineamientos básicos. Lo que más que nada me interesaba ver en Schmitt era su crítica a la democracia liberal. Una señal contemporánea de la despolitización del liberalismo es el hecho de que muchos países permiten a gente rica comprar residencia en su país y por tanto conseguir una visa, y hasta comprar la ciudadanía. Convertir así a la identidad política en una mercancía a la venta es para Schmitt un sacrilegio, ejemplo perfecto de la decadencia que se da cuando la libertad se rige por imperativos económicos y no políticos. Para semejante elite, la política no es más que un medio para evitar impuestos y conseguir otros bienes. Por ejemplo, el mexicano más rico, Carlos Slim, tiene más en común con gente de Bruselas o Tokyo que con alguien que vive en Xalapa, Ver. Todos los servicios que consume – educación, salud, seguridad e incluso colección de basura, son privados, no públicos, así que busca toda oportunidad para no pagarlos. Hay toda una elite cosmopolita de gente que son mas inversionistas que ciudadanos y que no comparten ni cultura ni historia ni el destino con la gente del país donde nació y vive. En la actualidad, asociamos gente conservadora de derecha con posturas políticas que quieren limitar el alcance del gobierno. Así es el caso de Javier Milei. Para ellos, la economía no debería estar supeditada a dictados políticos regulativos sino al revés, la economía debería ser el eje rector. Pues Schmitt no es un conservador de este tipo. Obviamente no niega la importancia de la actividad económica sino sólo que debería estar al servicio de la vida política del pueblo. En su libro sobre el parlamentarismo dice: “En el caso de una aparente igualdad política, tiene que haber otro ámbito -por ejemplo, hoy día, el económico donde se impongan las desigualdades sustanciales que dominan la política. Esto es completamente inevitable y constituye . . . el auténtico motivo de la tan deplorada dominación de lo económico sobre el Estado y la política”. Javier Milei no es Carl Schmitt. Ahora sí veo más claramente mi error al catalogar a Milei como de ultraderecha. De hecho, si colocamos en el espectro político a Schmitt, Milei y la posición izquierdista que tanto desprecia Milei, encontramos que Milei tiene mucho más en común con los de izquierda que con Schmitt y la ultraderecha. ¿Por qué? Porque las ideologías de los dos operan dentro del marco liberal, es decir, los dos ponen el énfasis en la libertad de individuos y reclaman para ellos la justicia económica. Sólo que por ‘justicia’ entienden cosas distintas – uno quiere reducir el papel del gobierno y el otro ampliarlo, pero en los dos casos el gobierno o el estado está subordinado de alguna manera a la esfera económica, sirve como mecanismo para procurar un justa situación económica por el bien de los individuos. Para Milei eso tiene que ver con las cortes y la policía que hacen cumplir las obligaciones contractuales, y para los de izquierda tiene que ver con impuestos y redistribución. En fin, esto obviamente es una generalización, hay muchos matices. Pero sirve para recalcar lo radical de la posición de Schmitt. Milei se define como un anarco-capitalista. Schmitt quitaría capitalista y pondría demócrata y en lugar de ‘anarco’ pondría quizá ‘dictadura’ (pensando en el papel del soberano). Una dictadura demócrata, por extraño que suena, es la posición de Schmitt, la cual pone énfasis en el carácter público de la igualdad y no en el carácter privado de la libertad.
Como comenté al principio, Schmitt era un nazi irredento. Yo no defiendo eso de ninguna manera. Expongo aquí su pensamiento porque creo que es importante entender los argumentos de su posición, una posición que de alguna manera encuentra expresión en las manifestaciones y decisiones electorales de millones de personas en el planeta. Pero aparte, como comenté, lo que me interesaba más que nada era ver su crítica al liberalismo. El filósofo y politólogo Leo Strauss comparte en buena medida esta crítica, pero no va tan lejos como Schmitt. Lo interesante de Strauss es que valora el liberalismo a pesar de todos sus defectos. En el próximo vídeo veremos de qué manera lo reivindica.
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
Hola Darín,
Felicidades por tu explicación.
Sigo pensando que las bases que sustentan el pensamiento de la extrema derecha son las mismas aunque giradas a las que soportan a la extrema izquierda.
En relación a la república de Wiemar y la democracia liberal tengo la sensación que ante las inminentes elecciones la Parlamento Europeo nos encontremos en una situación análoga a la de hace 100 años ante el auge de la extrema derecha. En Alemania el nazimso surgió, entre otras cosas, porque Alemania llegó tarde al reparto mundial que hiceron en su moemento imperios como el inglés, el francés y el español. Así fue como se gestó la I Guerra Mundial que perdió y de la que salió tan humillada y que se alzó con el nazismo como solición. Ahora Europa, que perdió la II Guerra Mundial y está fuera de la carrera para liderar el nuevo orden mundial está generando bajo el auspicio de la nueva ultraderecha un nuevo enemigo con el islam.
Considero que para crear una comunidad no hace falta un enemigo como postula Carl Schmitt. Los ejemplos que has propuesto de Marx o Kant relativas al conflicto tampoco solucionan el dilema. La libertad y la igualdad de la Revolución francesa dejaron en el olvido la fraternidad.
Desde esta perspectiva cabría pensar, si aplicamos la inteligencia que nos es propia, que la dualidad que propone cualquier categoría identitaria que separe y divida a las personas (raza, género, nacionalidad, etc.) no es tal, pues, en definitiva, todos somos seres humanos por igual. Además, en la medida que dotemos de libertad a las relaciones que establezcamos mutuamente entre todos nosotros, podremos vivir de acuerdo a nuestras naturales polaridades sin que nos escindamos en dualidades confrontadas. Por último, y no menos importante, si añadimos nuestra capacidad de amar seremos capaces de descubrir en el otro aquello que de nosotros hay en él y, viceversa, pues el otro también será capaz de encontrar en nosotros aquello que de él tenemos. De esta forma, considero que ya no tendrá sentido el fomentar las distinciones y deferencias por cualquier razón o etiqueta que queramos esgrimir o imaginar, pues, en el fondo, al no poderse entender una sin su opuesta no quedará otra opción que reconocer que nuestra identidad, no sólo nos hace únicos y distintos, sino que, al mismo tiempo, nos iguala y nos une. Entonces, cuando seamos capaces de entender esta paradoja y hacerle frente, será posible alumbrar una humanidad unida en paz.
Saludos,
Joan
Hola Joan. Gracias por tu interesante reflexión. Muy llamativo cómo Europa se encuentra ahora en la posición de Alemania hace tiempo, excluida de la fiesta imperial y repitiendo los mismos errores que Alemania. Estoy de acuerdo contigo sobre Schmitt, pero está claro que el proyecto europeo no ha prosperado, que la hermandad es una utopía. ¿Por qué? ¿Qué es lo que suscita el odio y la indiferencia? ¿Instintos biológicos, pulsiones psíquicas, crisis económicas, o algo más metafísico sobre el espíritu humano? ¿Será que el sentido de la lucha por la justicia (sea como uno entienda eso) esté en la lucha misma y no en la victoria? ¿No tendrá que existir la injusticia para que haya algo contra el cual luchar. Si llegáramos a la tierra prometida ya no habría nada que suscitara (según Nietzsche) la grandeza del espíritu humano. ¿Es la hermandad universal el imperio del último hombre? Sabemos que si lees la Divina comedia lees el Infierno y nunca el Paraíso. ¿Por qué? En fin, muchos interrogantes que mis lecturas sobre este tema de la ultraderecha me está arrojando. Gracias nuevamente por tus palabras.
Hola Darin. Coincido que Milei es un conservador de derecha, pero tambien es un liberal que respeta a rajatabla los derechos individuales. Y está más cerca del anarquismo de izquierda de Bakunin que de los pensadores y políticos de derecha. Lo terrible de los libertarios tipo Milei que explican el mundo y las personas con las reglas económicas del mercado, donde la espiritualidad no existe. Ahora, el caso de Milei es una excepción, ya que es un hombre profundamente religioso (se convirtió al judaísmo) que siente estar en el mundo no para acumular dinero sino para dar su mensaje espiritual-capitalista
Aquí estamos muy desconcertados. Pero Milei logró bajar la drásticamente la inflación en esto primeros seis meses en medio de una crísis desesperante. Y a pesar de un ajuste feroz (60% de pobreza) conserva un 54% de apoyo y la gente lo apoya porque no puede resignarse a vivir sin una esperanza
te mando un abrazo
Darin, Mario: Creo que es un buen debate si Milei es liberal o no. El no cree en un Estado reducido que respete todos los derechos individuales, sino que piensa que hay que eliminar el Estado, y solo cree en los derechos a la vida y a la propiedad. No cree en la igualdad ni en el Estado de Derecho. (Si respeta algo del Estado liberal es por pura estrategia: él ha dicho que, como no puede el anarco-capitalismo, entonces su práctica será minarquista). Cierto, no es un “dictador-demócrata”, no cree en el pueblo o sus tradiciones, o en la movilización de masas, no es nacionalista. En eso se diferencia del fascismo. Pero sí se parece a un fascista en cuanto a que desprecia el Estado de Derecho, ejerce la política desde una lógica autoritaria:: no es democrático: para él nada debe trabar al individuo, y toda decisión colectiva (el poder legislativo) es una amenaza sobre la libertad individual. Sigue una idea de “amigo -enemigo”: En su relato los “héroes” son los empresarios y el resto son “parásitos” o “casta”, que hay que eliminar. Su anarco-capitalismo, en los hechos, deriva en una plutocracia autoritaria. Quizás no tiene todos los componentes de un fascista, pero sí algunos, y tampoco puede decirse que sea liberal.
Darin..
Tengo unos pesitos para mandarle pero no sé bien cómo lo hago desde Colombia. Son pocos pero con cariño y agradecimiento por tu labor.
Hola Luis. Muchas gracias por querer apoyarme. Sea mucho o poco, lo que valoro es el sentimiento detrás. En la siguiente liga lo podrías hacer (recuerda que el donativo está denominado en USD). Un fuerte abrazo! https://ko-fi.com/lafondafilosofica
Hl Darin , me parecen excelentes cada una de sus exposiciones , me ayudan a ganar instrucción enteras que hace mucho tiempo a habla vuelto a estudiar , lo unico es que con la cantidad de citas que refiere mi lista de libros que estoy leyendo y que agrego a mi biblioteca cada ver que lo escucho se esta haciendo inmanejable , fuera de broma hace muy desarrollar una escucha critica para plantearse nuevas formas de ver los fenómenos que nos afectan .
un cariñoso saludo desde CHILE
Hola Haroldo. La lista de libros por leer siempre es abrumadora. ¿Cómo es ese dicho? QUien abarca mucho aprieta poco. Hay que tener prioridades y cultivar la paciencia, y mientras tanto gozar del mundo de las ideas sabiendo que nunca lo vas a entender todo. Un abrazo!
Hola Darin.
Enhorabuena por tu disertación tan bien hilada. No conocía a Carl Schmitt, le dedicare un tiempo.
Quisiera sugerir un reorientación del tema que viene a colación de lo que has expuesto al final del video.
El liberalismo creo que ya ha cavado su propia tumba, de hecho empezó a hacerlo desde el momento en que abandono sus origenes, es decir: la defensa de un ámbito privado irreductible del ser humano frente al Estado, para pasarse a defender la tolerancia entre individuos como principio sustentador del sistema.
Esta autoestafa dejaba por un lado al individuo abandonado en su labor vital de la búsqueda de la idea del Bien en manos de los dictados del mercado a la vez que traicionaba la tradición de racionalidad que había dado lugar a su propia existencia, y que se basaba en la confrontación de argumentos y en el cultivo de las virtudes fijadas desde la época platonico-aristotélica.
Ahora, dentro del estado liberal se puede defender todo a la vez que nada es estimable como superior en la búsqueda del Bien (a no ser aquello que ponga en peligro este mismo estatus).
Por ello, y solo por poner dos ejemplos actuales, se puede ser pro palestino y feminista, o definirse a lo Miley como anarco capitalista, y ello aunque la mayoria politica de palestina reprima las libertades para las mujeres y el anarquismo sea lo más alejado del pensamiento capitalista.
En el estado liberal todo vale, y reclama el mismo respeto, sin que se pueda encontrar una autoridad moral que expurge las contradicciones, pues en el fondo las posiciones se han vuelto incomprensibles para quienes no apoyan tales posturas (y muchas veces ni para los propios que las apoyan). Son inconmensurables y por tanto solo queda no dar respuesta a la petición de explicaciones o mandar a la mierda directamente al contrario. Gran razón para dejar de intentar razonar.
Paradojicamente en su intento por incluir a todos (en realidad por no dejar escapar a nadie), el liberalismo se ha fulminado a si mismo.
¿En que tipo de sistema nos encontramos entonces? Lo desconozco, pero me da a la nariz que no está muy alejado de un híbrido entre las distopias famosas de Orwell y Husley, en un marco pleno de figuras estridentes y cautivadoras al modo de los personajes de “Alicia en el pais de las maravillas”.
Tal vez para ayudarnos a comprender como hemos venido a parar aquí, y salir un poco del espejismo de la izquierda y la derecha (y sus extremos), sería interesante recordar a Rawls y su “Teoria de la Justicia” y repasar las criticas a las que le somete Michael Sandel.
Una visión explicativa muy sugerente seria la de A. MacIntyre, desgranada en su obra “Tras la Virtud”.
Gracias por los buenos ratos que proporcionas, Darin.
Un abrazo desde España.
Paco
Hola Paco. Gracias por tu reflexión. Me pregunto si el problema será no con el liberalismo sino con el neoliberalismo. En todo caso, en el próximo vídeo quiero tocar eso que dices de Rawls, es importante.
Hola Darin.
Si, es ese neoliberalismo al que te refieres el que identifico yo como un residuo o excrecencia del liberalismo y que ha conseguido suplantarlo.
Espero ansioso tus palabras sobre Rawls.
Un abrazo.
Excelente trabajo Darin. Bien desarrollado, claro muy apropiado oportuno en tiempos proclives a la tiranía del individuo y la dispersión proclives a los sistemas totalitarios, “Iliberales” con el advenimiento del populismo de farándula gemelo del WOKE y la pérdida del sentido de la libertad y la igualdad ( ambas mal entendidas por infoxicación y algoritmos que promueve la violencia y la tiranía del individuo)
Buen provecho distinguido colega
Gracias Hugo, igualmente.
Hola estimado Darín, me gustaria saber si se puede dsarrollar una idea de educación en o desde Carl Schmitt y en cualquier caso cuales serían los rasgos fundamentales y los textos escenciales? ¡Un abrazo amigo!
Muy buen episodio. Yo estoy en desacuerdo porque Milei distingue claramente entre buenos y malos: los zurdos son los culpables de todo. Además, las leyes que ha propuesto, se enmarcan en un contexto, que el afirma, como de emergencia. De hecho, así comenzó su gobierno: emitiendo decretos y leyes excepcionales para cambiar por completo el modelo económico (las reglas del juego). Que el legislativo y sobretodo el ejecutivo (los gobernadores de las provincias) se opusieran y lo forzaran a negociar, es muy diferente, pero sus intenciones están claras.
Darin, muy buenos siempre tus videos. Muchas gracias.
Creo que no te has equivocado tanto con Milei: al ser anarco-capitalista él se diferencia del fascismo en que no hay una defensa del pueblo, de las tradiciones nacionales, etc. No es el “dictador-demócrata”. Milei es anti-nacionalista. Ahora bien, tampoco es liberal, pues un liberal cree en la democracia representativa, en la división de poderes, en los derechos individuales, en la igualdad de las personas, al menos en cuanto a la capacidad de intervenir en decisiones colectivas a través de representantes. En el liberalismo el Estado tiene un lugar importante, la decisión colectiva, democrática, es importante. Para Milei, en cambio, cualquier tipo de decisión colectiva es una amenaza a la libertad individual. Por eso, él quisiera eliminar al Estado, a la democracia representativa. Milei sí cree que lo que define la política es la lógica “amigo-enemigo”: el “amigo” son los empresarios, a quienes llama héroes. Todos los demás son “parásitos” que hay que eliminar… Su concepción anarco-capitalista, en el fondo, lleva a una plutocracia, gobierno de los ricos. Los ricos deben tener toda la libertad, ninguna traba… los demás, deben tratar de ser ricos, y si no lo logras, pues mala suerte (no hay un problema moral en la pobreza, no hay ningún deber colectivo o estatal frente a los pobres). Por eso, Milei tiene diferencias con el fascismo, pero también puntos de contacto, por la intolerancia, la lógica “amigo-enemigo” y el desprecio a la igualdad y la democracia. Saludos.
“El gran secreto de la monarquía [o dictadura] radica en mantener engañados a los seres humanos y disfrazar mediante la religión [o Fox News] el miedo con el que se les quiere controlar a fin de que luchen por su esclavitud como si se tratara de su salvación… En un estado libre no cabría imaginar ni emprender algo tan reprobable, ya que sería totalmente contrario a la libertad de todos adueñarse del libre juicio de cada cual mediante prejuicios o coaccionarlo de cualquier forma.” Tractatus, prefacio (el de verdad, no la basura analítica del mismo nombre).
Estimado Darin, realmente agradecido de estar descubriendo el conocimiento y las reflexiones que compartes. Ante la velocidad y el desconcierto de nuestros días, tus grabaciones se vuelven verdaderamente gratificantes y provocadoras.
Esta serie sobre la filosofía de la ultraderecha me ha llamado la atención. Has explicado ya por qué lo has enfocado así, pero sigue ahí la posibilidad de abundar sobre los cruces de tu reflexión con fenómenos políticos que estamos atestiguando. El desprecio por el orden jurídico en aras de ampliar los márgenes de maniobra y decisión para un “soberano” es rasgo fundamental de los populismos también de izquierda que avanzan electoralmente en México y otros países de América Latina, el carisma personal y el relato político híper simplificado y maniqueo que conquista votos a costa de la evidencia, los resultados y los hechos concretos, en fin. Por otro lado, no deja de sorprender el grado en que la perspectiva de la democracia liberal fue incapaz de mirar y generar empatía con realidades, percepciones y sentimientos sociales profundos y poderosos.
Gracias nuevamente por ofrecer estos espacios.
Gracias a ti Hector.