La ética de Spinoza, pt. 12/14

Hoy un análisis de la filosofía política de Spinoza, y también su modelo del “homo liber”, la persona libre, comparándolo con otros modelos tanto tradicionales como contemporáneos.

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Guión

No sé tú, pero cuando aprendo a hacer un nuevo plato en la cocina, me gusta ver una foto del plato tal como debe salir. Sí, puedo seguir las instrucciones de una receta, pero ayuda mucho si tengo la foto como modelo. En el prefacio de la cuarta parte de La ética Spinoza dice que sería conveniente tener un modelo del “homo liber”, esta persona que logra superar su esclavitud a las pasiones y ser libre. Y aquí también me gustaría que ese modelo fuera una especie de foto del resultado final. Pero no. Spinoza entiende “modelo” de forma conceptual, como las puras instrucciones de la receta. En muchas de las proposiciones de la cuarta parte dice que la persona libre actuaría de tal o cual manera ante tal o cual circunstancia y así va “retratándolo”. Está bien; es informativo y necesario lo que dice. Sin embargo, quisiera complementar lo que dice con un modelo como la foto de la cocina, un ejemplo particular del ideal. Y no sólo un modelo de la persona libre sino también del esclavo. Comparando los dos creo que podamos esclarecer varios puntos del modelo más conceptual de Spinoza.
Bueno, mi modelo de la persona libre es el propio Spinoza. Y el del esclavo sería Elon Musk, en este momento la persona más rica del mundo. Elijo a este último precisamente por ese dato, porque si de vivir bien se trata, para muchísima gente él es el modelo a seguir. Como puedes imaginar, Spinoza tiene otro modelo en mente. ¿Cuál es la diferencia entre los dos? Pues, lo que tienen en común, junto con cualquier otro modo, es el conatus, el impulso de perseverar en el ser. Lo que les distingue es la manera en que satisfacen ese impulso. Musk, como la gran mayoría de nosotros, se guía por la primera clase de conocimiento, la imaginación, la cual es un índice o reflejo de la manera en que las cosas del mundo afectan al cuerpo. Si el afecto que se siente alegría, eso es una indicación de que la potencia del cuerpo de obrar se ha aumentado. Uno pensaría que, con 264 mil millones de dólares, el Sr. Musk estaría en condiciones óptimas para asegurar pura alegría en su vida. A lo mejor sí, al menos más que otras personas, pero a fin de cuentas la causa de su alegría es, en buena parte, determinada por factores que no controla. Los que en su vida son llevados por las pasiones son, dice Spinoza, causa inadecuada de lo que les sucede. Su alegría en un momento dado no indica realmente un estado de bienestar ya que la pasión que siente es contingente, resultado de una reacción pasiva ante los estímulos aleatorios de la vida, tal como representa la ubicación de uno en la Rueda de la Fortuna que comentamos hace tiempo.
Si en cambio uno va por el model de vida que representa Spinoza, se guía no por la imaginación sino por el razonamiento, por su conocimiento de la naturaleza de las cosas. Esto no significa que deja de ser afectado por cosas externas. Eso es imposible. Forzosamente tenemos que comer y respirar e interactuar con cosas en el mundo para vivir. La diferencia es que uno ya no sufre o reacciona a esas cosas en plan estímulo-respuesta, o sea, el afecto que siente ya no es una pasión sino una acción y eso por que uno mismo es la causa adecuada de lo que le sucede. Su conocimiento de la naturaleza de las cosas templa el efecto negativo que suelen tener.
El corolario de la proposición 35 dice: “No hay cosa singular en la naturaleza que sea más útil al hombre que un hombre que vive bajo la guía de la razón”. Así terminamos la vez pasada hablando de cómo la buena vida para Spinoza se vive mejor y de forma más plena en pequeñas comunidades de los que se guían por la razón, ya que a través de la discusión el conocimiento se comparte y todos benefician. La proposición 36 dice: “El supremo bien de los que siguen la virtud es común a todos, y todos pueden gozar de él igualmente”. Esta bonita característica del conocimiento la comentaba incluso Sócrates en los diálogos de Platón, que el conocimiento no es un bien escaso, como el oro o la tierra, sino un bien abundante del que todos pueden disfrutar.
Aquí encontramos otra diferencia entre Spinoza y Elon Musk. En 1676, Leibniz estuvo de visita con Spinoza en la Haya. Es que se había enterado de que Spinoza estaba trabajando un escrito muy importante – resulta que fue La ética. Pues durante varios días estos dos grandes cerebros discutieron el texto. Me atrevería a decir que en ese momento eran los intelectuales más chingones y potentes en el mundo. No hay registro de lo que se discutió, pero no puede haber duda de que fue filosóficamente de primer orden y sumamente fascinante, una discusión de la que se beneficiaron los dos y que en sí misma constituía ejemplo perfecto de la buena vida, una vida que se da en común con otros que se guían por la razón.
Volvamos ahora con el Sr. Musk. ¿Será que en su concepto de vida quepan otros? ¿Habrá un Leibniz para Elon? Lo que le hace chingón es el hecho de ser la persona más rica del mundo, así que la única otra persona que podría ser sería Jeff Bezos, que está en segundo lugar en ese rubro con sólo 177 mil millones de dólares. ¿Sería posible que fueran amigos? Imagínate que Elon lo llamara por teléfono. “Hola, Jeff, ¿cómo estas? Bien hermano, ¿y tú? Bien, bien, oye vamos a vernos mañana a tomar unas chelas y ver el partido, ¿no? Orale, ¡chido!” No, eso jamás sucedería. ¿Por qué? Porque el ser o el estatus de uno está condicionado por el estatus del otro en términos del juego muy particular en el que participan, a saber, el juego de suma cero. En semejante juego, la ganancia para uno significa forzosamente una pérdida para el otro, como en el poker. Sumando las ganancias y pérdidas de todos los jugadores equivale a cero. El ajedrez, el ténis y el futbol son juegos de suma cero. Un lado gana y el otro necesariamente pierde. En el caso de Musk y Bezos, el juego se llama “El hombre más rico del mundo” y puede haber un solo ganador. En este momento, el ganador es Musk. Su bien no lo puede compartir con Bezos. El bien de Spinoza puede compartirse con Leibniz porque, como dice Spinoza, concuerdan en su naturaleza, se guían los dos por la razón. En la proposición 32 dice: “En la medida en que los hombres están sujetos a las pasiones, no puede decirse que concuerden en naturaleza”. Si es así, cada quien comprende su bien particular de forma distinta y gracias a ello uno no puede ser de utilidad para el otro, menos en la medida en que todo bien se reduzca o se traduce en una cifra monetaria, en cual caso la utilidad de las personas entre sí no es mútua sino instrumental. Uno utiliza a otro como medio para conseguir su fin de ser rico y por tanto poderoso.
Bueno, vamos a seguir afinando el modelo de Spinoza. Qué bonito sería el mundo si todos participaran en esta cultura de la razón, viviendo de una forma que afirmara y apoyara la vida racional de los demás. Pero no es así; tiene sus límites. En el segundo escolio de la proposición 37 Spinoza dice: “Si los hombres vivieran según la guía de la razón, cada uno detentaría [su derecho de satisfacer su conatus] sin daño alguno para los demás. Pero como están sujetos a afectos que superan con mucho la potencia o virtud humana, son por ello arrastrados a menudo en diversos sentidos, y son contrarios entre sí, aun cuando precisan de la ayuda mutua”. Lo que está diciendo aquí es que si todos se guiaran por la razón, el egoísmo no sería un problema porque el bien de uno sería el bien de todos. Pero dado que la mayoría no se guían por la razón sino por las pasiones, lo que tenemos a nivel de esa gran comunidad que se llama sociedad no es armonia y bienestar sino conflicto.
Lo que Spinoza trata en este segundo escolio de forma muy condensada es su filosofía política. Dice tan poco sobre el tema aquí porque lo trata de forma mucho más extensa en otras obras suyas, más notablemente en el Tratado teológico-político. En todo caso, me gustaría detenernos en esta cuestión de la política porque es mucho más importante de lo que la cuartilla de texto aquí en La ética nos haría pensar.
Primero, Spinoza habla de forma muy abstracta del conflicto que forma la base del problema político. Sin embargo, tiene un conocimiento personal muy concreto y vivo de ese conflicto. Me gustaría salir un momento de su texto para volver a su biografía y eso en aras de poner muy claro lo que está en juego en su pensamiento político
Unos años antes de que expulsaran a Spinoza de la comunidad judía, algunas de sus ideas heréticas ya se habían dado a conocer entre la comunidad. Un día alguien que se había ofendido por esas ideas le atacó con una navaja pero sólo logró cortar la capa que llevaba. Muchos años después, Jan de Witt, el político holandés más importante de la época, quien había promovido la tolerancia religiosa y política, fue atacado junto con su hermano por una turba de simpatizantes del partido político de oposición. Los dos fueron torturados y matados y, para colmo, sus hígados fueron extraidos, asados y comidos por la muchedumbre. Spinoza, modelo de la ecuanimidad y la racionalidad, fue profundamente afectado por este acontecimiento y, poseído por la rabia y la indignación, iba a ir a la plaza donde apenas había sucedido la matanza a poner una pancarta con las palabras “Ultimi barbarorum” (los bárbaros más viles). Afortunadamente, su casero se dio cuenta de su intención y lo encerró con llave, impidiendo así que Spinoza fuera una víctima más.
Ahora seguramente puedes ver por qué le interesaba la política, por qué escribió dos libros enteros sobre el tema. El filósofo, o cualquiera que trate de guiar su vida por la razón, está rodeado por lo que Spinoza llamaba la multitud, la mayoría que es regida en su conducta por las pasiones, pasiones que, cómo acabamos de ver, pueden impedir la meta del filósofo de vivir libremente, o hasta peligrar su propia vida. ¿Qué puede hacer semejante persona? No puede vivir aislado de la sociedad, y tampoco puede esperar que todos alcancen, ni mucho menos que quieran, una vida de la razón. Toda su discusión de la libertad en La ética sería ociosa si no pudieran darse las condiciones externas para su realización.
¿Cómo responde a este dilema? Spinoza fue muy influido por el pensamiento de Hobbes. Al discutir este conflicto que se da entre las personas lo que está describiendo es el estado de naturaleza que Hobbes hizo famoso en El leviatán, un estado en el que la gente, al buscar cada uno su propio bien, crea un escenario de conflicto, por lo que la vida como Hobbes famosamente nos dice, es “solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve”. La gente resuelve este problema al transferir su derecho a hacer lo que les da la gana a una sola persona, el soberano, quien hace leyes y obliga su cumplimiento con la amenaza de un castigo violento.
A grandes rasgos, ésta es la solución que da Spinoza. En el mismo escolio dice: “Así pues, para que los hombres puedan vivir concordes y prestarse ayuda, es necesario que renuncien a su derecho natural y se presten recíprocas garantías de que no harán nada que pueda dar lugar a un daño ajeno”. ¿En qué consiste esa garantía? El miedo. Hace tiempo vimos que el paso de la servidumbre a la libertad no es una cuestión meramente epistémica, es decir, una cuestión de saber la verdad de las cosas. Un afecto puede ser suprimido sólo por un afecto de mayor fuerza o intensidad. Y eso es lo que vemos en la fuerza que detenta el Estado. Logra frenar los afectos que causan el conflicto mediante un afecto mayor, el del miedo a ser castigado por incumplir la ley. Spinoza dice que el Estado tiene “la potestad de prescribir una norma común de vida, de dictar leyes y de garantizar su cumplimiento, no por medio de la razón, que no puede reprimir los afectos, sino por medio de la coacción”.
Lo interesante de esta afirmación no es el hecho de que el Estado amenaza a la población para procurar el orden social, sino por qué lo hace. Recuerda que hay básicamente dos clases de personas en la sociedad: las que son predominantemente racionales y las que son en mayor parte pasionales, o sea, la multitud. Si la meta es la armonía social, que cada quien trate bien a los demás o al menos que no haga violencia al otro, sería mucho más fácil alcanzar esa meta si todos fueran racionales ya que, aun cuando la motivación de la persona racional no es el bien del otro sino su propio bien (tal como dicta su conatus), entiende que es de su beneficio general tratar a otros bien.
Pasando a la multitud, al carecer de un mecanismo interno, como la razón, que podría sintonizar intereses individuales y sociales, el mecanismo tiene que venir de fuera, del Estado, de sus leyes y la coacción que comentaba Spinoza. Ahora, dado que los afectos socialmente nocivos tiene que suprimirse, y dado que un afecto puede suprimirse sólo por un afecto de mayor intensidad, el lenguaje de las leyes civiles y los castigos asociados con su incumplimiento es el lenguaje no de la razón, sino de la imaginación. Piensa en la mentira noble de la República. Platón pensaba que el estado ideal constaba de tres clases – los gobernantes, los guardianes, y los artesanos (que eran la mayoría) – y que cada clase tenía su trabajo propio – los filósofos con su conocimiento gobernaban, los guerreros apoyaban el gobierno, y los artesanos producían los 1,001 productos del consumo diario. Para que esta estructura social se diera, todos tendrían que estar de acuerdo. Dado que la mayoría no eran racionales, o sea, no eran filósofos, no tendría mucho caso explicarles el tema con un argumento conceptual sino más bien con un cuento. Dice Sócrates que hay que contarles que todos nacimos en la madre tierra, o sea, el suelo de Atenas, y por eso todos somos hermanos. Y que mientras que estábamos en la tierra la madre naturaleza mezclaba en el alma de cada quien cierto metal – bronce, plata, u oro – correspondiendo a las tres clases. Si te tocó bronce, eso quiere decir que por naturaleza te corresponde estar en la clase de los trabajadores. Sócrates reconoce que todo esto es una mentira, sin embargo es una mentira noble porque pretende lograr los mismos efectos sociales que una comprensión puramente racional tendría.
Volviendo a Spinoza, las leyes que el Estado promulga para controlar las pasiones de los ciudadanos son mentiras o, en el vocabulario de Spinoza, imaginarias. Son ficciones necesarias que vinculan imágenes con afectos de una manera calculada para producir el efecto deseado. Aun cuando el mecanismo que emplea el Estado sea el miedo, la amenaza puede dar paso con el tiempo al hábito y puede lograr moldear las pasiones de la población a través del rutinario cumplimiento de la ley. En todo caso, por bonito que esto pueda sonar, a fin de cuentas la mayoría de los ciudadanos son tratados como niños, como los padres tratan a sus hijos menores de edad. La sociedad en que vive es producto de sus elecciones, sin embargo, esas elecciones son producto de un proceso de manipulación, de una ingeniería moral. No es una sociedad real sino manejada, administrada. Puede ser que semejante sociedad elimine el despotismo de las revoltosas pasiones, ¿pero no es posible que la propia razón sea despótica? Hablamos de un déspota ilustrado, pero ¿qué tal si no es tan ilustrado como piensa? ¿Qué pasa si piensa que tiene la razón pero no la tiene realmente? Para Spinoza, eso no habría tenido sentido. En la segunda parte del libro, proposición 43 dice: “Quien tiene una idea verdadera, sabe al mismo tiempo que tiene una idea verdadera, y no puede dudar de la verdad de eso que conoce”. Para Spinoza, la verdad es racional y es auto-evidente, se le presenta a uno como clara y distinta. A lo mejor con respecto a la naturaleza de figuras geométricas es difícil errar, pero con respecto al bien humano, yo al menos no estoy tan seguro. En la historía humana ha habido muchos filósofos reyes que han creído poseer conocimiento certero sobre el bien para su pueblo. En vez del bienestar, ha resultado, las más de las veces, en miseria.
Hoy en día, el filósofo rey es el tecnócrata neoliberal. Cuando en 2016 Donald Trump llegó a la Casa Blanca, muchísima gente no lo podía creer, yo entre ellos. Yo pensaba que la gente tenía que ser bastante tonta para votar por él. Bueno, a lo mejor el tonto soy yo. Ese voto, entre otras cosas, era una indicación que la razón del tecnócrata era buena para cierta clase pero no para todos.
Bueno, normalmente no me pongo a criticar tanto las ideas de los filósofos que expongo y explico aquí en la Fonda. Prefiero más bien ser el abogado del diablo para que la Fonda no sea un sitio partidario común y corriente. Sin embargo, a veces el diablo pues es bastante diablo y esta vez sentí la necesidad de cuestionarlo un poco, especialmente porque se trata de la razón. La razón para el filósofo es la fuente de su poder y por tanto puede ser muy seductor, le puede hasta hechizar, creo yo, si no tiene cuidado, si no guarda cierta distancia crítica.
Bueno, vamos a volver al texto. Con la proposición 37 ya discutida, nos encontramos justo a la mitad de las 73 proposiciones que constituyen la cuarta parte. Ya comentamos que en el prefacio Spinoza habló de crear un modelo de la persona ideal, la persona libre, para que uno pueda guiarse en su camino hacia ella. En lo que queda de la cuarta parte pinta ese modelo al indicar, en diversas proposiciones, si algún afecto (por ejemplo el odio, la esperanza, la misericordia, la humildad), si semejante afecto es bueno o malo y cómo lo abordaría en su vida. En vez de leer cada una de las proposiciones, vamos a ver qué dice sobre algunos de los afectos principales pero en términos otra vez de un modelo contrario al que propone Spinoza. Ya lo hicimos con Elon Musk. Ahora lo vamos a hacer con un personaje literario.
No sé si leíste El nombre de la rosa de Umberto Eco. Si no, consíguetelo y léelo, es muy bueno – mejor que cualquier cosa que vas a encontrar en Netflix y mejor incluso que los vídeos de la Fonda. Sugiero que saltes el próximo minuto ya que voy a revelar el secreto central del libro. Bueno, para los que me siguen escuchando, recordarán que la historia tiene lugar en el siglo 14 en un monasterio italiano. El monasterio es famoso por su biblioteca, y también por el scriptorium donde sus tomos son copiados. El exbibliotecario, Jorge de Burgos, un monje ciego y malhumorado, permitía que cualquier tomo se sacara de la biblioteca, menos uno, a saber, La poética de Aristóteles, la cual en el segundo libro habla de la virtud de la risa. Jorge de Burgos odia la risa. Es algo que desborda el espíritu y que nos aleja de la verdad divina. Por eso envenena las hojas de ese libro para que se mueran los que traten de copiar y difundir su mensaje.
He elegido un personaje religioso porque ésa es la cultura que permeaba el mundo en que Spinoza vivía. El cristianismo protestante, pero especialmente los calvinistas y los puritanos de la época, era como Jorge de Burgos – serios y malhumorados. Siendo Dios la fuente trascendente de la verdad y del bien, era menester portarse ante Dios de manera dócil, sumisa, humilde y pasiva. El miedo, la culpa y el remordimiento eran los afectos o pasiones que principalmente caracterizaban una vida de un creyente. En el esquema de Spinoza, estas pasiones son tristes; disminuyen la potencia del cuerpo de actuar y por tanto de perseverar en el ser. De lo que se trata, como sabemos, es aumentar su potencia. Afectivamente, ese aumento se siente como alegría, por lo que la ética de Spinoza es una ética de potencia y alegría.
Volviendo a Jorge de Burgos, lo elegí específicamente, aunque sea ficticio, por el tema de la risa. En la proposición 45, Spinoza dice que sólo “una torva y triste superstición puede prohibir el deleite”. “La risa”, dice, “como también la broma, es pura alegría y, por tanto, con tal que no tenga exceso, es de por sí buena” . . . “¿Por qué saciar el hambre y la sed va a ser más decente que desechar la melancolía?” Al igual que el hambre y la sed, la melancolía disminuye la potencia del cuerpo de obrar. ¿Por qué no quitar la melancolía al reírnos con los amigos de la misma manera que quitamos la sed con una bebida? De hecho, el héroe de El nombre de la rosa, Guillermo de Baskerville, debatiendo con Jorge de Burgos, le dice “la risa es una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo, sobre todo la melancolía”. No me extrañaría nada que Umberto Eco tuviera en mente a Spinoza cuando escribía su famosa novela.
Como habíamos comentado, a lo largo de estas proposiciones, Spinoza analiza la postura de la persona libre ante diversas emociones: el orgullo, la conmiseración, la esperanza, el odio. Habla de este último en la proposición 46, y me parece central para su caracterización de la vida libre. Dice: “Quien vive bajo la guía de la razón se esfuerza cuanto puede en compensar, con amor o generosidad, el odio, la ira, el desprecio, etc., que otro le tiene”. Es tan importante esta proposición porque enseña muy claramente por qué la gran mayoría de nosotros vivimos como esclavos. ¿Alguna vez, al estar clavando algo, te has pegado el dedo con el martillo? A mí sí, y déjame decirte que duele muy feo. Es por eso que me da risa ver las peleas en las películas de acción. Uno pega al otro en la cara con su puño esperando así causarle dolor, y efectivamente duele mucho que te peguen en la cara, pero también duele el puño de quien pega, pero eso nunca se nota en las películas. Sólo siguen pegándose como si nada. Si ahora mismo pegaras la pared de tu cuarto con el puño, verías que duele mucho. A lo que voy es que con un golpe en la cara uno quiere causarle dolor al otro pero con el mismo acto causa dolor a sí mismo. Además, está muy claro que ese dolor disminuye la potencia del cuerpo de actuar. Para Spinoza, eso es malo. Resumiendo, si alguien nos pega, reaccionamos al pegarle de vuelta pero terminamos haciéndonos daño a nosotros mismos.
El chiste de esta proposición 46 es que exactamente la misma cosa sucede con las emociones. Si alguien nos dice algo que expresa odio, desdén, o enojo hacia nuestra persona, reaccionamos de la misma forma, devolviéndolo odio o desdén. Esto es de lo más común y corriente; lo vemos en la interacción social todos los días. Para Spinoza, la persona libre no responde con odio o desdén sino con amor o generosidad. ¿Por qué? Pues ¿qué es el odio? Si te acuerdas, no es más que la tristeza acompañada por la idea de una causa exterior. La causa exterior es la persona a la que diriges tu odio, pero el afectado real eres tú porque la tristeza que provoca el odio indica una disminución en la potencia del cuerpo. A continuación dice: “Ahora bien, el odio se incrementa con un odio recíproco y, en cambio, puede ser destruido por el amor, de suerte que el odio se transforme en amor”. Aquí vemos que el odio es una pasión triste porque está determinada por una causa externa, la persona que uno odia. Si te fijas, en ese sentido uno es esclavo de la persona que odia. El amor en cambio está determinado de manera interna, por el conocimiento de uno. En ese sentido no es pasivo sino activo; es, como dice Spinoza, la causa adecuada de lo que le sucede.
A fin de cuentas, uno que es odioso es malo, no en el sentido moral tradicional como si violara algún precepto universal, sino que es malo como ser humano, casi en un sentido funcional. Es mal ejemplo de un ser humano porque no sabe vivir bien; hace cosas que sólo le perjudican. Las demás emociones que trata en estas proposiciones, como la conmiseración, el remordimiento, el orgullo, etc., las analiza más o menos de la misma manera que el odio, es decir, en términos de la alegría y la tristeza, la actividad y la pasividad, la razón y la pasión.
Una excepción curiosa es la proposición 54 que trata de la humildad y el arrepentimiento. Dice que no forman parte de la virtud de la persona libre porque no nacen de la razón, sin embargo, no por eso sean afectos negativos o malos. En el escolio dice: “Puesto que los hombres raramente viven según el dictamen de la razón, estos dos afectos —la humildad y el arrepentimiento—, y, además de ellos, la esperanza y el miedo, resultan ser más útiles que dañosos; . . . Pues si los hombres de ánimo impotente fuesen todos igualmente soberbios, no se avergonzaran de nada ni tuviesen miedo de cosa alguna, ¿por medio de qué vínculos podrían permanecer unidos, y cómo podría contenérseles? El vulgo es terrible cuando no tiene miedo; no es de extrañar, por ello, que los profetas, mirando por la utilidad común, y no por la de unos pocos, hayan recomendado tanto la humildad, el arrepentimiento y el respeto. Pues, en realidad, quienes están sujetos a esos afectos pueden ser conducidos con mucha mayor facilidad que los otros para que, a fin de cuentas, vivan bajo la guía de la razón, esto es, sean libres y disfruten de una vida feliz”.
Por mucho que Spinoza criticaba la religión, aquí le encuentra útil. En la medida en que pasiones como la humildad y el arrepentimiento se asocien con una religión como el Cristianismo, este último, como el propio Estado (como ya discutimos) sirve para frenar los impulsos anti-sociales de gente irracional, que es la mayoría. El argumento implícito es: Si la gente va a vivir esclavizada por sus pasiones, menos mal que sean pasiones, como la humildad, que permiten la cohesión social, y no la soberbia, que la peligra.
El modelo de la persona libre que emerge en la cuarta parte de La ética está muy lejos del personaje sombrío de Jorge de Burgos. Por definición es una persona con mucha potencia de obrar. Es activa y segura de sí misma porque actúa con base en su conocimiento y no como reacción a las cosas externas que le afectan. Ahora, si de placer y alegría se trata, Jorge de Burgos sin duda no es el mejor modelo. Pero Elon Musk sí, ¿no? La forma racional de actuar característica de la persona libre tiene su expresión afectiva, que es simplemente la alegría. Entonces ¿qué es lo que distingue a la alegría de la persona libre de la de Musk? La respuesta es que la de la persona libre es más constante y confiable porque procede de su propia naturaleza y no de la naturaleza de cosas ajenas que se dan de forma aleatoria fuera del control de uno.
Una buena manera de ilustrar esto es con la relación padre-hijo. ¿Alguna vez has visto a un padre en el súper con su niño sentado en el carrito? Las más de las veces, el niño está haciendo una de dos cosas – o bien haciendo un berrinche a todo volumen, o bien mirando con satisfacción la cosa, objeto de su berrinche, que ya está en sus manos. Es como si el mundo de las cosas fuera un mar de olas y el niño está o bien hasta arriba en la cresta (la alegría) o abajo en el seno (la tristeza). Lo importante es que lo que determina donde está el niño no es nada que el niño haga sino el propio movimiento azaroso de las olas. Su bienestar es una función de condiciones externas, y esto en buena parte es cómo atraviesa la vida uno que está esclavizado a las pasiones.
Ahora bien, pasando al padre, hay dos formas en que puede portarse con su niño – dejándose llevar por las pasiones (como hace su niño) o empleando la razón. Yo he visto a muchos padres responder los gritos de su niño con gritos propios. Éste es un comportamiento tan antiguo como la propia biblia – ojo por ojo; diente por diente. Si tú me pegas o gritas yo te hago lo mismo. Sin embargo, no resuelve nada; sólo aumenta el sufrimiento de los dos lados. El sufrimiento en la vida puede ser físico y viene sin duda de enfermedades y accidentes automovilísticos, pero en gran mayor parte el sufrimiento es emocional y viene de las relaciones humanas. La larga charla que tuvieron Spinoza y Leibniz fue un placer positivo, pero mucho del placer que sentimos, como más adelante dirá Freud, es un placer negativo en el sentido de ser la hábil evasión de sufrimiento innecesario. Un padre gritando a su hijo en el súper es un sufrimiento innecesario. Un buen padre no reacciona al berrinche de su hijo sino que actúa de forma racional. Sabe que esto es la naturaleza de los niños, que si el niño grita “¡Te odio!” no lo toma a pecho. Trata de reconfortarlo con una voz mesurada, lo carga, o deja que se canse con los gritos.
Todo esto suena bien; tiene sentido lo que dice Spinoza – determinar nuestra acciones con la razón en vez de ser controlado por las caprichosas pasiones. Una acción es buena cuando está determinada por nosotros mismos, internamente por la razón, y mala cuando es producto de las pasiones, de cosas externas actuando sobre nosotros, cosas a fin de cuentas que sufrimos.
Con esto quisiera cerrar la cuarta parte para pasar en el próximo vídeo a la quinta y última parte de La ética, pero no puedo. Hay un problema, a saber, la proposición 59. Dada la forma en que Spinoza entiende el bien, esta proposición al parecer podría justificar acciones como la tortura y la violación entre otras que la tradición ética ha condenado. Hay que ver si logra librarse de este problema, pero hoy no, ya estoy cansado. En el próximo vídeo iniciaremos viendo este tema que mencioné, y luego a la quinta parte a discutir la tercera clase de conocimiento, la determinismo, y la beatitud, entre otras cosas.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

7 Comments

  1. Mario · 03/05/2022 Responder

    Hola Darín! Si no entendí mal, Spinoza plantea una polaridad entre la RAZÓN (que sería “buena” y deseable) y la PASIÓN (que sería “mala” e indeseable) / Estaría bueno que profundices un poco sobre las diferencias entre el significado de la palabra PASIÓN en la época de Spinoza y su significado actual / Hoy por hoy SER UNA PERSONA APASIONADA es una virtud muy buscada en las ORGANIZACIONES, en el ARTE, en la RELIGION, en la CIENCIA y supongo que en la EDUCACIÓN también / Vos mismo sos un “apasionado” por lo que hacés y es por ese motivo -creo- que tenés miles de seguidores en la Fonda, yo entre ellos / No no / no debe ser RAZÓN o PASIÓN / Debe ser “RAZÓN y PASIÓN”

    ¡Viva la Pasión! ¡Viva Spinoza! y ¡Viva la Fonda! (un poco de alegría no viene mal jajaj!) / Me encantó el video / Abrazo fuerte

    • Darin · 04/05/2022 Responder

      No recuerdo en qué vídeo pero cuando introduje la noción de pasión la distinguí de su acepción contemporánea. Las distinción relevante no es entre razón y pasión sino entre razón e imaginación, y por el otro lado pasión y acción.

      • Mario · 06/05/2022 Responder

        Perfecto! Por aquí a las personas incapaces de sentir pasión (futbolera en particular) se les dice “pecho frío” jaja!. Cosas de la cultura popular. Bueno, un abrazo y gracias por la aclaración Darin. Abrazo!

      • Mario · 11/05/2022 Responder

        Querido Darin: estoy releyendo los resúmenes que vengo haciendo de tus videos desde octubre de 2019 a la fecha. En el 5to video de Kierkegaard anoté que para él, “la existencia humana no puede lograrse sino a través de la Pasión”. Sin embargo, estamos estudiando que, para Spinoza, la existencia humana solo puede realizarse a través de la Razón.

        ¿RAZÓN o PASIÓN? o lo que es lo mismo ¿RAZÓN O EMOCIÓN?

        Uno de los aprendizajes más importantes (¡quizás el más importante!) que he realizado en estos 4 años de estar en la Fonda, es haberme dado cuenta de la tremenda dificultad que hemos tenido en Occidente para entender que somos “una criatura emocional que piensa” / He caído en la cuenta de que la historia de la filosofía occidental es el largo camino que hemos recorrido hasta incorporar las emociones -por fin- a la realidad de lo humano.

        No sé por qué hemos tenido tanta dificultad histórica en reconocer las “pasiones” (emociones). No sé por qué tanto miedo. Como si al vivirlas como propias, esas emociones nos hubieran dificultado superar la condición de “animales naturales” para convertirnos en “seres humanos”

        La Historia de la Filosofía es en el fondo la historia de como logramos convertirnos de animal natural en animal humano. O de como logramos convertirnos de un “ser natural” en un “ser humano”. A ver. No pretendo que alguien lea lo que aquí escribo. Lo hago como quién arroja una botella al mar desde una isla completamente desierta. Con alegría pero sin esperanza alguna.

        • Darin · 13/05/2022 Responder

          Hola Mario. Sí, para Spinoza se trata de la razón, pero incorpora los afectos también. Ésa es la reivindicación que el neurólogo Antonio Damasio ha hecho de Spinoza.

  2. Atari · 06/05/2022 Responder

    No se beneficiaron los dos. Spinoza era un genio. Leibniz, un pedante cortesano de talento propenso al plagio. Con Newton la tuvo. Con Spinoza no, pues apenas un año después de su encuentro (que Leibniz jamás reconoció), Spinoza falleció. La mayoría de los conceptos metafísicos (en especial los teológicos) de Leibniz son inversiones de lo que se puede leer en la “Ética”. La relación entre Spinoza y Leibniz es semejante a la que se establece entre el profesor y el estudiante. El estudiante trata de “matar al padre”. Como Adorno con Heidegger, Marx con Hegel o Aristóteles con Platón. El único benefició que sacó Spinoza de aquel encuentro fue serenar su espíritu, pues vivía la existencia de un marginado. El mismo beneficio habría obtenido charlando con el frutero.

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