A estas alturas del libro, revisamos las conclusiones que podemos hacer con respecto al alcance legítimo de la metafísica, e introducimos la Dialéctica trascendental donde se trata de las ideas de la razón y su uso metafóisico ilegítimo.
 No sé si te has dado cuenta, pero estamos analizando una obra que se llama la Crítica de la razón pura, y casi no hemos hablado de la razón. Mucho sobre la sensibilidad y el entendimiento, las intuiciones y los conceptos. ¿Y la razón, que es supuestamente el tema principal?
Bueno, Kant utiliza la palabra “razón” en dos sentidos, uno amplio que él llama la razón teórica y el otro más delimitado que llama la razón especulativa. Por razón teórica Kant entiende la operación general de nuestro intelecto en la producción de conocimiento. En otras palabras, es lo que queremos decir cuando hablamos de razonamiento. Cuando alguien razona, infiere una conclusión a partir de premisas. La conclusión es el juicio que emite, por lo que Kant también habla de la razón teórica como la facultad del juicio. Vamos a resumir todo lo que hemos visto hasta ahora en la imagen del silogismo. En su totalidad, el silogismo es un argumento. El argumento está compuesto de proposiciones (que son las premisas y la conclusión), y las proposiciones se componen de términos. Ahora bien, la sensibilidad nos da la materia prima para el razonamiento al presentar objetos a través de intuiciones. Estos objetos son los predicados o cualidades que forman los términos digamos del silogismo. El entendimiento con sus conceptos, tanto empíricos como puros, relacionan estos objetos o términos en proposiciones, predicándoles cualidades y poniéndolos en relaciones de causa y efecto, etc. Pero el verdadero poder del intelecto humano consiste en tomar esas proposiciones e inferir algo nuevo a partir de ellas. La organización conceptual y la inferencia lógica es el trabajo de la razón en su sentido amplio, la razón teórica.
Antes de pasar a la razón especulativa, que es la que Kant va a tratar en la Dialéctica trascendental, revisemos las conclusiones que podemos sacar a estas alturas del libro sobre la razón en este sentido amplio. Para ello, tenemos que recordar el problema fundamental que Kant quería resolver. Cuando Hume le despertó de su sueño dogmático, Kant se dio cuenta de que límites tenían que ponerse a la metafísica tradicional. Pero no era cuestión de simplemente volverse humeano y decir “ciencia empírica sí y metafísica no” porque había abusos de los dos lados, tanto de los racionalistas como de los empiristas. Estas tradiciones estaban preocupadas principalmente con cuestiones epistemológicas: ¿qué podemos conocer? Para responder a esta pregunta, Kant se fija en un tipo de juicio en particular: los juicios sintéticos a priori, como “Todo evento tiene una causa”. No le interesan los juicios analíticos, como “Todos los solteros no son casados” porque son trivialmente verdaderos; no expanden nuestro conocimiento como los juicios sintéticos. Pero tampoco le interesan los juicios sintéticos a posteriori del empirismo, como “Este perro es blanco” porque son particulares y contingentes. Lo que le interesan son juicios que amplíen nuestro conocimiento, es decir, sintéticos, pero que a la vez no acudan a la experiencia, es decir, que no sean empíricos sino a priori o puros. Eso es “la razón pura” que vemos en el título. Hacer una crítica o análisis de la razón pura significa averiguar qué puede conocer la pura razón aislada de la experiencia sensorial. Hasta ahora, hemos visto que la razón pura tiene un empleo legítimo en al menos dos campos: las matemáticas y la geometría, y en la ciencia. No tenemos que acudir a la experiencia para saber que 7 + 5 son 12 o que todo evento tiene una causa. La posibilidad de este tipo de conocimiento es lo que hemos visto hasta ahora en la Estética trascendental y en la Analítica trascendental, y constituye lo que podemos llamar una metafísica de la experiencia. En ella, Kant establece los límites al conocimiento humano. En resumidas cuentas, consiste en que el único empleo legítimo de la razón es en el campo de la experiencia, en la esfera de los fenómenos. En este sentido reconoce la crítica de Hume, pero como dice Kant en su introducción, si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia. Los elementos puros o a priori de la cognición humana que Kant plantea salvan al conocimiento humano del escepticismo empirista.
Para resumir, Kant ha legitimado cierto tipo de metafísica, la de la experiencia donde la razón limita su empleo a las condiciones de la sensibilidad. Pero la tradición racionalista, con gente como Descartes, Spinoza y Leibniz, extendía la razón más allá de las matemáticas y la ciencia para incluir lo que tradicionalmente se llama la metafísica, cuyos objetos son cosas como Dios, el alma, la inmortalidad, etc. La metafísica que Kant defiende es interna a la experiencia, por lo que la podrías llamar inmanente. La que rechaza es esta metafísica trascendente de los racionalistas porque sus objetos trascienden la experiencia.
En la primerísima oración de esta obra, en el prólogo a la primera edición, Kant dice: “La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de la razón misma, pero a las que tampoco puede contestar, porque superan las facultades de la razón humana”. Lo interesante aquí es que los temas de la metafísica tradicional no son simples errores, como hablar de un circulo cuadrado o hacer mal una suma en matemáticas. Dios, el alma y la libertad son cuestiones que no podemos apartar dice Kant. Y es más, esos temas son propuestos por la naturaleza de la razón misma.
Ahora bien, al principio dije que Kant habla de la razón en dos sentidos, uno amplio que ya hemos tratado, la razón teórica, y otro más restringido, la razón especulativa. El funcionamiento de la razón en este segundo sentido produce lo que Kant considera ilusiones, a saber, la ilusión de que podemos conocer objetos que trascienden las condiciones de la sensibilidad. En la última gran sección del libro, la Dialéctica trascendental, Kant habla de cómo esta ilusión se da. Por cierto, se llama la Dialéctica porque Kant consideraba que los antiguos griegos utilizaban ese término para referirse al arte de la argumentación sofística, es decir, engañosa o ilusoria. En todo caso, en la Estética trascendental Kant trata de la sensibilidad y las intuiciones que produce; en la Analítica trascendental del entendimiento y los conceptos que se aplican a las intuiciones; y en la Dialéctica trascendental trata de la razón y cómo genera ciertas ideas que ilusoriamente pensamos que podemos emplear para producir conocimiento.
La razón que trata en la Dialéctica no es la razón teórica, sino la razón especulativa. Para entender su naturaleza, volvamos un momento a la razón teórica. La habíamos caracterizado en términos del silogismo, de hacer inferencias al pasar de premisas a conclusión. En términos lógicos, las premisas son la condición y la conclusión es lo condicionado. Esto quiere decir que la verdad de la conclusión no es auto-evidente, sino que es condicionada por las premisas. Entonces, el razonamiento teórico se ejerce al pasar de arriba por abajo, de la condición a lo condicionado. La razón, dice Kant, “busca la condición general de su juicio”. Si partimos desde abajo en la conclusión y vamos por arriba, encontramos su condición en la premisa mayor, que suele ser una regla universal, más no su condición general. ¿Por qué? Porque la premisa mayor: “Todos los hombres son mortales”, tampoco es autosuficiente. Esta condición también puede verse como condicionado por una condición o premisa superior. De esta manera, la premisa mayor de nuestro silogismo, “Todos los hombres son mortales”, sería la conclusión de un silogismo anterior, por ejemplo:
Todos los animales son mortales.
Todos los hombres son animales.
Por lo tanto, todos los hombres son mortales.
En un vídeo anterior, hablamos del trabajo conceptual del entendimiento, de las síntesis que lleva a cabo con el resultado de unificar lo múltiple dado en la sensibilidad. Esta labor de síntesis o unificación caracteriza en general el quehacer de la razón. Donde la razón teórica va de arriba por abajo, subsumiendo particulares bajo reglas generales (que son las condiciones) para llegar a conclusiones (lo condicionado), la razón especulativa va de abajo para arriba, buscando condiciones cada vez más abarcadoras para subsumir bajo ellas cada vez mayores cantidades de juicios. En nuestro ejemplo, “Todos los animales son mortales” abarca a los juicios: “Todos los hombres son mortales” y también los gatos, perros, aves, etc.
Como puedes imaginar, nuestra nueva condición o premisa mayor, “Todos los animales son mortales” tampoco es autosuficiente. La razón sigue su ascenso, buscando condiciones o premisas aun superiores, hasta llegar a la condición última, o lo que podríamos llamar la condición no-condicionada. Por cierto, si eso suena como el motor inmóvil de Aristóteles, no es gratuito ya que usó el mismo razonamiento para llegar a ello. Kant resume todo esto al decir, en la p. 215 de nuestro libro, que “el principio peculiar de la razón en general es: para el conocimiento condicionado del entendimiento, hallar lo incondicionado, con que se completa la unidad del mismo”. Esto podría verse como una máxima de la razón que exige buscar la mayor unificación del conocimiento y eso con la finalidad de proporcionar una explicación última de las cosas y de nuestro conocimiento.
¿Y qué es lo que encuentra la razón al final de su ascenso? En el caso del entendimiento, vimos que Kant encontró sus elementos básicos o a priori, es decir, las categorías, a través de un análisis de las formas básicas del juicio. En el caso de lo incondicionado que busca la razón especulativa, Kant se guía por las formas de silogismo en las que discurre la razón teórica en su trabajo de inferir conclusiones. Ahora, una conclusión se infiere con base en las formas en que las premisas se relacionan entre sí, cosa que si te acuerdas Kant reflejó en su tabla de juicios del entendimiento bajo el rubro de “relación”. Ahí vimos que son tres formas básicas: silogismos categóricos, hipotéticos y disyuntivos. Las categorías que derivó de estas formas de juicio son: Sustancia, Causalidad y Comunidad. Ahora bien, si la razón teórica tiene como objeto las intuiciones y su síntesis a través de las categorías, la razón especulativa tiene como su objeto las categorías mismas y su síntesis o unificación en lo incondicionado. El resultado de esta unificación son lo que Kant llama Ideas de la razón. Son tres, correspondiendo a las tres categorías del entendimiento. Vamos a ver cómo las deriva.
Si empezamos con la categoría de sustancia, vemos de la tabla de juicios que el tipo de juicio en que se aplica es el categórico. Nuestro silogismo de Sócrates y la mortalidad es un ejemplo de este tipo de silogismo. Aquí vemos que al sujeto o sustancia de la premisa mayor, los hombres, se le predica una cualidad, la mortalidad. Pero el sujeto al que le interesa a Kant no es el sujeto o tema de la proposición, los hombres, sino la apercepción del “yo pienso” que acompaña a todas las representaciones. La categoría de “sustancia” sintetiza lo múltiple de la intuición para producir la proposición “Todos los hombres son mortales”, pero la apercepción acompaña a todas las proposiciones de un silogismo o razonamiento, así relacionándolas o sintetizándolas en un solo conocimiento expresado en la conclusión. Todo eso es la razón teórica. El problema, desde el punto de vista de la razón especulativa, es que la apercepción es necesaria sólo lógicamente, es decir, si hay razonamiento, se dará la función de la apercepción, pero si no hay razonamiento, no se da. Entonces, la apercepción es condicionada por actos concretos de razonamiento, siendo lógicamente necesaria pero no ontológicamente necesaria. La razón especulativa, entonces, con su cometido de unificar los juicios parciales y condicionados del entendimiento en una totalidad, hace su propia síntesis. Lo que sintetiza son todos los posibles y diversos actos de apercepción, llevándolos bajo un concepto incondicionado, a saber, el sujeto pensante o el alma entendido como una sustancia ontológica.
El alma es la primera de las ideas de la razón. Las ideas se distinguen de los conceptos o categorías del entendimiento porque a las Ideas ningún objeto de la experiencia proporcionado por la sensibilidad les puede corresponder. En cuanto a la idea del alma, las ilusiones que provoca al tratar de emplearla en el razonamiento corresponde a lo que Kant llama la psicología trascendental.
La segunda idea proviene de la categoría de la causalidad, la cual se manifiesta en los silogismos hipotéticos, por ejemplo, “Si llueve, las plantas crecen. Llueve. Por lo tanto las plantas crecen”. Lo que esto expresa es una relación de causa y efecto. La razón teórica, utilizando la categoría de la causalidad, sintetiza este tipo de relación entre los objetos proporcionados por la sensibilidad. Sin embargo, cualquier causa dada es condicionada en el sentido de que puede considerarse como el efecto de una causa anterior. Por ejemplo, la lluvia es la causa del crecimiento de las plantas, pero la lluvia es a su vez un efecto con su propia causa, y así sucesivamente. Lo que la razón especulativa busca, entonces, es una causa no condicionada, cosa que no sería más que la totalidad de todas las secuencias causales. Esta totalidad de causas es el mundo o cosmos en su totalidad y es la segunda idea de la razón, correspondiendo, dice Kant, a la cosmología trascendental.
Como final, la tercera idea de la razón proviene de la categoría de la Comunidad, que Kant también llama Reciprocidad. Podemos entender la naturaleza de esta categoría al examinar el silogismo que le corresponde, el disyuntivo. Un ejemplo sería: “Este animal es macho o hembra. No es macho. Por lo tanto es hembra”. En este tipo de silogismo hay proposiciones mutuamente exclusivos (o es macho o es hembra). El tipo de relación que guarda no es causal, es decir, uno no está subordinado bajo el otro como el efecto de una causa, sino que la relación es recíproca. La relación no es de subordinación sino de coordinación. En la p.86 del libro Kant dice: “Están pensados como coordinados unos a otros y no subordinados, de tal modo que se determinan uno a otro, no unilateralmente como en una serie, sino recíprocamente, como en un agregado”. Lo que Kant quiere decir es que en cualquier disyunción particular, cada lado de la disyunción implica al otro, es decir, no se puede tener el uno sino el otro. Forman, se podría decir, una comunidad, y es por eso que Kant llama esa categoría así. Sin embargo, para cualquier juicio disyuntivo en particular, esta comunidad es muy delimitada y resulta ser condicionada por las demás disyunciones no explícitas en el silogismo. Lo que la razón especulativa busca, entonces, es la comunidad o agregado más amplio o, en otras palabras, la condición incondicionada de la posibilidad de la existencia de todas las cosas. Esa condición es, en una palabra, Dios. Dios es la tercera idea de la razón, y las ilusiones que esta idea provoca se tratan en la teología trascendental.
El alma, el cosmos en su totalidad y Dios son los objetos de la metafísica tradicional. En las últimas célebres secciones del libro, los Paralogismos, las Antinomias, y el Ideal de la razón pura, Kant trata respectivamente estas ideas y desenmascara como meras ilusiones el supuesto conocimiento al que dan paso.
¡Ya no voy a decir más! Han de estar muy cansados; ¡yo también lo estoy! Sé que el tema de este vídeo fue muy denso, pero ni modo, así es Kant. Lo bueno es que su análisis del alma, el cosmos y Dios es muy interesante. Aguántenme tantito más que ya casi llegamos al final. Como siempre, ¡gracias por acompañarme, hasta la próxima y buen provecho!
Profesor Darin, su trabajo sobre la razón de Kan en este video es muy intenso. Proporciona muchos datos que son minuciosos para “estudiarlo” detenidamente.
Muy buen trabajo de su parte. Saludos.
Gracias Walther. Era demasiado pesado para mi gusto, pero bueno, ya casi terminamos!
Qué bien Darin, ya echaba de menos un nuevo video!
Gracias Adriana!
Gracias, profesor Darin, porque si no hubiese sido por usted, creo que jamás me hubiese atrevido a afrontar la lectura de este libro que, tal como dijo en el primer vídeo de la serie, todo estudiante serio de filosofía debe dominar. Por favor, continúe con su labor. Un abrazo muy fuerte desde España.
Gracias a ti Julio y suerte con la lectura!
Hola Darin¡¡¡ Soy estudiante de profesorado de filosofía y hace bastante que te sigo realmente La obra de Kant es grandiosa y difícil, este autor es cosa seria, pero con tu ayuda se lo entiende mejor. Gracias por el aporte para comprender a tantos pensadores , y facilitarnos su abordaje sin abandonar su lectura original.
Muy buen trabajo Profesor¡¡¡
Muchas gracias Sergio, un abrazo!
Darin me ayudas 😭 por favor?
Darin, antes que nada agradecer tus videos, eres un verdadero sommelier metafísico que a partir de una cata, de un pequeño sorbo de toda la sabiduría que se ha sembrado y cosechado, tus seguidores son capaces por sí solos de disfrutar de copas más grandes llenas de sabiduría y también de tener cada día mas capacidad crítica.
Al acercarme al pensamiento de Schopenhauer, el viejo de Danzing me “exigió” leer a Kant antes de abrir su mundo como voluntad y representación.
Tus vídeos de La critica de la razón pura han sido extraordinarios para cumplir con esta exigencia y entender mejor su Apéndice kantiano.
Leyendo a estos dos sabios del siglo XVIII y XIX me tiene obsesionado una idea, una pregunta; ¿como habrían encajado el concepto de espacio-tiempo de Einstein, sobre todo Kant con su concepto de intuición pura externa para el espacio e intuición pura interna para el tiempo?
Filosofía ficción
Hola Fernando. Sommelier metafísico! jaja, ¡me encantó esa frase! Pues ya tenemos la opinión de Einstein al respecto. En su ensayo “Geometría y experiencia” plantea su desacuerdo con Kant en términos de su descubrimiento de la relatividad. En cuanto a Kant, si el tiempo y el espacio son relativos con respecto a la posición de un observador, parecería que no podría ser a priori sino sólo a posteriori.