Hoy vemos cómo los conceptos de la angustia y la desesperación conforman la naturaleza del yo.
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Una de mis citas favoritas en filosofía es de Jean Jacques Rousseau. En su Discurso sobre el origen de la desigualdad, en un pasaje donde habla de la naturaleza humana, dice que un animal, a unos meses de nacer, es lo que será el resto de su vida. El animal humano, en cambio, es el único capaz de convertirse en imbécil. ¡Es verdad! Jamás he conocido a ningún perro imbécil, pero sí a muchos humanos. Lo que distingue al ser humano, según Rousseau, no es la razón, sino su libertad y su capacidad de perfeccionarse, de cambiar lo que es. Vemos estas dos cualidades en otra cita muy famoso de Rousseau donde dice “El hombre ha nacido libre y sin embargo se encuentra en todas partes entre cadenas”. Donde el perro llega directa y naturalmente a su perfección, el ser humano encuentra muchos caminos, diversas formas en que puede vivir, y la mayoría terminan esclavizados, lejos de la perfección de lo que el género humano es capaz.
Veremos que Kierkegaard comparte en cierta medida esta forma de ver el ser humano. Su capacidad de perfeccionarse, de elegir diferentes caminos en la vida, es algo que expresa en las tres etapas o estadios de la vida que caracteriza como lo estético, lo ético y lo religioso. Trata las primeras dos etapas en varios libros, pero principalmente en “O lo uno o lo otro”, y la tercera principalmente en “Temor y temblor”. Había pensado basar estos vídeos sobre Kierkegaard en un análisis de estas etapas ya que es la parte más conocida y llamativa de su obra, pero me di cuenta que ese análisis no tendría sentido sin entender previamente cómo Kierkegaard entiende la naturaleza humana. Cuando el médico te dice que tienes hipertensión porque estás de sobrepeso y eso porque comes demasiado pan dulce, está diagnosticando una enfermedad basado en conocimiento sobre la salud, en un modelo del cuerpo. La enfermedad que diagnostica Kierkegaard no es física, sino espiritual, para la cual cuenta con un modelo del curioso fenómeno que es el ser humano. El modelo consta de dos elementos básicos: el concepto de la angustia, que trata en un libro del mismo nombre, y el concepto de la desesperación que discute en el libro “La enfermedad mortal”.
Empecemos con el libro El concepto de la angustia. Si lo buscas en la sección de auto-ayuda en la librería, no lo vas a encontrar ya que, a diferencia de los demás, para Kierkegaard la angustia no es algo negativo que debe ser eliminado con pastillas o terapia, sino que es en esa experiencia que el hombre se da cuenta de su libertad.
Aunque el tema central sea la angustia, el tema de fondo es el pecado. Kierkegaard quiere entender el paso de la inocencia a la culpabilidad, cosa que se da a través del pecado. Elige el pecado más famoso del mundo, el de Adán, como punto de partida para su análisis, pero no acepta la interpretación tradicional de lo que sucedió ahí en el Jardín de Edén. En vez de ver a Adán como excepcional y distinto del resto de la humanidad y su pecado como originario que manchó inevitablemente a todos los demás, lo interpreta como ejemplar o prototípico, su experiencia siendo la misma por la que atraviesa cualquiera ser humano.
El análisis que nos interesa está en la quinta sección del primer capítulo. Ahí describe a Adán, antes de la caída, como en un estado de inocencia, unido de forma inmediata con su condición natural. Ésta es casi la condición de los animales y los niños muy jóvenes; viven en armonía con el entorno, en un continuo presente sin conciencia de pasado y futuro, de bien y de mal, de sí mismo y el otro. No es por nada que el Jardín de Edén es llamado un paraíso. Sin embargo, los niños y Adán no son como los animales ya que estos últimos siguen en este estado armonioso hasta morir mientras que aquellos no. La diferencia entre los dos es, como decía Rousseau, que el hombre es libre, pero fenomenológicamente no llegamos a ese punto todavía. Lo que distingue al hombre es el espíritu, pero dice Kierkegaard que en este estado armonioso el espíritu está soñando, no es aún actual. Aun así, en este estado de reposo y tranquila unión Adán tiene una vaga sensación de un algo más, algo ligeramente inquietante, un presentimiento que perturba la serenidad del presente. Estrictamente, ese algo no es nada, sin embargo, ese nada, dice Kierkegaard, tiene un efecto: engendra la angustia.
Este presentimiento cobra peso al recibir Adán la instrucción de Dios de no comer el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Obviamente, antes de comer el fruto, era imposible que Adán entendiera la distinción entre el bien y el mal. Más bien, el efecto que tuvo la prohibición de Dios de decir “No debes” fue “Yo puedo”. Dice Kierkegaard: “Lo que antes pasaba por delante de la inocencia como la nada de la angustia se le ha metido ahora dentro de él mismo y ahí, en su interior, vuelve a ser una nada, esto es, la angustiosa posibilidad de poder”. No poder como sustantivo, sino como verbo, ser capaz de. A estas alturas, Adán no sabe de lo que es capaz, sino sólo que es libre; se le ha abierto una dimensión infinita de posibilidades. Una posibilidad es algo que puede realizarse, algo que pertenece al futuro, sin embargo, Adán se da cuenta no de una posibilidad a diferencia de otra, sino del carácter indefinido del futuro, una indefinición que Kierkegaard describe como una nada. En inglés, nada es “nothing” que, si te das cuenta, dice “no thing”, o sea, ninguna cosa. El objeto de la angustia no es ninguna cosa, no es nada. En todo caso, la forma en que Adán se relaciona con esta nada de futuras posibilidades es por la angustia.
Ésta es la primera y más célebre característica de la angustia, que su objeto es indefinido, y por ello debe distinguirse del miedo. Cuando tememos algo, ese algo es definido, por ejemplo, un perro que te ladra agresivamente en la calle, y la reacción es repulsiva, uno quiere huirse del objeto. Es diferente con la angustia. Aquí hay dos reacciones simultáneas: repulsión y atracción. Kierkegaard ilustra este aspecto de la angustia con la imagen de estar parado al borde de un precipicio. Por un lado, la idea de caer en el abismo le repele a uno, por lo que se aleja, pero al mismo tiempo a veces uno siente un extraño impulso de lanzarse al abismo que yace ahí abajo. Lo que uno siente en tales momentos, atracción y repulsión al mismo tiempo, es precisamente la angustia, la cual no es el miedo de caer, por ejemplo, sino la experiencia de nuestra total libertad de elegir. A veces voy manejando y veo un enorme árbol al lado de la calle e imagino dirigir el coche directamente hacia él. Saber que podría hacerlo me llena de angustia porque lo que siento es mi infinita capacidad de elección, mi libertad. ¡Lo único que impide que lo haga soy yo!
Kierkegaard llama este carácter dual de la angustia una “antipatía simpática o una simpatía antipática”, por lo cual la angustia es esencialmente ambigua. La angustia que Adán siente al escuchar la prohibición de Dios, su conciencia de poder o de ser capaz, no le lleva necesariamente a comer el fruto ni tampoco a no comerlo. Debido a su ambigüedad, la angustia no es la causa de la elección, sino la condición de su posibilidad. Pararse en el borde de la posibilidad, como en el borde de un precipicio, provoca vértigo, el vértigo de la libertad como Kierkegaard lo llama.
Ahora bien, recuerda que estamos buscando un modelo del yo. En la medida en que Adán viva en la inmediatez, en unidad y armonía con su entorno, no tiene ningún yo, al igual que los animales. Sin embargo, no es un mero animal; hay algo que lo distingue de ello, a saber, el espíritu. Recuerda que en su estado de inocencia, el espíritu soñaba en Adán. Pero ahora con la experiencia de la angustia empieza a despertar. Se despierta porque la angustia rompe la armonía anterior, apartando a Adán de su entorno y enajenándolo de la unidad que antes disfrutaba. Su capacidad de imaginar posibilidades indica que es más que un mero cuerpo sensual, como el animal, a saber, es también alma. Dice Kierkegaard: “El hombre es una síntesis de alma y cuerpo. Ahora bien, una síntesis es inconcebible si los dos extremos no se unen mutuamente en un tercero. Este tercero es el espíritu”.
El hombre no es puro cuerpo, como el animal, ni puro intelecto o alma, como los ángeles, sino algo intermedio que consta de los dos. La forma en que estos dos lados se relacionan ha sido tema de muchos filósofos: Platón y Aristóteles, los escolásticos, Descartes, Kant y Hegel. Para Kierkegaard, el yo no es una mera combinación de estos elementos, sea mecánica o orgánicamente relacionados, ni es la dominación del uno sobre el otro, ni tampoco el producto de una dialéctica entre contrarios, como en Hegel. Para Kierkegaard, el yo es algo logrado, una síntesis forjada no por silogismos, sino por la voluntad, un producto moral en vez de cognitivo. Expone su idea en los primeros dos párrafos de su libro La enfermedad mortal. Es un pasaje bastante denso, enigmático y francamente hegeliano en su estructura. Veamos lo que dice.
“El hombre es espíritu. ¿Pero qué es el espíritu? Es el yo. Pero entonces, ¿qué es el yo? El yo es una relación que se refiere a sí misma o, dicho de otro modo, es aquello en la relación que se relaciona consigo misma; el yo no es la relación, sino que [consiste en el hecho de que] la relación se refiere a sí misma”. Bien, pues con esto tenemos que el yo es alguna clase de relación. ¿Cuáles son las cosas que se relacionan? Todavía no sabemos. Sean lo que sean, lo importante es que el yo no va a consistir en la simple relación entre esas dos cosas, sino en la relación relacionándose consigo misma. Veremos más adelante qué quiere decir eso. Kierkegaard continua diciendo: “El hombre es una síntesis de infinito y finito, de temporal y eterno, de libertad y necesidad, en resumen, una síntesis. Una síntesis es la relación de dos términos. Desde este punto de vista el yo todavía no existe”. Ahora sí sabemos los términos de la relación. En el Concepto de la angustia donde hablaba del hombre como una síntesis de alma y cuerpo, pues aquí tenemos esos dos términos especificados con más detalle. Por un lado tenemos lo finito, lo temporal y lo necesario – estos corresponden al cuerpo. Y por el otro, lo infinito, lo eterno y la libertad como los componentes o factores del alma. Sin embargo, como comentamos, si lo que hay son simplemente dos términos en relación, el yo todavía no existe.
A continuación dice: “En la relación de dos términos, la relación entra como tercero, como unidad negativa, y los términos se relacionan a la relación, existiendo cada uno de ellos en su relación con la relación; así, por lo que se refiere al alma, la relación del alma con el cuerpo no es más que una simple relación. Si, por el contrario, la relación se refiere a sí misma, esta última relación es un tercer término positivo y esto es el yo”. Aquí Kierkegaard distingue entre dos tipos de relación, una que constituye una unidad negativa y otra que es positiva, y es esta segunda que es el yo. Para entender la diferencia, hay que desmenuzar este difícil pasaje paso por paso.
Antes que nada, está claro que Kierkegaard entiende la estructura del yo como triádica, es decir, hay tres elementos: las dos cosas relacionadas (como alma y cuerpo) pero también la relación misma. La relación que en el texto Kierkegaard caracteriza como una unidad negativa no es triádica. Para ver por qué, podemos acudir a uno de los filósofos que mejor ha entendido las relaciones: Charles Peirce. Peirce ilustra la naturaleza de las relaciones triádicas con el ejemplo de dar algo a alguien: A da B a C. Imagínate que yo (A) regalo un libro (B) a ti (C). ¿Sería correcto describir ese acto de la siguiente forma – yo dejo el libro en la mesa y tú, de casualidad, lo recoges? No. Eso sería como si olvidara mi libro en un restaurant y el siguiente cliente llega y lo pone en su bolsa. El libro pasa de mi posesión a la de otro, pero eso sólo describe el acto, más no la intención. Yo no le regalé el libro. El punto es que este ejemplo puede describirse como dos relaciones diádicas: “Yo dejo el libro” (A–B) y “Otro recoge el libro” (B–C). Esto es una mera combinación de términos, más no una síntesis. La síntesis tendría que incluir también la relación A–C, la cual encierra la intención de dar el libro, haciendo del acto una relación triádica y no una mera combinación de díadas.
Cuando Kierkegaard habla de una relación en la que los dos términos se unen de forma negativa, a eso se refiere. Esta forma de relacionar cuerpo y alma describe, en efecto, el tipo de ser que son muchos seres humanos, como veremos en el próximo vídeo al hablar de la forma de vivir que Kierkegaard llama lo estético. Pero describe también el tipo de ser u organismo que son los animales e incluso las plantas. ¿De qué manera? Como planteó Sto. Tomás de Aquino, el alma tiene tres niveles: vegetativo, sensitivo e intelectivo. Las plantas cuentan con el primer nivel, los animales de los primeros dos y el hombre de los tres. Sin embargo, el yo para Kierkegaard no es el alma, sino el espíritu, lo cual se caracteriza no por lo cognitivo, sino lo volitivo. En tanto una combinación de alma y cuerpo, el ser humano es un ser entre muchos que se distingue aristotélicamente por sus propiedades naturales. En este sentido, el organismo homo sapiens existe en el modo del ser, simplemente es. Pero el yo para Kierkegaard no es reducible a eso. En el texto dice que el yo no es la relación (de alma y cuerpo), sino que consiste en el hecho de que esa relación se relaciona consigo mismo. En el contexto hegeliano, eso significa el paso de la conciencia a la autoconciencia, pero ahí el acento está en lo cognitivo. En Kierkegaard está en lo volitivo. El yo no es una propiedad natural ni tampoco algo que se desarrolla como consecuencia de una dialéctica conceptual, sino que es un producto, una síntesis forjada en un acto de voluntad. Ser un yo no significa ser un conjunto de factores (como alma y cuerpo) sino la postura que uno toma con respecto a esos factores. Heidegger expresó la misma idea al decir que el ser del Dasein le es para el Dasein una cuestión abierta que el Dasein mismo y no una ecuación científica tiene que decidir.
Bueno, para ir terminando, volvamos a la serie de términos o factores opuestos que el yo relaciona: finito e infinito, necesidad y posibilidad, y temporal y eterno. La tarea más básica del yo es sintetizar o unir el primer binomio: finito/infinito. ¿Qué significan estos términos? Pues lo finito se refiere al lado fáctico de nuestra existencia, lo que Heidegger llama nuestra condición de arrojado. Uno se encuentra con cierto sexo, aspecto físico, raza, gustos y talentos y rodeado de cierto entorno social, político, etc. Estos elementos son dados (no son elegidos por uno), y determinan su actualidad. Sin embargo, si el ser humano sólo se caracterizara por su facticidad, sería como el perro que menciona Rousseau que, al unos meses de nacer, es lo que será el resto de su vida. Dice Kierkegaard que el hombre es capaz de trascender su finitud con la imaginación y así imaginar un mundo distinto al suyo de infinidad de maneras. La imaginación es, como Kierkegaard lo llama, el elemento infinitizador del hombre que le permite romper con la dimensión puramente natural. Al mismo tiempo está consciente de su finitud y la manera en que limita el grado en que el mundo natural puede ser trascendido. La tarea consiste en encontrar un punto entre estos dos extremos. Pero hay un detalle. No existe ninguna regla que dicte cómo relacionar el uno con el otro, sino que el problema constituye una paradoja existencial que tiene que ser constantemente enfrentada. Y es justo en ese esfuerzo que la angustia se hace más patente. Como veremos en el siguiente vídeo, hay muchas formas de evitar esa angustia u ocultarla, pero a costa de la humanidad de uno.
El siguiente binomio – necesidad/libertad (o lo que también llama posibilidad) – es básicamente una especificación del primero binomio. Mi facticidad es necesaria, y el infinito que alcanza la imaginación revela una dimensión de posibilidades que pueden realizarse en relación con la facticidad. El último par de factores, lo temporal y lo eterno, lo vamos a dejar para el final para no complicar las cosas ahora. Para finalizar, dije que su modelo del yo maneja dos conceptos: la angustia, que ya vimos, y la desesperación. Toda esto del yo y las relaciones que hemos visto está en los primeros párrafos del libro La enfermedad mortal. En el resto del libro trata la desesperación que es una mala o incorrecta relación de los elementos que hemos discutido. En palabras más claras, se trata de la falta de voluntad de ser uno mismo, de un mal uso de la libertad que revela la angustia por lo que uno falla en elegir ser uno mismo. Veremos esta falla en las primeras dos etapas del camino de la vida: lo estético y lo ético, tema del próximo vídeo.
Lo de Kierkegaard se podría entender desde cierto concepto de simetría imperante, a manera de metáfora empírica del Universo, durante la hegemonía de El Paraíso que sería inmóvil e inmaterial; pues una vez obtiene el informe (antítesis, ciencia, no-yo) sobre su potencial de libertad se vuelve asimétrico, material, y el diferencial engendrado será el móvil posterior siempre insatisfecho e histórico de la voluntad humana. Sin embargo, es dudoso que Adán no haya llegado autónomamente a la conciencia de su potencial libertad. Kierkegaard pretende obligar al humano a creer que su libertad proviene de que Dios le dispense una y otra vez, históricamente motivos crecientes de liberación. Esto no ha resultado cierto hasta ahora. Es obvio que el árbol del bien y el mal, ya de por sí establece un diferencial de sentido, que debe estar dentro de nosotros motivando la acción científica de conocer, haciendo parte de la subjetividad y otras categorías surgidas también a manera de metáfora de lo que ya el Universo ha construido tras ingentes eones evolutivos.
Hola Carlos. No entendí bien la primera parte de tu comentario. En cuanto a Dios, sin duda es un aspecto importante e innegable de su pensamiento. ¿Tendrá vigencia lo que dice para un ateo? Eso lo veremos más adelante. Y lo del árbol, pues sí, es metafórico. Lo que dice en La enfermedad mortal no es teología, sino filosofía/psicología.
Muchas gracias.
De nada Arturo.
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Cordial saludo, Profesor Darin.
Gracias por el alimento que ofrece a quienes nos acercamos a la Fonda. Es un privilegio grande aprovechar su generosidad.
Felicidades.
Gracias Jorge.
Muy lindo tu trabajo de interpretación, pero es tan anacrónico este tipo de análisis en la época en que vivimos y en el espacio que se desarrolla que me resulta una falta de ética en lo que hace a tu persona como filósofo. Porque como en mi caso que tengo 72 años y comienzo a tratar de interpretar la filosofía para salir de la trampa de los explicacionismos culturales vuelvo a escucharlo en un lugar que creía que me iba a salvar de oirlos. De todos muchas gracias y un abrazo. Juan Carlos.
Hola Juan Carlos. ¿Qué tipo de análisis sería más apto para la época en que vivimos?
Disculpa mi atrevimiento pero lo considero de una gran actitualidad.. La angustia hace a nuestra definición como existentes. Discrepo absolutamente con tu perspectiva.
Darin !!Felicitaciones!! por ese aporte para comprender los conceptos de la angustia y la desesperación que conforman la naturaleza del yo.
Saludos
Julio
Gracias Julio!
Doctor: Disculpe, existe algún libro de apoyo que me recomiende respecto de las citas que introduce en griego y en latín, en su Historia de la Filosofía ,Frederick Cópleston ?
Hola Roberto. La verdad no conozco un libro así, aunque ha de existir. Quizá lo más fácil sea buscar una frase o palabra determinada en Google. Ahí aparecerá seguramente el significado.
Si Señor, tiene razón, así lo haré, gracias un abrazo
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Muchas gracias como siempre por tu generosidad, maestro Darin.
Me resulta difícil manejar conceptos como alma o espíritu para lo que no es más (ni menos) que un cerebro que funciona a base de impulsos eléctricos generados por la alimentación y modificados por la “cultura”. Cada vez me resulta más complicado admitir por tanto, cualquier idea o fin trascendente de la biología en general y del humano en particular.
Un saludo desde España.
Como siempre agradezco que haga este tipo de material, yo sigo continuando mi preparación, y su material me ha sido de gran valía….saludos.
QUe bien Abraham, me da mucho gusto!
Hola Darin!
No se si tienes previsto seguir con Kierkegaard, espero que sí. E
En todo caso no me queda claro por qué dice K. que “la pasión se corresponde a la verdad como una paradoja”? – por que le resulta la verdad existencial paradójica? Acaso porque la definición de Verdad en territorio kierkergaardiano en tanto que existencia, es contrapuesta al concepto esencialista de verdad como adecuación, o identidad de realidad y pensamiento en el concepto?. Si no es mucha molestia, te agradecería tu aclaración.
Abrazo
“El punto más elevado de la interioridad en una persona existente es la pasión, porque la pasión corresponde a la verdad como una paradoja, y el hecho de que la verdad se convierta en una paradoja se funda en su relación con un individuo existente. Lo uno se corresponde con lo otro” del Postscriptum no científico…
Hola Silvina. Haces una pregunta que llega al meollo de la filosofía de Kierkegaard. Sí, voy a seguir con Kierkegaard y perdona pero creo que sería mejor que respondiera tu pregunta en uno de los vídeos por venir (serán dos más – quizá tres).
Perfecto Darin!
Muchas gracias!
Un abrazo.
Apreciado doctor Darin:
Para un iniciado en estos temas resulta de gran ayuda sus videos y lecturas, principalmente para formarnos un gran mapa de conceptos y categorias filosóficas para entender filosofía. En el bachillerato estudié filosofia, incluso un poco en la universidad, pero todo lo aprendido ha sido una decisión personal extracurricular, sin todos estos recursos de la actualidad, de poder rescuchar al docente y reforzar lo explicado en el texto. Agradezco el esfuerzo pedagógico del doctor Darin. Diariamente o con frecuencia escucho varias veces un mismo video y leo y releo las guias y la verdad siento que mis niveles de comprensión de las categorias filosoficas ya no se me escapan de mis pensamientos como el agua entre los dedos, ya preciso ciertos temas. Soy profesor de teoría económica y teoria general de Estado y todo estos temas me han permitido profundizar mis contenidos. Fuerte abrazo
Hola Guillermo. Me da mucho gusto leer sus palabras, saber cómo trabaja con los vídeos y los guiones para ir conociendo estos temas mejor. La finalidad de este proyecto lo describe en su comentario, entonces me hace feliz saber que estoy logrando mi meta. Un abrazo!
Hola profesor, desde España, ¿para cuando la cuarta parte de sus reflexiones sobre Kierkegard?
Gracias por todo y Saludos.
Hola Javier. Apenas empiezo a elaborar el siguiente sobre Hegel. Luego el cuarto de Kierkegaard!
tengo duda, en cuanto el pecado de Adan, ya en la obra “El concepto de la angustia” solamente habla de la angustia y pecado de Adán. ahora bien ¿Porque se habla de Adan y no de Eva?
Hola Bernardo. Sí, habla de Eva, pero Adán fue primero y sólo después de experimentar lo que Kierkegaard describe como la angustia fue creada Eva. Entonces habla de Adán con respecto a la angustia y la libertad porque fue el primero en experimentarlo. De hecho, dice que Adán y Eva son una repetición numérica. Mil Adanes is lo mismo que el primero, entonces da lo mismo hablar de cualquier de los dos, pero habla de Adán creo porque fue el primero.
muchas gracias.
De nada Bernardo 🙂
Hola buena tarde.
Tengo alguna duda respecto al “concepto de la angustia” de kierkegaard. primeramente él postula su filosofía de la existencia ya que estará en desacuerdo con la filosofía idealista de Hegel. así que soren quiere realizar su filosofia no especulativa, sin embargo, a la misma hora de mencionar “concepto” ya esta metiendo la razón.
entonces mi pregunta seria: ¿No caería kierkegaard en el mismo idealismo?
Dice Kierkegaard en este video que el hombre es una síntesis entre libertad y determinismo. Y a partir de su pensamiento yo razono así : Cuando una persona logra romper el determinismo “causa-efecto”, aunque sólo sea por un instante, esa persona destella contra el funcionamiento automático de todo el Universo y en ese instante glorioso es LIBRE. Y como producto de esa libertad, el hombre crea algo : un hacha de piedra, un algoritmo o la 9a Sinfonía. Y cómo CREAR es un atributo de lo divino, al romper las cadenas del determinismo el hombre libre se sacraliza, se vuelve sagrado y participa de lo Divino
Cuando pienso ¿quién soy yo? la única respuesta que trae un poco de paz a mi corazón es que soy el universo que se piensa a sí-mismo. No todo el Universo, claro! Pero no soy “yo”, separado del resto y en lucha por sostener mi individualidad, sino el Universo que se expresa en mi. Algo así como “uno en el UNO”. Por eso, al decir en este video que el hombre es una síntesis entre finito e infinito, Kierkegaard nos está expresando a los muchos que, como él, buscamos un encuentro con el Absoluto. Gracias Darin por abrir tantos caminos
Por último, cuando Kierkegaard dice que el hombre es una síntesis entre lo eterno y lo temporal, recuerdo a Eckhart Tolle. Lo único real es el presente. Y a pesar del pensamiento fragmentario de Kant&Cía, que se ocupó de fraccionar la realidad en “objetos” que se nos presentan unos “antes” y otros “después” y terminan de crear entre nosotros la ilusión del tiempo, la realidad es que vivimos, como intuyó Kierkegaard, en la eternidad de un presente continuo, verdadera síntesis entre lo eterno y lo temporal