Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 18/18

¡Ya llegamos al final del camino! Hoy tratamos los últimos dos capítulos, sobre la religión y el saber absoluto.

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Pasamos ahora al séptimo y penúltimo capítulo de la Fenomenología el cual versa sobre la religión. ¿Por qué le interesa a Hegel la manifestación religiosa del espíritu? Para ver por qué, tenemos que ver un poco más de cerca lo que sólo toqué de pasada en el último vídeo, a saber, el enfrentamiento entre la religión y la Ilustración.
El racionalista ilustrado trata el fenómeno de la fe con desdén, viéndola, dice Hegel, como “una trama de supersticiones, prejuicios y errores [que provienen] del engaño de un sacerdocio”. El hombre ilustrado, dice Hegel, desea liberar las masas engañadas y lo hace derrumbando con facilidad los ilusorios ídolos de la fe. En el texto, la dialéctica se resuelve a favor de la razón ilustrada, que pasa luego a la revolución francesa y como final a la autonomía racional del sujeto kantiano. A fin de cuentas, para Hegel, la razón, más que la fe, es la mejor forma de encontrar satisfacción en el mundo, de superar la enajenación. Sin embargo, la forma en que la Ilustración lo hizo fue sesgada y superficial. Al tratar la fe religiosa en términos simplistas, llegó a constituir posiblemente una nueva forma de irracionalismo. Desde el punto de vista de la fe, el racionalismo también es superficial si sólo ve cosas físicas que pueden medirse, como hacía precisamente la Razón Observante que vimos hace tiempo. Semejante razón se vuelve reduccionista e instrumental, como tiempo después dirían los filósofos de la Escuela de Frankfurt. De hecho, La dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer argumenta que la Ilustración, habiendo vencido la dimensión mítica de sociedades anteriores primitivas, vuelve necesariamente a caer en lo mítico o irracional al basarse sobre una razón escindida de la vida práctica y regida por una moral formalizada. Antes de pasar a su análisis del terror de la revolución francesa, Hegel dice: “Se pondrá de manifiesto, sin embargo, en la Ilustración si puede mantenerse en su satisfacción; aquel anhelo del espíritu oscuro que deplora la pérdida de su mundo espiritual acecha al fondo”. Volvemos al fenómeno de la religión en el séptimo capítulo porque, como nos dejan ver Adorno y Horkheimer, la Ilustración no forjó un camino a la libertad y la autonomía, sino al totalitarismo y el fascismo. Hace falta volver a la dicotomía entre fe y razón, no para atinar con el argumento contundente que la dejará atrás, sino para eliminar esta noción de dicotomía, para eliminar la idea de la fe religiosa como opuesta a los fines de la razón y verla más bien como expresando, de otra forma, las mismas conclusiones que la razón. Hegel hace esto al ver el desarrollo de la religión de una expresión natural a una artística a una finalmente basada en la revelación.
En las religiones de la naturaleza, el entorno natural está divinizado. Como hemos visto en muchos momentos donde tenemos el inicio de una nueva dialéctica, lo absoluto o lo divino se identifica con algo externo e inmediatamente dado. En el caso de las religiones de la naturaleza, la luz es paradigmática, es omnipresente y penetra todo. Sin embargo, carece de una determinación concreta, por lo que la conciencia religiosa luego identifica lo divino en las formas del mundo natural como son las plantas y los animales. Al desarrollarse los humanos en grupos cada vez mayores, su entorno deja de definirse por lo natural a encontrarse constituido por lo humano, por la ciudad, en una palabra – el polis. En vez de encarnarse lo divino en lo natural, se manifiesta en la dimensión socio-política, cuyo elemento básico es el ser humano. Entonces lo divino pasa de lo objetivo o sustancial a lo subjetivo o, en la terminología de Hegel, de lo en-sí al para-sí.
Esta nueva forma de religión es la religión en la forma del arte. Artistas humanos crean estatuas de las divinidades que, al compartir la forma humana, se vuelve más accesible y patente a la experiencia humana. Pero lo humano es más que una mera forma física. El hombre habla, por lo que los artistas empezaron a hacer a las divinidades hablar al crear himnos. Combinando las estatuas y los himnos, emerge el fenómeno de los cultos y la creación artística de templos en los que tienen lugar sus ritos. Lo divino ha pasado de ser una presencia muda en el mundo a cobrar las características de los seres humanos. Esto se profundiza en lo que Hegel analiza sobre el arte literario de los épicas, las tragedias y las comedias.
Sin embargo, como hemos visto una y otra vez, la verdad consiste no en ninguno de los dos lados, ni en lo objetivo ni en los subjetivo, sino en la síntesis de los dos. El problema con la religión en forma artística es que lo divino se vuelve demasiado humano, de modo que lo que no sea humano se convierte en algo distante, abstracto y ajeno a la experiencia humana. Dice Hegel: “Las estatuas son ahora cadáveres cuya alma vivificadora se ha esfumado, así como los himnos son palabras de las que ha huido la fe; las mesas de los dioses se han quedado sin comida y sin bebida espirituales y sus juegos y sus fiestas no infunden de nuevo a la conciencia la gozosa unidad de ellas con la esencia”.
La solución o síntesis se da en la religión revelada, en la encarnación histórica de lo divino o universal en un individuo concreto, a saber, Jesucristo. Esta evolución de la conciencia religiosa es necesaria ya que, si no se diera, lo divino sería trascendente, apartado del ser humano, y por tanto no sería absoluto. La encarnación resuelve este problema pero sólo hasta cierto punto, pues aun cuando lo divino o universal está realmente unido con lo individual en ese individuo concreto, Jesucristo, no está presente en todos los demás. Para que el caso de Jesús se aplique a todos, esa encarnación particular tiene que sacrificarse y resucitarse para que la comunidad vea que lo divino no está sólo ahí en esa persona sino que está presente en todos. Realizado esto, lo divino se concibe no como Dios, ni como Jesús, sino como el Espíritu Santo.
Lo que distingue a la religión revelada del cristianismo de las versiones naturales o artísticas de los griegos estriba en que en el cristianismo Dios cobra auto-conciencia. En la religión natural, lo divino es lo absoluto como objeto en-sí. En la artística, lo divino es para-sí, o para la conciencia, en tanto que cobre realidad a través de sus productos y prácticas. Pero en la religión revelada, la conciencia, o sea, la conciencia en tanto aborda su experiencia con la perspectiva del espíritu, toma lo divino como la esencia de su propio ser. Lo divino, como objeto o principio abstracto – el en-sí, vive en mí – el para-sí, por lo que, en su unión, tenemos el en-y-para-sí. En términos religiosos, en la encarnación y la resurrección del cristianismo, Dios, a través de la conciencia humana, cobra conciencia de sí mismo, se vuelve auto-consciente.
Podemos ver en esta dinámica la dialéctica mediadora que hemos visto una y otra vez en la Fenomenología, o sea, la forma en que las oposiciones de sujeto y objeto, de apariencia y esencia y demás se han ido superando a lo largo del texto, hasta llegar aquí a la auto-conciencia de la totalidad, es decir, lo absoluto consciente de sí mismo en y a través de los individuos. En otras palabras, lo absoluto es un movimiento que consiste en devenirse otro de sí mismo y de reconocerse en ese otro en que deviene. Esto es el movimiento dialéctico de tesis-antítesis-síntesis ya a muy gran escala, y es esta dinámica lo que está implícito en la noción de la trinidad en el cristianismo. El problema para Hegel es que la unión ahí de lo divino y lo humano, de lo universal y lo individual, es sólo implícita. La conciencia no realiza la plenitud de lo absoluto en sí misma debido a que el modo en que lo divino se aprehende es a través de lo Hegel llama Vorstellungen, es decir, representaciones o imágenes. El verbo “vorstellen” significa literalmente “poner delante de”. Imágenes como “Dios”, “Hijo”, la “caída” y demás elementos de la religión revelada se ponen delante de la conciencia y por ello son algo distinto a ella. Se tratan de una forma representativa, por lo que el punto de vista de la fe tiende a tomarlos de manera literal, lo cual introduce problemas y dificultades que son fácilmente criticados por la razón ilustrada. Pero en este capítulo sobre la religión, Hegel va más allá de esas críticas superficiales de la Ilustración. La trinidad cristiana expresa una forma de entender la creación en la que Dios no es distinto de su creación, sino que se encarna en ella, muy muy parecido a la manera en que, filosóficamente, Hegel entiende la manera en que la realidad no es una sustancia objetiva allá fuera sino que también es sujeto, es decir, que es racional.
El punto de Hegel es que las imágenes que la religión presenta ante la conciencia, imágenes como la trinidad y la caída, son modos representativos o metafóricos de expresar lo que filosóficamente son la dialéctica y la enajenación. Y ésta es la diferencia entre la fe y la razón, entre la religión y la filosofía, a saber, el modo de demostrar la verdad de ser toda la realidad, lo cual si te acuerdas era la consiga de la razón. La conciencia religiosa expresa esa verdad de forma representativa o pictórica, y la conciencia filosófica lo hace de forma netamente conceptual. ¿Cuál es la diferencia? Los términos que Hegel emplea son muy ilustrativos. Como comentamos, el pensar pictórico maneja Vorstellungen que significa “algo puesto delante de”. El pensar filosófico o conceptual maneja Begriffe, es decir, conceptos. El verbo es begreifen, cuya raíz significa literalmente agarrar o captar. Es este último lo que logra en última instancia expresar la unión o identidad entre el en-sí y el para-sí, entre el objeto y el sujeto. ¿Te acuerdas hace mucho tiempo cuando comentamos la idea aristotélica que inspiró a Hegel, eso de que somos lo que conocemos? Al conocer algo, lo que somos de ese algo es la forma que compartimos en común, la cual es racional y que para Hegel es el concepto. La religión cristiana se acerca mucho a la verdad, sólo que de su forma representativa hay que depurar su contenido racional. Esto es lo que hace el pensar netamente filosófico, y es lo que da paso al último capítulo sobre el saber absoluto.
En el Prólogo, Hegel caracteriza la meta de su libro como el de transitar de la filosofía a la ciencia, o sea, del amor por el saber a un saber efectivamente real. En este último capítulo de escasas once cuartillas, esta meta se realiza. La primera cosa que hay que tener en cuenta es que el saber absoluto no significa que uno sabe toda la realidad hasta su más minucioso detalle. Si se tratara de conocer hechos particulares, la conciencia no hubiera avanzado más allá de la certeza sensible del primer capítulo. Para dar cuenta de su experiencia, para que tenga sentido, la inmediatez de la sensación tiene que dar paso a la actividad mediadora del entendimiento lo cual plantea conceptos que relacionan esos datos sensoriales para que la experiencia sea inteligible.
Pues hasta ahora tenemos a Kant – la Sensibilidad y el Entendimiento. Pero Hegel va más allá de Kant. Para Hegel, el pensamiento consta de tres aspectos, uno abstracto, otro dialéctico, y como final uno especulativo. Llama el trabajo del entendimiento el lado abstracto del pensamiento. En este nivel, los conceptos que genera se consideran como discretos y auto-suficientes, correspondientes a clases naturales en la realidad. Sin embargo, para Hegel, un concepto determinado no es más que una abstracción que se hace a partir de un trasfondo más complejo, el trasfondo de la propia realidad en su totalidad. Hay que ir más allá del entendimiento a la razón, la cual consta de dos momentos. El primero es un momento negativo que llama dialéctico. Cuando un concepto dado no logra dar cuenta de la experiencia, otro concepto opuesto al primero se genera dialécticamente, lo cual da cuenta de otro aspecto de la experiencia. Si se quedara en este nivel de pensamiento, la conciencia estaría plagado de una serie de contradicciones que inducirían el escepticismo con respecto a la posibilidad de conocer el mundo. Esto fue el miedo de Kant, por lo que negaba a la razón un papel determinativo en la constitución del conocimiento. Hegel evita el escepticismo al pasar al último nivel del pensamiento, el empleo de la razón en su sentido positivo o especulativo, cómo lo llama. Consiste en tejer la serie de conceptos abstraídos por el entendimiento en una red interconectada cada vez más abarcadora. La razón en este sentido “aprehende la unidad de las determinaciones en su oposición”. El pensamiento, o razonamiento más bien, es el desarrollo dialéctico de la interrelación de la totalidad de conceptos que el entendimiento abstrae, lo cual conduce a una unidad racional, necesaria y coherente. Este proceso es lo que hemos observado a lo largo de la Fenomenología. Lo que la conciencia sabe ahora no son hechos particulares, sino la interconexión de todas las formas del pensamiento en su totalidad. Cada concepto que la conciencia manejaba en un momento determinado de su viaje era un concepto parcial que implicaba el concepto mayor del que era parte. El conjunto de todos estos conceptos parciales es un agregado orgánico, la totalidad, cuyo concepto, que ahora la conciencia maneja, es panóptico o absoluto, ya no parcial. Este concepto es el movimiento dialéctico de las categorías de lo universal y lo individual, su interpenetración, que hemos visto en diferentes niveles y contextos a lo largo de la Fenomenología.
Lo importante en todo esto es que este concepto, que es el alma del mundo, tiene la misma estructura que la autoconciencia humana. De modo que, al conocer la realidad, la conciencia no conoce más que a sí misma. Pero hay que recordar que al hablar del mundo o de la realidad, no se trata simplemente de una dimensión de objetos físicos, sino también y principalmente de un mundo social y histórico. El carácter histórico de la dialéctica del espíritu es muy importante. Una de las citas más famosas de Hegel es: “La filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos”. Grecia Antigua tenía un espíritu que reflejaba su tiempo, igual Roma, y también los demás pueblos y épocas que queramos mencionar, y podría parecer que la historia no es más que una miscelánea de diferentes formas de vivir, cada una surgiendo de forma contingente y dando lugar eventualmente a otra.
Para Hegel, cada una de estas formas es sin duda parcial, pero no contingente. Lo que la fenomenología observa es que tras esta multiplicidad de formas o perspectivas está la misma dinámica operando de forma necesaria. Si uno piensa en términos del espíritu romano, por ejemplo, estará limitado a esta forma temporal y por tanto la perspectiva será parcial. Pero si uno piensa a partir del concepto absoluto, es decir, de manera netamente conceptual en términos del movimiento dialéctico de las categorías de lo universal y lo individual, verá no las piezas individuales del rompecabezas, sino su relación entre sí en una totalidad sistemática. Éste es el saber absoluto, y es sólo al captar esto que el espíritu ve a sí mismo como sustancia, como toda la realidad que afirmaba ser en el capítulo sobre la razón.
A lo largo de la Fenomenología, hemos estado siguiendo y observando la conciencia en su intento de conocer el mundo y de dar cuenta de su experiencia. Ahora que su saber ha alcanzado un nivel absoluto, hay que tener mucho cuidado en no confundir esa conciencia con el sujeto kantiano. Tanto Kant como Hegel son idealistas, pero con una gran diferencia. El idealismo de Kant es subjetivo y el de Hegel es absoluto. ¿En qué consiste esta diferencia? El argumento de Kant es lo que se llama trascendental, es decir, parte de la experiencia y pregunta por lo que posibilita esa experiencia, cuáles son sus condiciones de posibilidad. Su respuesta es que la cognición humana cuenta con elementos o estructuras que, independientemente de la experiencia, condicionan o conforman los objetos que intuimos – no objetos en sí mismos (lo cual sería el noúmeno), sino nuestras representaciones de objetos (el fenómeno). Estos elementos residen en la mente humana y, debido a ello, lo que conocemos es algo que nosotros hemos producido.
La totalidad de la Fenomenología del espíritu es también un argumento trascendental. Hegel quiere dar cuenta de nuestra experiencia, y comparte con Kant la idea de que nosotros participamos activamente en la construcción de nuestra experiencia y conocimiento. Sin embargo, no acepta en absoluto el dualismo de Kant, la idea de que el mundo en sí mismo no lo podemos conocer. Evita el problema del dualismo al no limitar el motor de esta construcción al sujeto. Hegel extiende los elementos a priori más allá de los procesos mentales de un sujeto a incluir toda clase de actividad humana: la cultura, la religión, la historia y las relaciones sociales en general. Si vuelves a leer cualquier sección de la Fenomenología, verás el intento de la conciencia de establecer fuera de su pensamiento algún objeto independiente, un en-sí, que dé cuenta de su experiencia. Una y otra vez, fracasa en su intento de siquiera concebir un otro al pensamiento. Es por eso que el idealismo de Hegel es un idealismo absoluto, porque necesariamente tiene que abarcar la totalidad. Es esta totalidad, lo absoluto, que es la condición de nuestra experiencia. Pero como dije, el saber absoluto no es un sujeto conociendo a un mundo ajeno, sino la conciencia reflexionando, recordando, y rastreando la costura conceptual que une la totalidad. Esta costura o Concepto con C mayúscula es, como comentamos, la dialéctica de lo universal y lo individual.
Hegel pensaba que Kant no fue lo suficientemente lejos en desentrañar las condiciones de nuestra experiencia y comprensión del mundo. ¿Podemos decir que Hegel sí atinó con estas condiciones y que ha demostrado su necesidad? Obviamente, Hegel piensa que sí. En la medida en que la Fenomenología ha mostrado su presencia en todas las formas del pensamiento humano, o sea, ha mostrado que todo aspecto de la realidad humana están relacionados entre sí mediante estas condiciones, entonces sí. El texto de Hegel empezó con un concepto bastante limitado, el de la certeza sensible, y terminó con un concepto que abarca la totalidad, lo absoluto. En todos los minuciosos giros de la dialéctica entre esos dos extremos, Hegel intentó tomar en cuenta cualquier alternativa posible y mostrar que no podía sostenerse. Si estamos de acuerdo en que lo logró, entonces la Fenomenología en su conjunto constituye una deducción o justificación de su esquema trascendental.
Por supuesto, hay muchos desde entonces, que no están de acuerdo. El problema que tiene uno en el momento de criticarle a Hegel es que la negativa o la contradicción que se le hace es combustible para el motor de la dialéctica, lo cual lo incorpora como elemento parcial de su sistema. En una conferencia que Michel Foucault dio al ocupar una cátedra que anteriormente había ocupado el famoso intérprete de Hegel, Jean Hyppolite, dice: “Hay que determinar en qué medida nuestro anti-hegelianismo sea posiblemente un truco que dirige contra nosotros, al final del cual se encuentra, quieto, esperándonos”. Espero posteriormente hablar con más detalle de la recepción e influencia de Hegel y cómo su pensamiento ha sido apropiado, transformado y criticado, pero de momento me da mucho gusto poner fin, ahora sí absoluto, a esta sería sobre la Fenomenología del espíritu.

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24 Comments

  1. Gonzalo Mejía · 13/06/2019 Responder

    Gracias de nuevo, Darín, excelente presentación

  2. Gonzalo Mejía · 13/06/2019 Responder

    Gracias de nuevo, Darín, excelente presentación, con la elegante sencillez de los sabios.

  3. Silvia do Valle · 19/06/2019 Responder

    Muchas gracias. No estuve leyendo ùltimamente pero, en cuanto pueda retomarè. Muchas gracias

  4. miguel · 23/06/2019 Responder

    Muchísimas gracias por el esfuerzo constante por hacer tan comprensible y didáctica la complejidad de la filosofía.
    Eternamente agradecido, Doctor.

  5. Camilo Saavedra · 27/06/2019 Responder

    Respetado profesor Darin. Muchas gracias por explicarnos tan difícil texto (voy en la sección razón). En verdad tus programas son muy buenos, tus explicaciones y divulgación es la prueba de que la filosofía vive un eros que se empeña en no morir, te felicito y seguramente muchos así como yo esperamos la recepción de la filosofía de Hegel sus implicaciones, sus reacciones y su aplicación en la vida actual, un cordial saludo.

  6. Mónica Jaramillo · 06/07/2019 Responder

    ¡Hola, Darin! Somos Mónica y Heriberto. Seguimos con atención tus bellas lecciones. Si vienes a Colombia, te invitamos a Manizales, ciudad donde vivimos.

  7. Katya gonzales · 30/07/2019 Responder

    Muchas gracias, me encanto la didáctica y pedagogía con la que expones

  8. JC · 02/09/2019 Responder

    Excelente guía para un itinerario de alta montaña conceptual.

  9. Mario · 20/11/2019 Responder

    Es posible intuir el TODO hegeliano en esta clase magistral de Darin McNabb. Su convencimiento y pasión en el decir transmiten una certeza que te transporta fuera del tiempo y más allá de los límites. Nunca me pasó esto percibir tanto en tan poco tiempo. Hegel es un genio que renace de sí-mismo una y otra vez en cada explicación de Darin. Y Darin es otro genio que capta lo esencial con la naturalidad del que se lleva una manzana a la boca

    Un capo-lavoro, profesor McNabb. Dios te bendiga siempre

  10. Mario · 02/12/2019 Responder

    Yo creo que soy el Universo que se piensa a sí-mismo. Durante mucho tiempo intenté creer lo contrario (yo como algo separado de todo lo demás), pero no pude

  11. Mario · 02/12/2019 Responder

    Y mi fe se sustenta en la creencia de que pertenezco a Algo más grande que yo-mismo. A ver, no es mi voluntad la que me retiene aquí en la Fonda : es la voluntad del Señor que obra en mí. Este sentimiento es muy fuerte y le da sentido a toda mi vida

  12. Mario · 02/12/2019 Responder

    Lo que me queda por hacer es -oh Dios!- relacionar la vivencia del Universo con la vivencia de lo Divino. Y por eso, precisamente por eso, leo a Hegel y leo a Kierkegaard

  13. Juan · 10/12/2019 Responder

    Gracias Darin desde Barcelona , esperando tu próxima aproximación a un filósofo más . Que sepas que el esfuerzo que realizas para hacer tus vídeos , vale la pena. No hay nada mejor en español en la web . Gratitud enorme .

    • Darin · 12/12/2019 Responder

      Muchas gracias Juan, me anima tu comentario, y me da mucho gusto saber que te guste lo que hago. Estoy leyendo y escribiendo mucho, ya preparando un fuerte retorno a la Fonda con muchas series más. Hasta pronto y un abrazo!

  14. Emilio Flores · 28/04/2020 Responder

    Hola Profesor Darin, he transitado todo este camino que refiere a la fenomenología a través de tus excelentes exposiciones, espero seguir avanzando y siempre abierto a posibilidades como señala Hidegar que también expones de manera magistral (en todas las acepciones). Dentro de las tantas dudas con las que siempre me quedan y sin saber si estamos comprendiendo bien y aun así, sabiendo que la maduración de estas categorías y conceptos requieren en mi caso pensar y tiempo, pregunto si mal no entendí: porque Hegel no comparte la ética normativa de Kant, en particular cuando este dice, actúa como si tu actuación fuese regla universal? ya que me queda la duda de si cuando vamos a actuar moralmente bajo este criterio de kant, de alguna manera, estamos considerando en cierta forma cierta totalidad

    Un cordial y afectuoso saludo

  15. Federico E. · 22/08/2020 Responder

    ¡Qué increíble viaje!
    A veces pienso que el entendimiento kantiano sigue vigente en un mundo que tiende a ser regido por algoritmos. Hegel invita a recuperar el calor humano, no volviendo atrás sino avanzando hacia el alma del mundo.
    Muchas gracias por estos videos!

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