El pensamiento iconoclasta de Max Stirner, pt. 3/4

Pasamos hoy a la segunda parte del libro, a ver con detalle la propia propuesta de Stirner, es decir, a ver la naturaleza del único y también de la propiedad.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

Guión

Vamos a fijarnos un momento en la idea de la enajenación, pues con ella podemos entender más claramente la estructura y dinámica del libro de Stirner. Si te acuerdas, Stirner empieza su libro hablando de tres etapas dialécticas que discierne en diversos fenómenos. En la psicología humana, vemos que el niño si fija en los objetos del mundo; su mirada es externa y realista. Pero se da cuenta que algunos de esos objetos frenan su deseo, a saber, los padres, los maestros y otras autoridades sociales. Logra superar esta enajenación al dirigir la mirada hacia dentro donde descubre la mente y sus poderes. Pasa de ser realista a ser idealista. Sin embargo, las creaciones de la mente, conceptos como ‘hombre’, ‘el bien’, ‘Dios’ y otras, establecen ideales que le instan al joven a alcanzar, cosa que para un ser finito es muy difícil si no imposible hacer. Estos ideales resultan ser amos mucho más poderosos que los padres. En la primera parte de su libro, Stirner analiza estas posturas realistas e idealistas en la psicología humana, en la civilización humana, y en el ámbito sociopolítico. Ocupamos la mayor parte del último vídeo en este último, viendo cómo el liberalismo, el comunismo y el humanismo, lejos de liberarle a uno de estructuras de dominación, las constituyen. La perspectiva infantil del realismo pertenece al pasado; la perspectiva adolescente del idealismo pertenece al presente. Falta un giro dialéctico hacia el futuro, hacia un egoísmo que supere esta enajenación. Pasamos entonces a la segunda parte del libro a la propuesta de Stirner.
Con tanta discusión de enajenación, dominación y liberación, uno pensaría que el final de la dialéctica de Stirner sería la libertad. Pero no es así. Si uno dice que quiere estar libre de algo, que quiere librarse de algo, como una cama incómoda o el pan duro que le toca comer, esto implica también la libertad de dormir rico y comer comida sabrosa. Sin embargo, cuando nos libramos de todo lo que no queremos, esa libertad en sí no pone delante nuestro todo lo que queremos. E incluso cuando logramos algo que queremos, “más impotente me siento” dice Stirner. “Si he inventado los ferrocarriles, inmediatamente me siento débil porque no puedo aún hendir los aires como el pájaro”. Esa afirmación me hace pensar en la paloma del famoso ejemplo de Kant que, queriendo deshacerse de la gravedad y la fricción en el vuelo, vuela hasta el espacio donde no hay esos fenómenos pero encuentra que sin la fricción y la gravedad, no puede volar. Así, la libertad es vacía de todo contenido. Dice Stirner: “No encuentro nada que desaprobar en la libertad, pero te deseo más que la libertad; no deberías estar sencillamente quito de lo que no quieres, deberías también tener lo que quieres; no te basta ser libre, debes ser más, debes ser propietario”.
Stirner apunta no a la libertad sino a lo que llama Eigenheit. Al español se ha traducido como ‘individualidad’ y al inglés como ‘ownness’. Los dos son apropiados, pero siendo este término tan importante quiero que lo entendamos muy bien. Encontramos cognados de Eigenheit a lo largo del texto, empezando con el propio título: Der Einzige und sein Eigentum. Aquí, ‘Eigentum’ significa ‘propiedad’. ‘Eigener’ significa ‘propietario’, y ‘eigen’ como verbo quiere decir ‘ser dueño de’. Eigenheit, entonces, al igual que Eigentum, podría traducirse como ‘propiedad’ pero no en el sentido de un objeto o un bien inmueble, sino literalmente como dice la palabra: la condición de ser propio. Para Stirner, esa condición atañe en primera instancia a la existencia de uno. Pero bueno, no lo tradujeron como ‘propiedad’ sino como ‘individualidad’, lo cual está bien si por ese término entendemos aquello que es propio de uno, distinguible de cualquiera otro individuo.
Este Eigenheit o individualidad es la respuesta de Stirner a la enajenación. Recuerda que eres enajenado cuando algo te domina. Toma, por ejemplo, el siervo en el feudalismo. El siervo está enajenado de su trabajo y sus frutos porque no es dueño de la tierra que trabaja; más bien, el amo es el dueño, algún duque o barón por ahí. Al volverse el siervo dueño del la tierra, el problema desaparece. En el caso que le interesa a Stirner, las ideas fijas son el amo, son en efecto dueños de tu existencia porque te hacen trabajar para ellas, trabajar para Dios, para la nación, para la humanidad. Esas ideas empezaron su vida como simplemente ideas en tu cabeza, pero luego con el tiempo y por fuerzas socioculturales, lograron desprenderse de tu cabeza y reificarse, es decir, se convirtieron en cosas que ejercen un poder real. Lo que uno tiene que hacer para superar la enajenación de esas ideas y escapar del poder que ejercen, es simplemente reapropiarse de ellas, es decir, literalmente volver a hacerlas de tu propiedad. Al eliminar esos dueños, uno se vuelve dueño de sí, amo de sí mismo, y así uno alcanza Eigenheit o individualidad; uno es propio y ya no enajenado.
Ahora, la primera parte del libro, donde critica diversos “ismos” y autores, se titula “Hombre”. La segunda parte, donde plantea su propuesta para el futuro y el egoísmo, se titula “Yo”. ¿Qué es ese yo? Dado que la propuesta de Stirner es el egoísmo, es decir, que uno ya no va a trabajar para favorecer los intereses de ningún ideal ni ninguna autoridad, sea estatal o eclesial, sino los intereses de uno mismo, pues llamándose egoísmo, uno podría pensar que el yo es el ego, ese ser empírico que veo en el espejo y que lleva el nombre Darin McNabb. ¿En qué consiste ese ego? ¿Quién soy yo? ¿Soy el conjunto de mis disposiciones, gustos, valores, experiencias, recuerdos? ¿En qué medida ha sido todo eso determinado por factores externos, por expectativas sociales, adoctrinamiento, la crianza, la genética? ¿Me son propias esas cosas, soy dueño de ellas, o son dueños de mí, es decir, constituyen mi esencia de modo que mi comportamiento es dirigido por ellas? Mis amigos conocen mi forma de ser, así que, cuando digo o hago cierta cosa, casi siempre no les extraña porque procede de mi ego, mi personalidad, que es tan regular en su expresión que es como si una ley o una idea fija determinara ese comportamiento. En ese sentido, el ego no parece propio sino la fuente de una continua enajenación.
Kant, como Stirner, rechazó el yo empírico para resolver sus problemas filosóficos, optando más bien por un yo trascendental – la unidad trascendental de apercepción lo llamaba. Su función lógica es sintetizar la experiencia, creando una coherencia y unidad que posibilitan la universalidad y necesidad del pensamiento. El yo de Stirner es algo parecido, pero en vez de resolver un problema epistemológico, resuelve un problema existencial; en vez de unificar la experiencia, el yo de Stirner la disuelve. ¿Por qué? Encontramos una respuesta en Hegel, específicamente en las últimas páginas de la Fenomenología del espíritu. A esas alturas de la aventura, la conciencia se ha elevado al saber absoluto, pero Hegel nos recuerda que no se trata de alguna razón universal o cósmica sino un yo particular, un yo que, como dice, “tiene un contenido que diferencia de sí; en efecto, es la negatividad pura o el escindirse; es conciencia. Este contenido es en su diferencia misma el Yo, pues es el movimiento del superarse a sí mismo o la misma negatividad pura que es Yo”.
El yo de Stirner no es nada positivo, no es ningún ser que pudiera reflejarse en el espejo del baño, sino que es pura negatividad, aquello que aniquila, que disuelve todo que le es ajeno. En su famoso libro El ser y la nada, Jean-Paul Sartre señala el mismo fenómeno con su concepto del ser-para-sí. El ser-en-sí son los objetos físicos del mundo que tienen una esencia y que están determinados por factores externos. El ser-para-sí es la conciencia, la cual no es un objeto sino la actividad de reconocer precisamente su diferencia de cualquier objeto del mundo. Nihiliza o niega el mundo al decir – “yo no soy eso” – y así se convierte en lo que es al volverse consciente de lo que no es. En pocas palabras, la conciencia es la nada, y en la nada estriba su radical libertad. Tanto Sartre como Stirner fueron muy influidos por Hegel y eso que dice sobre la negatividad del yo, pero donde Sartre se centra en la libertad, en ser libre, Stirner se centra en ser propietario. Es una diferencia importante que veremos más adelante.
De momento, quiero volver a Hegel. De Hegel Stirner toma la dialéctica y su concepción de la negatividad, sin embargo, va más allá de Hegel. ¿De qué manera? Sin duda, el avance de la conciencia en la Fenomenología procede mediante una implacable negatividad, sin embargo, la negación de una postura o posición es a su vez negada, la cual produce una síntesis de las dos posiciones en la que algo de las dos se conserva. Como dice Gilles Deleuze sobre la dialéctica de Hegel: “En Hegel, se trataba de una reconciliación: la dialéctica estaba dispuesta a reconciliarse con la religión, con el Estado, con la Iglesia, con todas las fuerzas que alimentaban la suya. Sabemos lo que significan las famosas transformaciones hegelianas: no olvidan conservar piadosamente”. Como dice Hegel en el prefacio de la Fenomenología, la verdad es la totalidad, por lo que vemos que a lo largo del libro el pensamiento de la conciencia individual se eleva poco a poco al nivel del espíritu general en el que la religión, el Estado, y la Iglesia se han conservado. Stirner hace lo contrario. No sube el pensamiento al nivel del espíritu, sino que baja el espíritu al pensamiento, a su pensamiento, al único que es Max Stirner. ¿Qué significa eso?
En una publicación donde Stirner respondió a críticas de su obra dijo lo siguiente: “No hay desarrollo conceptual de lo único. Uno no puede construir un sistema filosófico con el como ‘principio’, tal como puede con el ser, el pensamiento, con el yo. Más bien, el único pone un fin a todo desarrollo conceptual. … El ser, el pensamiento, el yo, no son más que conceptos indeterminados que reciben su determinación sólo por otros conceptos, es decir, mediante el desarrollo conceptual. El único, en cambio, es un concepto que carece de determinación y que no puede volverse determinado por otros conceptos”.
El espíritu absoluto puede tratarse conceptualmente sin problema; el único no, la singularidad existente que es Max Stirner, no. En otro escrito suyo dice: “Yo soy Hombre y tú eres hombre, pero “Hombre” no es más que una idea, una generalidad abstracta. Ni Yo ni Tú podemos ser expresados; somos indecibles, porque sólo las ideas pueden ser expresadas y fijarse por la palabra”. Eso es bastante llamativo. La dialéctica de Stirner se apunta a algo que no puede decirse. La verdad, esto no es ninguna novedad pues Hegel lo reconocía en el comienzo de la Fenomenología. Uno abre los ojos y ve algún objeto, por ejemplo, una manzana sobre la mesa. Con los sentidos, captamos perfectamente los objetos. Pero en el momento de abrir la boca para captarla con el lenguaje, con conceptos, en el momento de decir – ah, una manzana! – se presentan problemas. Es que la manzana es algo singular, una haecceidad como decían los medievales, mientras que los conceptos son inherentemente generales, universales. Tan pronto que hablamos, lo que queremos decir, el objeto de nuestra intención, a saber, la manzana sobre la mesa, desvanece en una sarta de conceptos. Lo que queremos decir o expresar permanece ahí mudo, indecible. La esencia de cada individuo no puede captarse por conceptos porque se trata de un ser concreto, actual, inconcebible, indecible, y único en el momento inmediato.
Entonces ¿qué permitió que Hegel siguiera con su labor del concepto a lo largo del resto de la Fenomenología? ¿Cómo logró decir lo indecible? Bueno, lo indecible no constituye un problema para Hegel porque se refiere a lo singular, y sobre lo singular no se hace ciencia. En eso está de acuerdo con Aristóteles: hay ciencia sólo sobre lo universal. El motor que lo alcanza es la dialéctica, la cual en Hegel es muy sencilla – contradicción y su resolución. Decir algo sobre una singularidad no tiene sentido porque la verdad no reside ahí sino en la totalidad, en la síntesis de las contradicciones que termina en el saber absoluto.
El motor de la dialéctica en Stirner es distinto – no es teórico, sino práctico. Avanza no por la contradicción y su resolución, sino por la enajenación y su superación. La dialéctica de Hegel es acumulativa; engloba cada vez más hasta llegar a la plenitud y universalidad de lo absoluto. En Stirner, la dialéctica va en la dirección contraria; no engloba sino que disuelve; disuelve o niega aquello que le es ajeno y que le domina. Termina no en la resplandeciente luz de lo absoluto, sino en la oscura nada del individuo indecible – el único. En este respecto, Gilles Deleuze comenta: “Stirner es el dialéctico quien revela el nihilismo como la verdad de la dialéctica”. O sea, en el seno de la dialéctica está la nada, y esa nada es el individuo único. Esto es lo que quiero que lleguemos a entender bien. Para hacerlo, hay que dejar de momento el individuo o el único, que ya hemos tratado mucho, a pasar al otro término del título del libro – la propiedad. Al entender la naturaleza de ésta, entenderemos cómo el individuo supera la enajenación.
El individuo no es un conocedor, como en Hegel, sino un dueño o, más bien, un propietario. La verdad, en vez de llamar su libro “El único y su propiedad”, habría tenido más sentido que lo llamara “El propietario y su propiedad”. El término ‘único’ es un adjetivo; sirve para distinguir a un individuo de los demás. Un individuo se vuelve singular o único al ser dueño de propiedad.
¿Qué significa propiedad para Stirner? Para nosotros, significa casas, iPhones, coches y miles de cosas más que están a la venta en nuestra sociedad de consumo. Sin duda, cosas físicas pueden ser propiedad – Eigentum en el alemán – pero habla también de Eigenschaften, o sea, cualidades. Dice: “Ciertamente yo soy, entre otras cualidades, un hombre, lo mismo que soy, por ejemplo, un ser viviente, un animal, un europeo, un berlinés, etc”. Su casa y ser berlinés son propiedades suyas, pero continúa diciendo: “pero la estimación del que no apreciase en mí más que el hombre o el berlinés me sería muy indiferente. ¿Por qué? Porque apreciaría una de mis propiedades y no a mí”. El individuo como propietario depende obviamente de su propiedad – sin ella no sería propietario; sin embargo, no es reducible a su propiedad. Como propietario, uno no es una cosa sino una actividad. Esa actividad consiste en poder, en ejercer poder. Comenta Stirner: “¿Qué es, pues, mi propiedad? Lo que está en mi poder y nada más. ¿A qué estoy legítimamente autorizado? A todo aquello de que soy capaz. Yo me doy el derecho de propiedad sobre un objeto por el solo hecho de que me apodero de él o, en otros términos, me hago propietario de derecho cada vez que me hago por la fuerza propietario; al darme el poder, me doy el título”.
En filosofía política existe la frase, en inglés – Might makes right – o sea, “la fuerza hace el derecho” lo cual equivale al “derecho del más fuerte”. En su obra El leviatán, Hobbes describe la situación donde todos ejercen su fuerza de esa manera. Dice que conduce a una guerra de todos contra todos. Para salir de esta desagradable situación, la gente acuerda transferir su poder al Estado, sea monárquico, parlamentario, o socialista, para que de esa manera vivan en paz. ¿Vale la pena esa enajenación del poder de uno para vivir en paz, o será que las condiciones de paz constituyan también una miseria para uno? Como dice Jean-Jacques Rousseau: “Se vive tranquilo también en los calabozos”. Stirner estaría de acuerdo con Rousseau; someterse a una autoridad externa es vivir enajenado. Como dice: “El poder ajeno, el poder que yo dejo a otro ha hecho de mí un siervo; ¡que mi propio poder haga de mí un propietario!”. Mi propio poder no es una ley ajena sino la fuerza que puedo ejercer. Más adelante dice: “La cuestión de la propiedad no es … tan sencilla de resolver como se lo imaginan los socialistas [y los liberales]. No será resuelta más que por la guerra de todos contra todos. Los pobres no llegarán a ser libres y propietarios más que cuando se insurreccionen, se subleven, se eleven”.
La postura de Stirner es bastante radical. Entre las formas en que uno consigue propiedad es el robo, quitarla de otra persona, o más bien, expropiarla. Oímos eso y pensamos “No extraña que Stirner haya sido marginado como pensador, no extraña que Marx haya escrito todo un tomo para refutarlo – ¡porque es peligroso! Qué bueno que vivimos en un estado de derecho con castigos para crímenes como el robo”. Bueno, supongo que eso es lo que dirían la mayoría de ustedes. ¿Qué diría Stirner? Diría que esa ley por la que eres tan agradecido es un fraude. ¿De qué manera? Un amigo mío quiere comprar un terreno. Me contó que vio uno que vendía una persona miembro de una familia de abolengo en nuestra región. Esta familia desde generaciones atrás tenía muchos miles de hectáreas de tierra que a lo largo de los años se ha heredado a diversos hijos, e hijos de esos hijos, etc, uno de los cuales está fraccionando lo que le tocó de herencia. Ahora, yo me pregunto, “¿como es que los antecesores de esa persona llegaron a tener toda esa tierra”? Si lo compraron, entonces hago la pregunta de ese dueño anterior. El punto es que, en algún momento esos miles de hectáreas pasaron de ser tierras de la naturaleza a ser la propiedad de un señor. ¿Cómo fue eso? Ese señor simplemente las apropió. Eso de hecho es lo que gente ha hecho durante miles de años. Uno empieza a trabajar media hectárea o una hectárea para cultivar lo que necesita para sobrevivir. ¿Pero miles y miles de hectáreas? ¿Con qué cara? Escuchemos estas palabras de Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad – dice: “El primer hombre a quien, cercando un terreno, se lo ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: «¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!»
Lo que tenemos aquí es la apropiación por fuerza. Más adelante en el texto, Rousseau comenta que las masas que no tienen o tienen muy poco empieza a quejarse y a rebelar. Con el miedo de que pierda lo suyo, “El rico concibió el proyecto más arduo que haya nacido jamás en el espíritu humano: el de emplear en su provecho las mismas fuerzas de quienes le atacaban, de hacer de sus adversarios sus defensores”. Al pueblo dijo: “Unámonos para garantizar contra la opresión de los débiles, contener los ambiciosos y asegurar a cada uno la posesión de lo que le pertenece”. ¿Cómo garantizar eso? Con la ley, con el estado de derecho. De esta manera, nos dice Rousseau, “todos corrieron al encuentro de sus cadenas”. El punto de todo esto es que la propiedad es una invención de la ley que legitima un robo original.
En su texto, Stirner no escribe sobre la propiedad y la fuerza como si fuera un delincuente buscando justificar el robo de la casa de su vecino. Más bien, piensa en lo que llamaríamos hoy en día el 1%. En su texto comenta: “Hay ciertas cosas que no son la propiedad más que de algunos, pero que pretendemos y a que en lo sucesivo daremos caza. Tomémoslas, puesto que es tomándolas como uno se hace su propietario y puesto que lo que nos ha faltado hasta el presente no ha pasado a manos de los propietarios actuales más que por la ocupación. Asociémonos para cometer ese robo”.
Vaya, en esto Marx y Stirner están de acuerdo. Marx habla con mucho detalle en Capital sobre la expropiación, el proceso histórico en el que, a lo largo de tres siglos en Inglaterra, cerca de 3 millones de hectáreas fueron cercados por duques y barones para pastar ovejas y otros animales, dejando sin tierra y sustento a cientos de miles de personas. La diferencia entre los dos es que Marx habla de una reapropiación de esas tierras mediante una revolución de los obreros que aboliría la propiedad privada, pasándola a ser pública, bajo el control de la autoridad comunal. Para Stirner, eso es la misma chingadera. Perdona que lo diga de forma tan vulgar pero así pensaba. Sea tu casero un revolucionario, un monarca, o un empresario, sigue siendo casero, o mejor dicho, carcelero, y tú sigues siendo enajenado.
En nuestra sociedad, el indicador de éxito, la señal de que uno vive bien, es la cantidad de cosas que uno tiene – su propiedad. Es importante entender que, para Stirner, el término ‘propiedad’ hace referencia no tanto a las cosas que uno tiene como al poder o fuerza que uno ejerce para tenerlas. Dice: “Ninguna cosa es en sí misma mi propiedad puesto que una cosa tiene una existencia independiente de mí; sólo mi poder es mío. Este árbol no es mío; lo que es mío es mi poder sobre él, el uso que de él hago”. Uno es plenamente propietario y dueño de sí mismo cuando, con su fuerza, puede obtener cosas sin que esas cosas se conviertan en dueños de uno mismo. ¿Es uno dueño de cosas o son las cosas dueño de uno? Lamentablemente, este último es lo que se da en nuestra sociedad.
Por supuesto, uno no quiere perder las cosas que ha obtenido. Dado que el único factor que determina algo como mío es el poder que ejerzo, y no el de ninguna autoridad como el Estado, entonces tengo que defender mis cosas de otros que quisieran quitármelas. Eso lo vemos en todas partes en nuestra sociedad. Los ricos hacen bardas muy altas, tienen escoltas, muchos compran cámaras de vigilancia y todos cierran sus puertas con llave. Por cierto, en El leviatán, Hobbes, donde habla de la guerra de todos contra todos, comenta que el hombre es un lobo al hombre – Homo homini lupus en el latín. Le dice al lector que si no está convencido de ello, sólo tiene que fijarse en el hecho de que cierra la puerta con llave con sale de casa. Dice que con ello condena al hombre tanto como Hobbes lo hace con sus palabras.
En fin, la propiedad de uno se ve amenazada por el poder de otras personas. Pero hay otra forma en que la propiedad puede perderse, a saber, si se convierte en algo fijo o sólido. Si eso pasa, se convierte en mi dueño. Para Stirner, es más fácil proteger la propiedad del poder de otra persona que protegerla de uno mismo. Habla de la guerra de todos contra todos – pero el mayor enemigo puede ser uno mismo. Para lidiar contra esta eventualidad, Stirner introduce su concepto de ‘consumo’, lo cual es muy distinto de su acepción popular hoy en día. Esto del consumo es, para mí, la parte más fascinante del pensamiento de Stirner y será el tema principal del próximo y último vídeo en esta serie sobre Max Stirner. Bueno, uno de los temas. Quiero volver al tema del lenguaje en Stirner. A Hegel no le interesa decir lo indecible, pero de alguna manera a Stirner sí. ¿Cómo lo hace? También quiero tratar un párrafo muy interesante donde habla de la insurrección a diferencia de la revolución. Hacia el final del libro habla de lo que llama la unión de egoístas, la cual es su forma de tratar las relaciones sociales. Y como final quiero reivindicar un poco a Marx. El meollo de la crítica que le hace a Stirner creo que es importante tener en cuenta. Bueno, ¡todo esto para la próxima!

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

5 Comments

  1. Jorge · 07/03/2025 Responder

    Hola Darin, me gustaría mucho platicar contigo porque estoy trabajando en un museo en CDMX y tus comentarios sobre la exposición de el arte me gustan mucho y quiera platicar contigo por si algo nos puedes ayudar gracias

  2. Manuel Téllez Girón Fernández · 07/03/2025 Responder

    Extraordinario trabajo, muchas felicidades. Le sigo desde hace mucho tiempo. y primeramente Dios seguiré escuchándole.

  3. Eduardo Coli · 11/03/2025 Responder

    ¿Somos libres?

    En la problemática de la libertad, hay un actor ausente, el tercero excluido, un yo mediante, que toma decisiones, piensa, calcula, evalúa, hace cuentas, hace y crea, produce, reproduce acontecimientos, cambios y transformación de la materia, etc., al que no se lo puede reducir a ninguna singularidad, a ninguna cosa, a ninguna entidad, a ningún concepto.

    Ya que el yo mediante, es lo indefinido indeterminable, que paradójicamente, actúa y piensa, se expresa y manifiesta, por medio a través de lo definido determinado, de los cambios y las transformación, que sufre , experimenta, lo definido y determinado, que cambia y se transforma, por medio a través de la acción y realización, de las decisiones y operaciones de los movimiento del pensamiento, de lo indefinido de lo indeterminado, que actúa, pasa, se expresa, por medio a través, de lo que cambia y se transforma, de los movimientos de la materia viviente, como de los movimientos de la materia muerta.

    Cuando el acero, la piedra, el hueso, cambia y se transforma, de forma, de función, de realidad, lo hace por medio a través del pensamiento, de la acción y realización de las expresiones del pensamiento, (lo indefinido indeterminado de un yo mediante, ) que actúa , que se expresa, se manifiesta, por medio a través del acero, lo muerto y sin vida del acero.

    Es el yo mediante, pensante actuante , que una vez liberado, como un genio de su lampa, de los límites de lo viviente, actúa , pasa, acontece, se expresa libremente, tanto por igual, por medio a través de lo vivo, que cambia y transforma, su forma, su posición y lugar en el tiempo y el espacio, como por medio a través de lo muerto y sin vida, que no siente, no piensa, que cambia y transforma, su forma, su posición, su lugar su función, en el tiempo y el espacio.

    La acción y realización constante de mi yo mediante, se expresa por medio a través de una bicicleta, de un camión, del lenguaje, de un hacha, de las matemáticas, de un auto de carrera etc., de un caballo, de un perro , de un otro, cuerpos múltiples, sobre el que actúa la acción y la realización del pensamiento, el pensamiento de mi yo mediante, o el pensamiento del yo mediante de la historia, del espíritu, del capitalismo que actúa y se expresa, libremente, por medio a través de mi cuerpo, por medio a través del cuerpo de millones , como por medio a través de una guerra.

    (Mi yo mediante puede actuar y expresarse por medio a través de… en tanto que subsumido subordinado a un otro yo mediante, que se expresa por medio ya través de mi yo mediante, ).

    Pues ahora imaginemos un yo mediante multiplicado cientos de miles de millones de veces, que opera se estresa por medio a través de la inteligencia el pensamiento subsumido, subordinado, de miles de millones de yoes mediante, dominados, explotados, empleados, por el yo mediante de lo histórico inmortal, o del espiritual absoluto , no finito, que piensa actúa, trabaja, por medio a través de todos los cambios y transformaciones constante que sufre experimenta la materia bruta, como la sensible y viviente, finita y mortal, de toda la realidad.

    Un pasamiento, de un yo mediante, liberado de todo los limites, que actúa por medio a través de todos los cambios y transformaciones, constantes, constituyente del planeta entero.

    Totalidad dominada, explotada por este yo mediante histórico, inmortal, un yo mediante que es inimaginable, que puede actuar, pensar libremente, por medio a través de todos sus esclavos, técnico y profesional de turno, por medio a través de los ejército , las ciudades , las universidades del mundo , que actúa por medio a través de todo el comercio el dominio y la explotación del mundo , que actúa a través de los viajes espaciales , de los satélites artificiales, las guerras , los estados, los científicos, a lo que el yo mediante liberado, gobierna, domina, instruye, forma y educa, entrena y especializa, les paga y financia la carrera , la existencia social, subordinada a la explotación y dominación absoluta.

    Dominación absoluta de la totalidad medida de yoes pensantes mediante, subsumidos subordinados a la leyes económicas del mercado, subsumidos a el macabro espectáculo de nuestra civilización, a los que les paga y los emplea, los mandata, para cualquier cosa, yoes mediante, muy inteligentes, subsumidos, como mano de obra altamente calificada , o no calificada, como todo el mundo, subsumido, al trabajo enajenado remunerado, etc…

    Tenemos a un yo mediante, pensante, actuante totalmente liberado, de la muerte -de la vida , de la nada el vacío, equiparándolo con el yo mediante de uno, limitado, sujetado, a lo viviente, condenado a la vida, a la muerte, a la nada, el vacío, a lo precario y finito doloroso y angustiante, de los pulmones un corazón, una piel, un estómago, dos manos, que se encuentra subsumido, de empleado y siervo, de un otro yo mediante, que actúa libremente, sin restricciones, sin sujeción a ninguna cosa, sin ninguna limitación, de lo viviente y no viviente, que actúa piensa hace y deshace, crea y destruye por medio a través del todo.

    En tanto el yo mediante, liberado, el yo mediante de la historia, indefinido indeterminado, no se reduce, ni limita, ni traduce, convierte, como acción, como pensamiento, como trabajo, a lo muerto y sin vida de la materia que cambia y se transforma, ni a lo viviente sensible de la materia que emplea y utiliza, que cambia y se transforma, que se anima se mueve, que obedece y funciona .

    El yo mediante, el que actúa y piensa por medio de… ¿es lo absoluto?, ¿es la nada, el vacío absoluto ? ¿es el espíritu o la mente, pensante actuante, que se expresa actúa, por medio a través de lo vivo, como por medio a través de el muerto, que se libera, se ha liberado de lo vivo?

    El yo mediante, liberado de lo viviente, es la acción y realización pensante, es el trabajo liberado pensante transformante, del devenir constante del todo, del mundo de las cosas vivas, como de las cosas, los artefactos muertos.

    Un yo mediante liberado de la vida de la muerte, del vacío y la nada, de la singularidad, de la forma, de lo finito, que contradictoriamente, paradójicamente, liberado del todo, solo se puede expresar, manifestar, como un absoluto pensante, por medio a través de… de lo definido y determinado, de lo finito, de los tanques de guerra , de los frigoríficos y mataderos , de los estados, las leyes, de los conceptos, las palabras, de las matemáticas y las ciencias, del dinero y las ciudades, de las personas y las identidades.

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