Hoy iniciamos nuestro estudio de Max Stirner y su fascinante y escandaloso libro El único y su propiedad. Partimos de una revisión del contexto histórico en que escribió, a saber, los jóvenes hegelianos y sus aportes, especialmente los de Feuerbach y Marx.
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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
Si te interesa la filosofía, más que nada te interesa tener una filosofía. ¿Cuál es tu filosofía? Hasta las corporaciones tienen su propia filosofía. Desde luego, los filósofos profesionales tienen su filosofía – uno va con la fenomenología, otro es hegeliano y otro es partidario del pragmatismo. Fichte dice en alguna parte que “el tipo de filosofía que uno elige depende del tipo de persona que uno es”. Por un lado, me gusta mucho esa afirmación porque muestra muy claramente el lado humano demasiado humano de la filosofía, que el criterio que determina la filosofía de uno no es tanto algo enrarecido, como la verdad, sino algo muy humano, como los gustos y predisposiciones de la personalidad.
Por el otro lado, todo eso de elegir una filosofía, de tener una filosofía, me hace ruido. No sé tu definición de “filósofo”, pero para mí algo de ‘iconoclasta’ debería incluir. ¿Qué filosofía tenía Sócrates? No Platón, sino el Sócrates de los tempranos diálogos aporéticos. Ninguna. En ninguno de ellos lleva Sócrates a sus interlocutores a cierta posición filosófica. Terminan siempre perplejos, de hecho, algo molestos. Pues por eso le llaman a Sócrates el tábano, esa mosca grande que molesta a los caballos. Y ni se diga Diógenes. El molestaba a los atenienses no sólo intelectual sino social y moralmente. Se masturbaba en público y vivía como un perro en la calle.
A lo que voy es que la filosofía, en vez de tenerla como una mascota que te hace sentir bien, debería molestarte, debería sacudir un poco tu comodidad. Los filósofos hoy en día no hacen eso, ni remotamente; ya son bien domesticados.
Un filósofo que no decepciona en este sentido es Max Stirner. La primera vez que yo vi el nombre de Stirner, que sabía de su existencia, fue cuando abrí una copia de La ideología alemana de Marx y Engels. Es un libro bastante gordo y me sorprendió mucho ver que la mitad de ese gran tomo estaba dedicado a una crítica del pensamiento de Stirner. Marx criticaba a mucha gente de su época pero nadie recibió ni remotamente la atención que prestó a las ideas de Stirner. Si al gran Marx le preocupaban estas ideas lo suficiente como para dedicar tanto espacio a refutarlas, obviamente yo quería saber más de Stirner. Empecé a leer el texto de Marx pero pronto me di cuenta que no iba a poder entenderlo sin conocer directamente el pensamiento de Stirner. Busqué su obra principal que se llama El único y su propiedad (título bastante raro) y entendía incluso menos. Así que, ahí dejé el asunto. Muchos años después me topé con un ensayo muy interesante sobre Stirner, entonces decidí volver a intentar a leer su libro y con la ayuda de unos especialistas en su pensamiento, por fin lo logré.
La verdad, es bastante interesante su pensamiento. En 1843, Marx escribió una carta a un colega donde en alguna parte menciona la tarea que en ese momento le toca a la filosofía. Esa tarea, dice, “es la crítica despiadada de todo lo existente”. Me gusta mucho esa frase porque es cierta. La filosofía critica; no acepta ninguna cosa, ninguna creencia, sin examen. Marx fue bastante crítico en ese sentido, pero la verdad Max Stirner lo fue a lo mejor incluso más. Nunca he leído un autor tan despiadado en su crítica. Si viviera hoy en día sería quizá un trol ya que no dejaba en paz a ningún autor, ninguna ideología, ninguna vaca sagrada – todo era objeto de su crítica y burla.
¿Que es lo que critica? En términos generales podríamos decir que critica esencias – desde las ideas platónicas hasta cosas como los derechos humanos de hoy end día. Fue Platón quien dio a Occidente la pauta para la conducta del filósofo. Es quien cuestiona el mundo del sentido común para postular detrás o más allá de ese mundo el mundo verdadero. Ahí en este último se halla la esencia de aquél, sea esa esencia las Ideas, Dios, el Hombre, el sujeto trascendental, el sujeto revolucionario, etc., etc. Stirner no es el único que critica esencias – Aristóteles por ejemplo criticó las ideas platónicas. Sin embargo, no las eliminó del todo de su propio sistema, sólo las pasó del trascendente mundo inteligible a la forma de las cosas mismas. Y así sucesivamente a lo largo de la historia de la filosofía los filósofos sólo han sustituido una esencia por otra, hasta llegar a Stirner mismo. La diferencia que Stirner marca con respecto a la tradición es que no plantea ninguna esencia, ninguna cosa que muchas cosas comparten en común, sino que plantea algo absolutamente particular, totalmente único pues, y por tanto el nombre de su libro – El único y su propiedad.
Stirner publicó su libro en 1844. Desde entonces, ha sido representado (o tachado) como nihilista, existencialista, anarquista, libertario, fascista, ateo, e incluso santo. Edmund Husserl habló una vez del “poder seductor” del libro de Stirner. Habermas, por su parte, condenó “lo absurdo de la furia de Stirner”. Leszek Kolakowski, filósofo polaco, dijo que comparado con Stirner “incluso Nietzsche parece débil e intrascendente”. Y Hans Heinz Holz, filósofo marxista alemán, advirtió que “si las ideas de Stirner se hicieran realidad, conduciría a la destrucción de la raza humana”. En su libro Ecce Homo, Nietzsche dijo “No soy un ser humano, soy dinamita”. Pues, si frente a Stirner Nietzsche parece débil, ¿qué ha de ser Stirner – una bomba nuclear? Bueno, no nos aceleremos. Vamos por pasos, viendo primero el contexto en el que Stirner vivió y escribió.
En la Filosofía del derecho, Hegel dice que la filosofía es su tiempo captado en pensamientos. La filosofía de Stirner no es excepción. El tiempo en cuestión, en el que pensó y escribió su filosofía, son los 10 ó 15 años después de la muerte de Hegel en 1831. Lo que caracterizaba este tiempo era la lucha por la interpretación y el legado del pensamiento Hegel. Había dos facciones, una conservadora, llamada los viejos hegelianos o los hegelianos de derecha, y una liberal, los así llamados jóvenes hegelianos o hegelianos de izquierda. Para los viejos hegelianos, la historia ya había llegado a su fin; todo obstáculo al ejercicio de la libertad y de la razón se había vencido y el mundo, en la forma del sistema político prusiano, había llegado a su perfección. Los jóvenes hegelianos no estaban de acuerdo. Por un lado, no les caía nada bien el estado prusiano, pues les perseguía, les arrestaba, censuraba sus obras y les corría de puestos universitarios. Eso no era libertad sino autoritarismo. La política entonces era un blanco de su crítica, pero un blanco más profundo e importante era la religión. En los tiempos modernos en Europa, ha habido casos muy contados de intelectuales que declaraban públicamente su ateísmo – Baron D’Holbach, por ejemplo, o Denis Diderot. Luego hay casos de filósofos como Spinoza y Hume y otros que, aun cuando no hablaban abiertamente del ateísmo, la gente sospechaba que eran ateos. En vez de desacreditar la religión, otros procuraban un acomodo con ella. Así es el caso de Kant quien dijo que tuvo que negar el conocimiento para hacer espacio para la fe. Así, la ciencia, la filosofía, y la religión todas tenían su esfera propia. Hegel superó las divisiones de Kant con la dinámica de la dialéctica, con la cual el cristianismo quedó incorporada en lo absoluto apenas disfrazada por la razón – eso al menos según los jóvenes hegelianos.
Ellos ya estaban hartos del trato delicado. Para que la Ilustración cumpliera su promesa de liberar al ser humano de la superstición y de estructuras de dominación, el cristianismo tenía que ser revelado como el fenómeno mitológico e irracional que era, así que procedieron a una polémica frontal con el Cristianismo. La batalla empezó con David Strauss y su libro La vida de Jesús, lo cual desacreditó los milagros bíblicos mostrando en general el carácter mitológico del Cristianismo. Otro personaje era Bruno Bauer que también trataba el carácter historiográfico de la Biblia y el Cristianismo. Pero el más importante era Ludwig Feuerbach. Su libro, La esencia del cristianismo, fue más allá de las críticas de sus colegas, pintando el cristianismo como un fenómeno antropológico. Para Feuerbach, al hacer culto a un Dios más allá, los creyentes no están adorando más que a sus propios poderes y capacidades, poderes que han proyectado a un cielo imaginario y que cobran la apariencia de un Dios todo poderoso opuesto al hombre. Dios es el resultado de la propia actividad de los seres humanos, de su imaginación, sin embargo no se dan cuenta de ello. En pocas palabras, teología se convierte en antropología; Dios no ha creado al ser humano, sino el ser humano a Dios.
Si no conocías a Feuerbach o el argumento de su libro, seguramente conoces la crítica que se le hizo el más conocido y célebre de los jóvenes hegelianos, Karl Marx. “Los filósofos hasta ahora sólo han interpretado el mundo; de lo que se trata, sin embargo, es transformarlo”. Eso es la famosa undécima tesis de las “Tesis sobre Feuerbach” de Marx. Marx era realmente joven en esa época; tenía sólo 23 años cuando Feuerbach en 1841 publicó La esencia del cristianismo. Feuerbach era un héroe para el joven Marx ya que le enseñó cómo conservar lo mejor de Hegel, o sea, la dialéctica, y al mismo tiempo dejar por atrás la abstracción de su idealismo conservador. Unos años después, Marx redactó lo que ha llegado a llamarse los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Ahí, en todo lo que escribe sobre la experiencia de la enajenación del ser humano bajo el capitalismo, la influencia de Feuerbach y su humanismo es patente.
Y de repente algo cambia. En 1845 elabora esas notas o tesis sobre Feuerbach y el año siguiente, 1846, redacta la Ideología alemana, textos en los que critica Feuerbach y en general la ideología alemana, es decir, la filosofía de los jóvenes hegelianos. Lo que dice es que Feuerbach permanece demasiado teórico en su postura descuidando el papel de lo práctico, y aunque no sea ningún defensor de la religión, para Marx el problema no radica ahí. La religión no es el problema sino un síntoma o producto del problema, lo cual radica en las contradicciones materiales de la sociedad. Con estos textos, Marx y Engels dejaron por atrás su postura más humanista y filosófica a favor de una postura más científica – el materialismo histórico.
Para mí lo interesante es que el mismo año que Marx escribe sus Manuscritos económicos y filosóficos que son influidos por el humanismo de Feuerbach, en ese mismo año, 1844, Stirner publica su libro que constituye, entre muchas otras cosas, una critica devastador a Feuerbach. Y luego luego, en 1845 y 1846 salen los textos que rompen marcadamente con Feuerbach y los jóvenes hegelianos. Ahora bien, Marx fue un pensador de primer nivel; no quiero quitarle el debido reconocimiento por haber llegado a sus tesis y posturas por cuenta propia. Sin embargo, el libro de Stirner hace una crítica tan contundente de la posición de Feuerbach, de su materialismo humanista, y también de las pretensiones de los jóvenes hegelianos en general, que me resulta difícil creer que no le haya impactado a Marx, que no dijera “Uyy, Stirner tiene razón, tenemos que cambiar de rumbo”. Bueno, quien sabe.
Pero lo que sí se sabe es que Engels estimaba mucho a Stirner. Engels y Stirner eran miembros de un club de jóvenes hegelianos que se reunía en un bar y que se llamaba en alemán Die Freien (Los libres). Alguna vez Engels hizo un dibujo de los miembros ahí reunidos, lo cual contiene la única semblanza de Stirner que tenemos. Además de cartas a Marx en las que hablaba del talento de Stirner, Engels escribió un poema que en parte reza: “Mira a Stirner, mírale, el pacífico enemigo de toda represión. De momento, sigue tomando cerveza, pero pronto estará tragando sangre como si fuera agua”. ¡Bastantes fuertes esas palabras! El mismo Feuerbach escribió en una carta que el libro de Stirner le parecía brillante e ingenioso. Y Marx, ¿qué opinó? Pues tenemos más de 300 páginas, básicamente la mitad de La ideología alemana, dedicadas a una crítica de la obra de Stirner. En otro vídeo vamos a volver con Marx a ver su critica a Stirner y hasta donde tiene razón.
Pasemos ya con Stirner para ver cómo aborda en su libro el argumento de Feuerbach. El libro de Feuerbach, La esencia del cristianismo, fue bastante bien recibido en su momento. Recuerda que la esfera divina no es más que una proyección de atributos antropológicos. Es decir, atributos humanos como la bondad, el amor, también la ira, los celos, el cuidado, son separados de individuos reales y transferidos a otro mundo como si constituyeran un ser divino. El libro de Feuerbach está dividido en dos partes, la primera sobre Dios donde vemos este proceso de enajenación de la esencia humana, y la segunda parte sobre el Hombre. Básicamente, Feuerbach quita Dios de su pedestal y pone al Hombre en su lugar.
Con esto, muchos pensaban que Feuerbach había dejado la religión en su lugar como un fenómeno ilusorio. Stirner no. Para Stirner, en vez de acabar con la religión, Feuerbach reprodujo en su nuevo planteamiento los rasgos principales del Cristianismo. Sí, quitó a Dios, pero no quitó los predicados divinos, los atributos como bueno, amoroso, celoso, etc. Esos atributos vuelven ahora al hombre, pero el hombre con H mayúscula. Dice en el texto que Feuerbach no logró más que un cambio de amo, y eso porque Stirner entiende la religión en términos funcionales. Formalmente, la religión es la subordinación del individuo a algo espiritual, la postulación de una esencia por encima de uno. Sea esa esencia divina o humana, teológica o antropológica, no importa. Lo que importa es que algo ideal, una esencia, ejerce un poder sobre mí. Y de hecho, dice Stirner, la religión de Feuerbach es peor que el Cristianismo tradicional porque en éste Dios era trascendental. Ahora la divinidad es inmanente – la naturaleza humana, la esencia humana, se ha vuelto divina. Al menos el Dios del Cristianismo ejercía poder sólo sobre los creyentes. El Dios de Feuerbach, el Hombre con H mayúscula, alcanza a todos, sean creyentes o no, y por tanto constituye una tiranía peor.
El poder que tiene Dios no es metafísico, es decir, no consiste en la capacidad de algún ser de crear mundos de la nada, de lanzar rayos y pestes, y cosas por el estilo, sino que es un poder psicológico. Lo que es poderoso no es Dios, sino la idea de Dios. Y el chiste para Stirner es que Dios no es la única idea que tenemos en la cabeza. Tenemos muchas ideas más que ejercen el mismo tipo de poder. Lo que Stirner busca en su libro es liberarse de todas esas ideas, ideas tiránicas que funcionan religiosamente. Fíjense un momento en la etimología de la palabra ‘religión’ – significa literalmente estar ligado a atado a algo. Llama semejantes ideas, ideas fijas, o fantasmas, y son religiosas por así decirlo porque estamos atados a ellas, nos controlan.
Vimos que Feuerbach estructuró su libro en dos partes, la primera sobre Dios y la segunda sobre el Hombre, este último siendo el resultado de desmitificar el primero. Haciendo alusión a eso, Stirner estructura su libro de manera parecida. La primera parte es sobre el Hombre (en sentido feuerbachiano) y la segunda parte es sobre el yo, el individuo único, producto de la desmitificación del primero.
Vamos a fijarnos un momento en ese yo. ¿En qué consiste? Pues es una existencia corpórea y finita que actúa, desea, y también piensa. Cuando piensa, crea entidades cognitivas, o sea, ideas. A veces, algunas de esas ideas se separan del individuo y cobran una realidad propia. En filosofía, eso se llama reificación o cosificación, es decir, la conversión de una abstracción en algo real. Cuando el individuo se somete o se subordina a esa cosa etérea sufre un proceso de auto-enajenación. Feuerbach veía que eso pasaba con el hombre en la medida en que su idea de Dios cobraba una realidad propia e independiente. Stirner veía que eso pasaba con muchas ideas más, no sólo Dios, sino también la verdad, el bien, la humanidad, la justicia, la nación, la libertad, etc. Esta auto-enajenación no sucede sólo en las iglesias sino que es un fenómeno que se da hasta en los rincones más rebuscados de la vida social. Espero que ya hayan empezado a vislumbrar lo radical del pensamiento de Stirner y la razón por la que Marx dedicó tantas páginas a criticarlo.
Vamos a leer el primer párrafo de su libro. Empieza con un epigrafe que dice: “He fundado mi causa en nada”. A continuación en el texto dice: “¿Qué causa es la que debo defender? Antes que nada la buena causa, la causa de Dios, de la verdad, de la libertad, de la humanidad, de la justicia; luego la de mi pueblo, la de mi gobernante, la de mi patria; más tarde será la del Espíritu y miles más después. Únicamente mi causa no puede ser nunca mi causa. “Vergüenza del egoísta que no piensa más que en sí mismo”.
Básicamente, está haciendo una pregunta retórica que de otra forma podría entenderse como – ¿qué asunto debería importarme o preocuparme? Ahí en la cita vemos la respuesta que la sociedad ha dado, a saber, debería importarme Dios, la humanidad, mi pueblo, etc. etc., todo menos mí mismo. Vergüenza del egoísta que no piensa más que en sí mismo! El individuo tiene muchos amos: Dios, el príncipe, el pueblo, ideas como la verdad y la justicia, y hoy en día empresarios como Elon Musk y Jeff Bezos. Estos últimos se sienten como el rey del mundo y su egoísmo es elogiado. Lo que Stirner pregunta es por qué no correr a esos amos y volvernos amos de nuestras propias vidas, salir de la insensata servidumbre voluntaria no sólo de la religión sino también de toda estructura sociopolítica de dominación. En la primera parte de su libro, Stirner discute casos psicológicos, filosóficos, históricos, y políticos en los que se da esa dinámica de una idea desprendiéndose del individuo y colocándose encima de él para dominarlo. Eso lo veremos en el siguiente vídeo, al final del cual introduciremos la perspectiva del yo individual, el único, y el sendero egoísta que implica.
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw