Anotando Ando 6

En este episodio de Anotando Ando reflexiono sobre el diploma académica, los chistes y la filosofía, y la cultura de la cancelación.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

Guión

La primera anotación tiene que ver con Kierkegaard. En su diario, Kierkegaard escribió: “Antaño, amaban la sabiduría . . . Hoy en día aman el título de filósofo”. Kierkegaard tiene razón, sin embargo, hace falta una actualización. Más de un siglo después, en nuestra actualidad, no aman tanto el título de filósofo (es decir, que les llamen ‘filósofo’) como el mismo título académico (que les llamen ‘doctor’). El primero – ‘filósofo’ – distingue a uno del público general, dándole cierto estatus. Pero no le distingue de los demás filósofos. El segundo – el grado académico de ‘doctor’ – resuelve este problema. Con el doctorado en filosofía, uno se distingue de los meros licenciados. Aunque, hoy en día el grado de doctor es cada vez más común. Ya van a tener que inventar un grado superior a doctor o exigir que uno saque dos doctorados como hacen en Alemania.
En todo caso, el grado en última instancia es lo que importa, como muy bien sabía el mago de Oz. Ojalá todos hayan visto la película. Si no, seguro pueden identificar a Dorotea y sus tres compañeros. Como saben, cada uno de los cuatro busca algo: Doroteo quiere regresar a casa; el león busca la valentía; el hombre de hojalata busca un corazón; y el espantapájaros busca un cerebro. Al final de la película, los cuatro se reúnen con el mago para pedirle esas cosas. Toca primero al espantapájaros; al pedir su cerebro, el mago le dice: “En mi tierra tenemos universidades, centros de altos estudios donde los hombres van a convertirse en grandes pensadores. Y cuando se gradúan piensan profundos pensamientos, pero no tienen más cerebro de lo que tienes tú. Sin embargo, tienen algo que tú no tienes – un diploma”. A continuación, el mago le confiere un grado honorario y en seguida el espantapájaros, como si una fuerza ajena se apoderara de él, enuncia con gran rapidez el teorema de Pitágoras.
Ahora, resulta curioso que el espantapájaros exprese el deseo por un cerebro ya que a lo largo de la película muestra mucha inteligencia y sentido común; le da buenos consejos a Dorotea. Su compañero, el hombre de hojalata, quiere un corazón, pero es de los personajes más sensibles y afectuosos en toda la película. Y luego está el león. Sí, es miedoso pero no por eso carece de valentía, pues el mismo Aristóteles dice que la valentía, siendo una virtud, se encuentra entre dos extremos, por un lado la cobardía y por el otro la temeridad. La valentía requiere de un poco de miedo que le frene ya que de lo contrario sería la temeridad.
A lo que voy con todo esto es que los tres ya tenían lo que buscaban. Lo que realmente buscaban era que otros lo reconocieran. El mago le da al león una medalla; al hombre de hojalata un reloj en la forma de un corazón como reconocimiento de su ternura, y al espantapájaros el diploma. Estas tres cosas son reconocimientos sociales. Se me hace que una vez que necesitamos que la sociedad valide uno que otro de nuestros talentos o habilidades, entonces ese talento corre el riesgo de corromperse; empieza a orientarse no a su objeto natural sino a nuestra vanidad. No extraña que el espantapájaros enuncia el teorema de Pitágoras, ya que suena inteligente; aun cuando muchos no lo entienden, lo reconocen como un símbolo de la inteligencia, algo que una persona inteligente podría decir. Lo que la sociedad no reconocería sería la inteligencia de verdad, la inteligencia en acto. Entonces, el espantapájaros no piensa de verdad sino que sólo repite como un loro. En la película, parece que es el diploma lo que le confiere inteligencia, pero no es así – eso sería ver el diploma como un fetiche con poderes mágicos. Más bien, es al revés; es el performance del espantapájaros de enunciar algo aprendido lo que le hace acreedor del diploma.
Esto es lo que sucede en mayor parte en el ámbito académico. El alumno aprende cómo es el juego, cuales son las expectativas, y qué hay que decir y repetir para ser acreedor de ese reconocimiento social que es el diploma. En una carta escrita al director del departamento de filosofía de la Universidad de California en Berkeley, el filósofo Paul Feyerabend dijo lo siguiente: “La mayoría de ustedes tienen la actitud de que ustedes son filósofos y los alumnos no, que los alumnos no saben los maravillosos trucos que con consumada habilidad ustedes dominan, que son flojos, estúpidos, sin ganas de aprender, que deben ser entrenados a repetir los trucos siguiendo al ejemplo de ustedes, para que en algún momento en el futuro puedan, quizá, convertirse ellos mismos en entrenadores, modificando los trucos un poco en algunos de sus detalles (eso se llama “investigación original)”.
Hagamos más explícito el vínculo entre el espantapájaros y el filósofo académico. En el caso del primero, el granjero pone un espantapájaros en medio de sus cultivos para espantar precisamente a los pájaros, para que no coman sus cultivos. Al menos ahí el espantapájaros está haciendo un trabajo útil. Si dejara el campo y se mudara a la ciudad a conseguir un diploma y sentarse en un cubículo a “pensar”, los pájaros devorarían los cultivos. Esto claramente sería ridículo, opinión que Wittgenstein evidentemente compartía ya que decía a sus alumnos que dejaran el estudio de la filosofía a dedicarse a algo útil. En el caso del filósofo, el filósofo originalmente se encontraba en la ciudad, en las calles, en el ágora – en fin, en diferentes espacios públicos. No hubo nadie que lo pusiera ahí, como el granjero que colocó el espantapájaros, pero sí jugaba un papel importante, a saber, espantaba lo falso y lo malo – al menos en la antigüedad. Hace un siglo y medio, el Estado, haciendo eco del granjero, empezó a colocar los filósofos en cierto tipo de campo, a saber, en el campus de universidades. Los poderosos se dieron cuenta de que la mejor manera de suprimir el disenso y la crítica de los intelectuales es darles un trabajo institucional y establecer estándares muy técnicos para ese trabajo donde el oscurantismo y la irrelevancia son las mayores virtudes. Esto es tan ridículo como el primer caso, y también triste porque los filósofos ya no espantan sino que son los espantados.
Es bastante llamativo cómo el diploma y la cultura de la academia han distorsionado la inteligencia, apartándola del mundo en que vivimos, convirtiéndola en esta extraña cosa inútil. ¿En algún momento en su viaje por el Camino Amarillo, habría sido relevante conocimiento del teorema de Pitágoras? No. Sin embargo, ayuda conseguir un diploma, lo cual no es poca cosa, ya que, como dice Kierkegaard, hoy en día ya no aman la sabiduría sino sólo el título de filósofo.
La segunda anotación tiene que ver con el cine. A veces en las películas, el director hace un corte a una escena donde alguien está contando el final de un chiste. Dice, por ejemplo, “Y luego dije, eso no es una piñata, eso es mi rasuradora!” – y luego todo el mundo se ríe. Para nosotros viendo la película, eso que dice la persona no tiene sentido, o sea, no nos hace reír, pero eso no es su finalidad. El cineasta lo hace para establecer un ambiente, digamos el de una fiesta. Yo a veces me pregunto ¿qué habrá sido la primera parte del chiste? Se me ocurrió que casi cualquier disparate podría decirse como el final de un chiste y nos preguntaríamos cómo empezó. Dado cualquier final, ¿podría un preámbulo encontrarse para hacerlo chistoso?
Me pregunto cómo los cómicos trabajan, cómo producen sus chistes. ¿Empiezan con la primera parte del chiste y luego idean el final, o al revés? No sé, es algo misterioso para mí. Sea como sea, su trabajo me parece más fácil que el del filósofo, pues no tiene que desarrollar una teoría con base en largos argumentos, sino sólo una serie de chistes aislados. Ahora que lo pienso, así es el estilo de Wittgenstein, especialmente en las Investigaciones filosóficas; ahí hace una observación tras otra, a veces relacionadas entre sí, a veces no. Imagínate Wittgenstein parado en el escenario de un club “contando” esas observaciones. No habría mucha risa, sin embargo, estaría haciendo algo muy parecido. Es que, formalmente, tanto el cómico como el filósofo (al menos wittgensteiniano) están evidenciando algo extraño sobre el mundo, algo que rompe nuestras expectativas, llevándonos a ver algo ordinario como extraordinario. Este lado extraordinario del mundo a veces produce risa, a veces comprensión, dependiendo quien lo revela.
Esta comparación con Wittgenstein no es gratuita. Su amigo Norman Malcolm cuenta en una memoria que escribió que Wittgenstein una vez dijo que una buena obra filosófica podría escribirse que consistiera únicamente de chistes. En otro momento, dice Malcolm, Wittgenstein comentó que un tratado filosófico podría constar de puras preguntas (sin respuestas). El libro de puros chistes, creo que a mí no me resultaría tan interesante, pues estaría riéndome demasiado como para centrarme en alguna lección filosófica. Sin embargo, el otro, de puras preguntas sin respuestas, eso sí suena interesante. Lo que comenté al principio, oír el final del chiste sin saber su inicio, es como tener una pregunta sin respuesta. Ojo, eso de pregunta y respuesta podría sonarse a la experiencia del científico quien empieza con una pregunta y busca la respuesta. La empresa científica es como un gran rompecabezas – la pregunta es la pieza y la respuesta es cómo se conecta con las demás piezas. Como resultado, el científico vislumbra poco a poco los contornos de la realidad. A lo que yo me refiero con eso del final del chiste no es así. Esa actividad no es científica, sino filosófica; no me enseña los contornos de la realidad, sino más bien la realidad de los contornos. Desde un punto de vista filosófico, la idea de que el pensamiento revela los contornos de la realidad es sí misma un contorno, es decir, un límite conceptual que dice al pensamiento – “hasta aquí”.
Hay un dato interesante sobre las gallinas. Hace tiempo leí que si tomas un gis y dibujas una línea sobre el suelo alrededor de la gallina, no saldrá de ahí, no pasará más allá de la línea para salir de su recinto. Según cuentan, esa línea lo hipnotiza. No sé si sea cierto eso, no he hecho el experimento, pero no importa porque lo estoy demostrando ahora mismo con esto que digo – estas palabras mías dibujan una línea en tu mente que, como la gallina, a lo mejor no vas a cruzar, es decir, que vas a tomar como la verdad, como la realidad. Se me hace que esto es un peligro de la filosofía, que, quizá sin querer, convierte ciertos contornos en dorados y hace que uno deje de pensar. ¿Cómo romper el hechizo? No sé, la verdad no estoy muy seguro cómo terminar esta reflexión. Iba a decir: ¿Cómo romper el hechizo? Con una buena carcajada! Ah ver, les cuento un chiste. Wittgenstein y una gallina entran en un bar . . .” Y ahí lo iba a dejar, pero no sé, no me gustó. En inglés diría que es demasiado “cute” terminarlo así, o sea, afectado o cliché, no sé cómo decirlo. Y luego pensé, pues les voy a decir la verdad, no sé cómo terminar esto, que resolución darle. Lo dejo inconcluso, lo cual tiene al menos la virtud de comunicar en su ausencia lo que no pude comunicar con palabras.
La tercera y última anotación tiene que ver con un comentario que llegó a la Fonda. Hace tiempo, hice una serie de vídeos sobre la ultraderecha. En el segundo vídeo alguien dejó el siguiente comentario: “Verdades a medias maestro, una desilusión, igual tantas clases magistrales no serán opacadas por estos dos vídeos”.
La verdad, muchos criticaron mi análisis en esos vídeos, pero este comentario en especial me llamó la atención porque me dio esa sensación de ser cancelado. Todos hemos oído hablar de la cultura de la cancelación. Sucede cuando un cantante o actor, un intelectual o escritor opina algo en público que cae mal a un grupo de personas, digamos, un comentario racista o antisemita, y de repente, por el furor que se expresa en redes sociales, el trabajo de esa persona se ve afectado negativamente; lo desinvitan a una conferencia o lo corren del elenco de una película.
Bueno, el comentario que me hicieron no fue para tanto, pero sí tiene elementos de esa mentalidad. Dice la persona que he dado muchas clases magistrales en la Fonda, sin embargo, serán opacadas ahora por ideas que expresé en esos vídeos sobre la ultraderecha; opacadas como si por encima de mi trabajo pasara una sombra ominosa. Si esa sombra afecta el valor o la calidad de todo lo que he hecho hasta ese momento; si implica que ya hay que tomar todo lo que digo con un grano de sal, con una mirada de sospecha, pues en principio estoy de acuerdo con eso. Uno no debe simplemente consumir lo que digo sin mas, sino recibirlo y analizarlo de forma crítica, cuestionar. Sólo que hay una diferencia entre ser crítico, cuestionar lo que oyes, y ser ideológico, es decir, rechazar algo por principio. Éste es el peligro del comentario, que raya con ser ideológico porque Darin sostiene ciertas posturas políticas.
“Verdades a medias maestro, una desilusión” dice la persona. Supongo que esperaba verdades completas. No sé tú, pero yo nunca he conocido o leído a una persona que dijera puras verdades completas, que tuviera razón en todo lo que decía, ni siquiera los grandes filósofos. Pero no por eso pasa una sombra por encima de su obra. Pero a lo mejor quiso decir otra cosa con esa frase. Según el diccionario, una verdad a medias se refiere a una afirmación que trasmite sólo parte de la verdad, especialmente cuando se usa con la intención de engañarle a uno. Entonces, la idea sería que dije ciertas verdades pero sólo para atrapar o despistar al oyente para que llegara a aceptar mi posición política sobre la ultraderecha. Lo irónico es que hice un gran esfuerzo para ponerme en los zapatos de la ultraderecha, de presentar la filosofía tras su postura, y de criticar el modelo dominante actual del neoliberalismo. A lo mejor, por haber quedado desilusionado conmigo, no pasó a ver los últimos dos vídeos de la serie donde habría visto ese esfuerzo que comento. En fin, no quiero volver aquí a discutir esos temas.
“Una desilusión”, dice. Todos hemos tenido la experiencia de ser decepcionado por alguien, la cual muchas veces nos lleva a reclamarlo porque no cumplió una expectativa moral que consideramos básica o normal. Socialmente, es una emoción importante, pero hay otra experiencia de la desilusión que es quizá más importante, a saber, cuando te decepcionas a ti mismo.
¿Has tenido alguna vez la experiencia de equivocarse, de leer o escuchar a alguien que te hizo ver las cosas en una nueva luz. Eso es la experiencia del aprendizaje. Si no has tenido esa experiencia, entonces tienes todavía la cosmovisión o la postura propia de un niño. Piensa un momento en las cosas que pensabas sobre el mundo cuando tenías 9 ó 10 años de edad. Tú perspectiva ha cambiado mucho desde entonces, lo cual significa que muchas veces has sido desilusionado. Ésa es la experiencia que Hegel describe en la Fenomenología del espíritu, el camino que la conciencia atraviesa en su experiencia con el mundo es un camino precisamente de desilusión, de desesperación, porque, frente a la experiencia, ve sus creencias irse constantemente por la borda. Al menos que uno esté a prueba de toda experiencia, de toda evidencia, es decir, al menos que uno tenga la total certeza de tener toda la razón en todo. Sin duda, hay mucha gente así en este mundo.
Una buena descripción de esa mentalidad, de cómo ha de ser, ser una persona así, se encuentra en un libro del filósofo Frederic Jameson. En su libro Marxismo tardío, Adorno y la persistencia de la dialéctica, aborda en alguna parte el tema de lo no-identico en el pensamiento de Adorno. Lo no-identico es lo que escapa a nuestras redes conceptuales, a nuestro intento de reducir todo a un espécimen de uno que otro concepto nuestro, es decir, nuestro intento de establecer una identidad entre nuestro esquema conceptual y la naturaleza del mundo. Jameson habla de cómo la identidad en ese sentido se manifiesta en nuestra experiencia cotidiana. Dice que podemos caracterizar la identidad como “la repetición como tal, el retorno de la mismidad una y otra vez en todo su tedio y desolación psicológica: es decir, la neurosis. . . La neurosis es simplemente este aburrido encarcelamiento del yo en sí mismo, paralizado por su terror de lo nuevo y lo inesperado, cargando su mismidad consigo por donde vaya, de modo que, cuando extiende su mano a tocar algo, tenga la protección de sentir que todo lo que encuentra ya lo conoce. Decirlo de esta manera es empezar a preguntarse qué haría falta para tener la fuerza de aguantar lo nuevo, estar ‘abierto’ a ello; es más: preguntar qué lo nuevo podría ser, cómo sería, cómo uno podría conceptualizar e imaginar lo que por definición uno todavía no puede imaginar o prever; aquello que no tiene equivalente en tu experiencia actual”.
Yo creo que de ahora en adelante si me preguntan en una entrevista ¿qué es la filosofía? o ¿de que sirve la filosofía?, les voy a leer esa cita de Jameson – sirve para volvernos menos neuróticos, en ese sentido de hacernos más abiertos a lo nuevo, menos cerrados y dogmáticos. La persona que escribió ese comentario es neurótico y yo también lo soy; todos somos en algún grado u otro presos de nuestro propio miedo. Que desilusión.
Como final, quería comentarles el resultado de la encuesta que les hice hace tiempo sobre la siguiente serie aquí en la Fonda. Les di tres opciones: La ciencia de la lógica de Hegel, Proceso y realidad de Whitehead, o Ser y acontecimiento de Badiou, y el ganador fue – Proceso y realidad de Alfred North Whitehead.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

8 Comments

  1. emilio · 18/02/2025 Responder

    La verdad, Darin, ningún autor escoge a sus lectores. Me gusta mucho tu comentario sobre la cancelación.

  2. José Luis Córdova Frunz · 18/02/2025 Responder

    ¡Muchas gracias, Maestro Darin, por compartir el Sabor del Sabio Saber!
    Va una versión sensible y tangible de la navaja de Ockam: “Es como el bikini, debe cubrir lo esencial con el menor material posible”.

  3. Mariano · 19/02/2025 Responder

    ¿Qué tal este final para el chiste?:

    Wittgenstein y una gallina entran en un bar… el camarero los mira sorprendido y pregunta:
    — ¿Qué van a tomar?
    Wittgenstein se queda pensativo y responde:
    — Solo podemos hablar de aquello que podemos expresar con claridad, así que… un vaso de agua.
    La gallina lo mira, suspira y dice:
    — Yo solo quiero saber por qué crucé la calle.
    El camarero, confuso, sacude la cabeza y murmura:
    — Malditos filósofos…

    La cuestión es que he estado un buen rato pensando un buen final y tengo que decir que no se me ha ocurrido uno mejor que este… que me ha ofrecido ChatGPT, ¡QUÉ DESILUSIÓN!

  4. Mario Balzarini · 19/02/2025 Responder

    Hola Darín, cómo estás? Me encanta escucharte. Más aún, quiero decirte que leerte siempre me produce alguna gran resonancia en el pequeño tesoro de conocimientos que vengo acumulando a lo largo de mi vida / aquí comparto dos de esos conocimientos

    1. Dios es una experiencia que se vive, no un concepto que se razona. Cuando logres vivir la experiencia de Dios comprenderás, quizás, por qué creen los que creen

    2. El conocimiento es una certeza personal sustentada en la propia experiencia

    Abrazo fuerte

  5. Jorge Mario · 20/02/2025 Responder

    Hola Darín, ¿No estás interpretando incorrectamente, al menos parcialmente, el comentario de la persona? El comentario dice “(…) igual tantas clases magistrales no serán opacadas por estos dos vídeos”. Creo que entendiste lo contrario: que tus otras tantas clases magistrales serán opacadas por estos dos vídeos. Pero lo que veo es que el comentario dice que esos dos vídeos (que no le gustaron a la persona) no van a opacar tus otras clases magistrales. Entonces, sí habría un descontento (en la primera frase “verdades a medias maestro, una desilusión”) pero la segunda no me parece sugerir una “cancelación” sino, de cierto modo, un reconocimiento a tu trabajo anterior que en palabras de quién hace el comentario, en todo caso, “no será opacado por estos dos vídeos”.
    Es lo que logré percibir, al menos en el comentario tal y como lo pusiste en la imagen del vídeo. Saludos.

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